El 1° de abril de 1992, una mujer de grandes méritos y cualificaciones, Ruth de Krivoy, fue designada Presidenta del Banco Central de Venezuela (BCV). Para ese momento este articulista llevaba catorce años trabajando en dicha entidad, los últimos cuatro al frente de la Consultoría Jurídica. Pocas semanas después de su nombramiento, y habiendo aceptado su ofrecimiento, propuso al Directorio de la organización mi designación como Segundo Vicepresidente. Fue estimulante trabajar con ella y Omar Bello Rodríguez (Primer Vicepresidente de la institución), ambos profesionales de muy alto nivel y con capacidad para cumplir sus funciones con el rigor exigido.

Es de resaltar que Ruth ha sido la única fémina que hasta ahora ha ocupado tan alta posición en el BCV. Y no sólo eso, como veremos a continuación, también ha sido la funcionaria que al actuar en ese cargo lo hizo con suma independencia.

De lo anteriormente indicado da fe su primer informe de fin de año, el cual fue presentado en las instalaciones del BCV a los diferentes medios de comunicación social del país, el 22 de diciembre de 1992. En su exposición a los periodistas asistentes, al hacer referencia al volumen de deuda pública exigido por el gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, resaltó que los análisis hechos por el ente emisor ponían de manifiesto que la magnitud de fondos requeridos por el Estado para financiar el déficit del sector público consolidado, resultaría macroeconómicamente inconveniente. Ello –dijo Krivoy- haría difícil abatir la inflación, introduciría factores adicionales de inestabilidad en los mercados monetario y cambiario; induciría a un mayor deterioro del sector externo, limitaría el desarrollo de la actividad productiva privada y deterioraría la distribución del ingreso.

Una postura como esa es impensable para el funcionariado de alto nivel del BCV en estos tiempos de la “revolución bonita”. Para ellos lo que ordena el jefe desde Miraflores es santa palabra, sin que haya lugar a sugerencias o recomendaciones que se aparten de la política que quiera implantar el mandamás.

Ruth no se conformó con ejercer sus funciones con rigor. Años después de renunciar a su cargo en el BCV –al inicio del segundo gobierno de Rafael Caldera–, escribió un libro fundamental para conocer la crisis financiera venezolana de 1994, titulado Collapse (Colapso en español). La obra fue publicada en inglés por “Group of Thirty, Washington DC”, en el año 2000. Dos años más tarde el libro se editó en español, bajo el patrocinio del IESA, la CAF y Group of Thirty. En una nota introductoria, Krivoy señaló:

“Escribir este libro ha sido difícil y, a ratos, muy poco gratificante. Es algo que me sentí obligada a hacer como una contribución a mi país y otras naciones que confronten riesgos similares. Viví momentos críticos que no quisiera ver repetirse en ninguna parte del mundo. Con este trabajo aspiro a facilitar que esta experiencia sirva de aprendizaje a las nuevas generaciones y ayude a evitar la cadena de errores que condujeron a nuestra crisis y retardaron su resolución. No se trata de una investigación académica: es el testimonio de mi experiencia al frente del Banco Central de Venezuela en una época turbulenta”.

Lamentablemente el camino de los venezolanos se ha torcido mucho más. Aquellos críticos momentos a los que alude Ruth en su libro se han transformado en la pesadilla que ahora experimentamos y que no parece tener fin. De lo que no podemos dudar es que los esfuerzos del pueblo soberano no se detendrán hasta que veamos la clara luz de la democracia al final del túnel.

@EddyReyesT

 

 


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