Llego a la casa y la nevera está vacía, llevo conmigo algo más que sueños y cigarrillos, el café está frío y la ventana está abierta, enciendo el bombillo y como la electricidad falla se quema, pero pasa de pronto una estrella y en su fugaz vuelta pido un deseo, con anhelo y frustración, pido al cielo claridad y fortaleza para seguir luchando en esta epopeya histórica que nos tocó librar.

Nos pidieron luchar, pero no nos dijeron el por qué; nos llevaron a la batalla sin explicarnos qué íbamos a ganar, hoy nuestra frágil mente no conoce otra realidad más allá de los cuentos y las anécdotas de la Venezuela de ayer; los minutos pasan y no tenemos tiempo que perder en catarsis pues no hay tiempo para quejarse ya que tampoco nos dijeron cómo había que hacer para realizar el sueño al despertar.

Pueden existir millones de formas de dejar la impronta de nuestra alma tatuada en el suelo por el que caminamos, con esa idealista ilusión de dejarla plasmada en las páginas de la historia que leerán en su momento venideras generaciones, pero la forma que escogí fue el servicio a la República y al prójimo, sin importar raza o credo, estatus o apellido; es el servicio, puro y sublime de hacer algo más, algo que se perpetúe y trascienda. Algo más allá de lo que nuestro pensamiento pueda imaginar y nuestro corazón pueda latir. ¿Que si dudamos?, sí, dudamos acérrimamente si estamos haciendo lo correcto, si lo escogido es lo debido o es lo prohibido, pues somos humanos y la duda nos invade, pero en medio de la turbulenta duda muchos nos insultan, nos condenan, nos desmotivan, propios y extraños; nos desalientan, nos golpean con sus armas y nos erosionan la fe con su volcánica frase «estás perdiendo el tiempo». Hoy, el tiempo es lo que nos toca y el clima es lo que tenemos.

Y el clima se puede poner insufrible, álgido y espectral, con su neblina de pruebas y su enigmático y errante camino, pero ¿con qué cara veremos a nuestros hijos o nietos cuando nos pregunten por qué viven así?, ¿con qué moral le diremos que escogimos el camino de la inacción y la complicidad?, ¿qué le diremos a esos millones de hermanos que están en otros horarios y latitudes que fuimos incapaces al no cumplir el «abrazo de bienvenida» prometido?, ¿qué le diremos a esos niños que sueñan con crecer que por torpeza fuimos idiotas al no madurar para ponernos de acuerdo?, ¿que supervivencia nos queda si empeñamos la victoria por un par de ceros en la cuenta?, ¿qué quedará si dejamos de luchar?, ¿qué le diremos a la patria?, ¿que no tuvimos saldo para devolverle las varias llamadas que nos hizo? Las respuestas millones las esperan y están en nuestra esencia.

Si me toca hablar individualmente, hablaré sin juramentos vacíos ni promesas convencionales, pero tengan claro que no le bajaré dos a la guerra contra las fuerzas dictatoriales, pues por mi sangre corre la venia de la batalla, la libertad y la proeza; Atila y su caballo «mata maleza» no me asusta pues la bendición del Altísimo a mi espalda se ajusta, con su blindaje celestial y sagrada armadura; en este instante los mercenarios de la represión y la miseria intentan doblegar mi irreverente espíritu, en su frenético juego macabro, a cualquier espanto invocando con humo combinando, pero mis rodillas jamás conocerán la tierra de la condena y el concepto de mi fe no tendrá descalificativos en su haber. ¡Hoy no me voy a rendir!, «así camine por el valle de sombra de muerte, no le temeré a mal alguno», caminante no hay camino, se hace camino al andar.

«No doy más, esto no es pa’mí, no le debo nada a nadie porque nadie luchó por mí; Venezuela no tiene compón yo me voy de aquí, suerte pa’l que se queda esperando la llegada de los marines», zúmbale Juan Bimba, con rima y producción, pues esas frases son las que abundan en cualquier conversación. Te imaginas a Francisco o a Simón huyendo de la batalla cuando España los acorraló. ¡Mijo, la vaina ta’ fea y va pa’peor, ¿no tienes miedo campeón?, ¿Miedo? Respondió el del sombrero, alto y soñador «Miedo es lo que tenemos, ¡carajo que sí! Somos humanos, y eso viene en el paquete, pero un viejito bien moreno, que pasó 27 años picando piedra en una prisión dijo hace un tiempo que «el coraje no es ausencia de miedo, sino el dominio sobre él», mi don.

#RendirseNoEsUnaOpcion

@JorgeFSambrano


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