Después de tantas marchas, protestas, muertos, exiliados y presos políticos, los partidos de la oposición al régimen de Nicolás Maduro, van a participar en un proceso electoral, que se ha diseñado a imagen y semejanza de la revolución bolivariana.

La pregunta que nos hacemos todos es ¿dónde quedó el cese de usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres? En fin, como decía mi padre, “todos tenemos mierda en el culo”, expresión que califica que a pesar de vociferar que somos valientes, al primer indicio de violencia, nos acobardamos y doblamos nuestra voluntad a los caprichos del verdugo de turno.

Por lo tanto, muchos políticos, que hace unos años se rasgaban las vestiduras, gritando consignas en pro de un rescate de la democracia venezolana, optaron por el expediente de la evasión que al de la acción, para no hacer frente a la realidad y huir a través de la fantasía, es decir, aceptar las normas impuestas por los chavistas y pelear por un conuco de poder, porque sienten que así, rescatan las libertades de nuestro pueblo.

Por lo visto, parece que los miembros de la mesa de la unidad democrática viven en el reino muy pero muy, muy lejano junto con Fiona y Schreck. Entonces, ¿de qué valió el sacrificio de nuestros jóvenes muertos en las protestas, los desaparecidos y los presos políticos? En pocas palabras, todos los que participamos de forma activa en las actividades para rescatar nuestras libertades, nos convertimos en piezas de recambio en el vasto engranaje de las ambiciones personales de un grupito que cree que podrán gobernar a sus anchas, en caso de ganar unas elecciones que ya pintan poco fiables. Hay que tener presente que un burro siempre da las gracias con una patada, no hay que omitir eso.

Se han olvidado del frenesí bolivariano, que viene aderezado con violencia e intolerancia, en el cual pensar libremente es un delito, porque para los apóstoles de Chávez, nunca dejaremos de ser apátridas, pitiyanquis, oposicionistas, enemigos, contrarrevolucionarios, ultraderecha, lacayos del imperio y escuálidos. ¿Y la ley del odio? Ah, se me olvidaba, tiene una sola dirección de aplicabilidad. Por lo tanto, después de tanto reflexionar, he llegado a la triste conclusión que ante la imbecilidad del venezolano, no hay vacuna posible.

Porque los sesudos que conforman la supuesta oposición democrática, se han olvidado que después de 21 años de revolución bolivariana, han convertido al venezolano en esclavo de las miserias del Estado, obligándolo a colocarse de rodillas ante un supuesto mesías, que les repartía su limosna igualitaria, para mantenerlos en la pobreza. Ejemplos hay muchos, pero hay uno que me viene a la memoria, cuando un ministro de educación, el 25 de febrero de 2014, dijo, palabras más, palabras menos, “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos”. ¿Ustedes creen que han cambiado estos revolucionarios en su concepto de país y en su proyecto de nación? No hay que desviarse de la realidad, porque el socialismo del siglo XXI, ha transformado a Venezuela en un parque temático de la pobreza. Pero, nunca falta un pero, hay políticos que hacen de la ilusión un modo de vida y con sus idioteces, quieren arrastrar al resto de la sociedad.

Por lo visto, aquellos que practican la demencia selectiva, han olvidado que nuestra patria se desangra económicamente; mientras la justicia encarcela a la oposición y protege por omisión al hampa; mientras sufre la miseria y la desesperanza; mientras hay compatriotas que mueren de mengua; mientras hay connacionales que caminan miles de kilómetros en busca de un sueño. Nuestra nación es una olla de presión a punto de explotar y a los políticos les preocupa las elecciones, mientras los que tenemos como defecto pensar y diferenciar la verdad de la mentira, nos preocupa la explosión.

Hago la salvedad, que no estoy de acuerdo con soluciones mágicas, ni acciones violentas, (por cierto, ¿no fue Hugo Rafael quien dio un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992?) Ya que la vida humana es muy preciada y considero que el diálogo es la única forma de solucionar los problemas. Sin embargo, no hay que pasar de folklórico a pendejo, porque ya conocemos el andar del régimen, cada vez que promociona una mesa de conversaciones. No debemos desconocer, que ellos, me refiero a los revolucionarios, consideran que poseen la verdad absoluta, por lo tanto todo lo quieren medir a través de su igualdad socialista, que no es otra que una igualdad de hormiguero, en el cual no importa lo que hagas sino lo que los socialistas hagan con la realidad. Y lo que hacen con la realidad los socialistas, consiste en dejar todo igual, ganar tiempo, venderse a la opinión pública mundial como víctimas de un supuesto bloqueo y gobernar al filo de la legalidad. En pocas palabras, ofrecer cambios, para que todo siga igual, eso sí, bajo sus condiciones.

Reitero mi posición, estoy de acuerdo con el diálogo para solucionar diferencias, pero, aquí viene otro pero, cuando una de las partes es intransigente, a pesar de saber que mantiene una posición equivocada, es muy difícil que se avance en el coloquio. Mientras tanto en Venezuela, el futuro seguirá pavimentado con discriminación y señalizado con represión, en el cual la libertad será siempre torpedeada, acosada y acusada por instigar el odio.

Es lamentable decirlo, pero como sociedad no supimos soportar el peso de la historia, el compromiso como venezolanos que teníamos con la libertad, nos faltó voluntad para seguir ejerciendo presión y así evitar que nos temblaran las piernas ante las arremetidas de Nicolás y toda su corte. Ya dejamos de conjugar los verbos resistir y luchar.

Por su parte, desde 1998 los garantes de la institucionalidad del país, optaron por usar franelas rojas, cantar consignas y vivir a las expensas del erario público. Al mismo tiempo, institucionalizaron la ignorancia, que adquirió confianza y forma parte de nuestra idiosincrasia, porque esté es el decálogo de mucho venezolanos: “no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse”. François de la Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés.

No obstante, más allá de toda duda razonable, la historia no los absolverá por haber aplastado a más de la mitad de Venezuela en nombre de un socialismo del siglo XXI, que no es más que la proyección delirante de un hombre empeñado en reducir la historia al tamaño de las obsesiones de su propia y pequeña biografía. Ya que esa forma de pensar nos ha llevado inexorablemente a la dependencia obligatoria del Estado y la prohibición del progreso personal. Convirtiendo a la revolución bolivariana en una forma de gobernar que no ha encontrado una aplicación práctica en la realidad venezolana, porque desde siempre fue una acrobacia del pensamiento del difunto eterno.

¿Y ahora? Es la pregunta de las 50 mil lochas. Queda esperar, para volver a decir, “te lo dije”. Pero, otro pero más, no hay que dejar de luchar para pensar y descansar para que nos alcance la libertad. Es continuar bregando con esfuerzo para cumplir nuestros objetivos, que es no transar los principios y valores de la democracia, construir lo mejor de uno mismo, para edificar una sociedad más justa y con oportunidades. Descartar a los imbéciles, que se escudan con burlas y arrogancias, para esconder su ignorancia, porque solo a través del engaño pueden lograr sus objetivos.

Debemos aprender a reflexionar, para diferenciar la verdad de la mentira y sin comentarios descalificadores, defendiendo la tolerancia por encima de todo y propiciando el libre pensamiento. Hay que ser capaces de crear las bases de un país que se sostenga sobre el imperio de la ley y la autonomía de los poderes públicos. No me canso de decirlo y lo repetiré siempre, hay que ser ciudadanos, para luchar por nuestros derechos y responder ante nuestros deberes, así y solo así, podremos cambiar la realidad de nuestro país.


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