La chispa del venezolano, que muy a pesar de las calamidades sobrevive en el seno de las familias de nuestro país, echó a correr la sátira según la cual se pusieron en alerta en más de una casa de nuestro pueblo cuando se enteraron del escrito de protesta introducido en Cabo Verde por el abogado de Alex Saab, en el que se quejaba de la situación de su representado en prisión por ser insostenible. «La defensa tiene constancia de que permanece encerrado 23 horas al día sin luz. Su celda es de 2 metros por 2 metros, que incluye un hueco en el piso para hacer sus necesidades y encima bañarse con un balde”, así lo declaró el letrado Baltasar Garzón.

La primera reacción de muchísimos venezolanos fue pensar que al detenido lo habían trasladado a Venezuela y que estaría sometido a “casa por cárcel” en cualesquiera de los millones de hogares donde se da el hecho cierto de que la gente no tiene como bañarse y cuando logra llenar un balde con agua se tiene que dar una ducha relancina «ayudado con una taparita», tal como lo pronosticó el finado Hugo Chávez.

Lo de que el detenido “pasa 23 horas sin luz” también es equiparable con el martirio de los venezolanos que no se resignan a vivir de apagón en apagón y a tener que alumbrarse con velas. El pasado miércoles se dio en buena parte del país otro corte general del servicio eléctrico. De alguna manera Saab tiene que ver con esa tragedia. Él es uno de los operadores financieros de los que se han encargado de estafar a las empresas del Estado y desde luego, «dejar como camellos» a los venezolanos y en medio de la oscuridad prolongada como ya consta. Ni agua ni luz.

Tampoco hay gas y ante esa escasez surge la recomendación de uno de los “protectores” designados por el dictador Maduro, quien en Margarita, estado Nueva Esparta, se pavonea por los barrios y urbanizaciones mostrando su invento con data del siglo XVI: “La cocina de reverbero con leña”. O sea, que ya somos un país leñífero y dejamos atrás eso de que éramos una potencia gasífera.

Nada de qué sorprendernos, esos son herederos del líder galáctico que diseñó los gallineros verticales, los cultivos organopónicos, la ruta de la empanada y se atrevió a decir que “no importa pasar hambre si se trata de defender la revolución”, o que “ser rico es malo”. Ya sabemos en qué quedaron esas proclamas.

Mientras tanto, millones de venezolanos padecen los rigores de la pandemia del COVID-19, la cuarentena y sus horarios que por diseño peculiar de la dictadura venezolana mutan semanalmente, nos presenta un cuadro doblemente dramático. Por una parte, la gente encerrada interrumpe el cerco porque no tiene nada que comer en sus casas y entonces sale a tratar de conseguir algo de comida, pero la escasez les rompe en pedazos su ilusión y cuando ven algún estante exhibiendo productos, los precios se encargan de espantarlos porque no les alcanza el miserable salario que devengan.

Salvo en Venezuela, en cualquier otra parte del mundo, una persona sobrelleva el confinamiento con una reserva de víveres para el encierro, porque le es posible comprar en cualquier mercado lo esencial para alimentarse, atender enfermedades y su aseo personal.

Esa tétrica realidad es la que aspiramos a cambiar lo antes posible, es un deseo de todos, incluidos los que antes sufragaban por la falsa revolución chavista. En esa línea debemos proseguir hasta lograr, antes de finales de año, el cese de la usurpación. Esa sería la solución definitiva a esta etapa tan dolorosa que hemos vivido en Venezuela y de inmediato inaugurar un ciclo de reconstrucción nacional.


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