Las encuestas que se realizan en Venezuela arrojan resultados parecidos. Salvo aquellas empresas de maletín que hacen investigaciones por encargo y por lo tanto sus resultados son sesgados y nada creíbles, el resto de los sondeos nos revelan lo que es más que percibido en las calles del país. La inmensa mayoría de los ciudadanos repudia a Maduro y a su corte. No tienen anclaje en ningún sector del país, en todos los estratos sociales se ausculta un malestar cada dia más creciente. Es la consecuencia del pésimo desempeño, no de ahora, sino que esos síntomas ya se detectaban en los años en que Chávez instrumentaba sus planes diabólicos que nos han arrastrado hasta esta tragedia cada día más agobiante.

Me animé a hacer este análisis porque veo que con buena intención se exhiben algunos recientes resultados de ese tipo de encuestas en las que se evidencia que Maduro no gana “ni en su casa”. Y tiene que ser así. En un país donde la gente no puede comer, ni tener seguridad personal, ni la más elemental asistencia médica, ¿quién, con tres dedos de frente, puede respaldar o romper lanzas por ese régimen? La incondicionalidad se reduce al entorno. Esos privilegiados de la corrupción que se han llenado los bolsillos a costa de saquear el erario público, más un minúsculo porcentaje de áulicos que medran del clientelismo dictatorial. Pero la inmensa masa de venezolanos que pasan hambre o sufren los embates de la crisis general no solo rechazan a Maduro y a su comparsa, sino que están desesperados buscando alguna fórmula eficaz que ayude a sacarlos de cuajo del poder que tercamente siguen usurpando.

Al citar el concepto de fórmula eficaz, por supuesto que aflora la mecánica natural en un sistema democrático: las elecciones. Lamentablemente, aquí en Venezuela, no hay posibilidades de celebrar elecciones limpias, por lo menos mientras Maduro siga manipulando las instituciones, entre ellas la electoral.

Deseo aclarar que esos resultados de encuestas con los que se entusiasman algunos, diciendo íntimamente “caramba, sí podemos arrasar en unas elecciones”, no son noticia nueva. Recuerden que esas mismas encuestas vienen colocando a Maduro como un político rechazado con dígitos crecientes. Rememoremos que Capriles derrotó a Maduro, en apenas 40 dias de campaña aquel inolvidable 14 de abril de 2013. Tampoco es digno de olvidar la contundente victoria alcanzada por la ciudadanía aquel 6 de diciembre de 2015: más de 14 millones de electores terminaron asignándole las dos terceras partes del Parlamento a la oposición democrática. ¿Se puede esperar una victoria más grande que esa? Esa jornada fue, sin lugar a dudas, una epopeya. ¿Y qué pasó? Que el régimen se burló del veredicto popular dictado en esos comicios, así como se mofa de los diálogos o de los amagos de negociaciones para “solucionar pacíficamente la crisis”.

Estas referencias históricas las hago para defender nuestra tradición democrática. Nadie puede argumentar que “los venezolanos no queremos una solución electoral”. Atrás quedaron las pruebas irrefutables de nuestro indubitable talante pacifista. Una y otra vez fuimos a elecciones «nadando contra la corriente» y ya se sabe cómo administró esos resultados el régimen madurista: a su antojo dictatorialista.

 


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