El pasado domingo 6 de los corrientes, la dictadura completó su vulgar simulación electoral. Se trata de una historia que ya hemos venido presenciando en los últimos tiempos, ahora repetida y mejorada en el conjunto de fechorías cometidas para concretar una nueva estafa a la nación. En medio de una soledad, sin precedentes, ejecutaron el fraude más escandaloso que se conozca en la historia política de América Latina.

Todo un esfuerzo de falsificación de la realidad política para justificar un nuevo paso hacia el totalitarismo. La cúpula roja  necesitaba cerrar el ciclo de la inconstitucional, inepta y folklórica asamblea constituyente y terminar de ejecutar físicamente a la legal y legítima Asamblea Nacional elegida el 6 de diciembre de 2015.

Solo en los tiempos de la República Democrática Alemana se había registrado uno de estos capítulos de simulación política. Al fraude constitucional aplicado en todo el proceso de preparación de la simulación, se añade ahora el vulgar fraude numérico cumplido este domingo. Los estudios más favorables estiman que no llegó al 18% el nivel de participación en el grotesco evento. Pero el lunes en la madrugada el ente electoral del régimen anunció en su primer boletín oficial, emitido después del recuento de 82,35% de las papeletas, que la  participación se ubicó en 31%. Un examen hecho sobre una selección aleatoria de actas, ubica la participación en solo 15%. De modo que la cúpula ha multiplicado por dos la real presencia de ciudadanos en los centros de votación.

Al igual que lo hicieron en el momento de justificar el nombramiento de la fallecida constituyente, ahora han manipulado las cifras de participación y han proclamado como diputados a los personajes que la dictadura ha considerado útiles a su plan de dominación. En 2017 la empresa Smartmatic denunció la manipulación de la data de participación. Por eso dejaron de trabajar bajo las órdenes de Jorge Rodríguez, el autor intelectual y principal ejecutor de esta pérfida maniobra.

Ahora todo estuvo más controlado para poder hacer el manejo de los números de participación sin que nadie, desde el mismo seno del monstruo, se atreva a denunciar.

Lo cierto es que los centros electorales estuvieron vacíos. Nada que ver con los tiempos en los que, desde temprano, estos se atiborraban de ciudadanos dispuestos a ejercer su derecho al voto.

La gente entendió que aquí no había oportunidad de elegir. Todas las tarjetas estaban dispuestas para darle a Maduro un cuerpo político de sumisos funcionarios, que deben simular ser diputados.

Lo cierto es que todo este proceso se adelantó más en el afán por desaparecer a la AN legítima, y a su presidente, Juan Guaidó, que por contar con un Parlamento controlado por el gobierno.

A Maduro y su camarilla, el desconocimiento y atropello a la legítima asamblea,  se le transformó en una pesadilla por su total desprestigio ante el mundo democrático.

Pero ahora con este fraude su ilegitimidad crece de forma significativa. No solo se trata del fraude adelantado para justificar su usurpación de la presidencia, ahora se añade el fraude parlamentario, con lo cual todo el sistema político venezolano consolida su naturaleza fraudulenta y  autoritaria. Estamos ya en los niveles del totalitarismo.

Hace tiempo que el régimen pasó del ventajismo, el desequilibrio de los poderes públicos, el fraude legal y constitucional, la violación progresiva de los derechos humanos para terminar en la instauración de un totalitarismo criminal sin precedentes en nuestra historia.

El 5 de enero de 2021 repetirán, con menos ruido, la toma del Palacio Federal Legislativo cumplida el 5 de enero de este año, cuando con la complicidad de varios diputados elegidos en la plataforma democrática instalaron una directiva títere para justificar la expulsión de la mayoría parlamentaria de su sede natural.

La simulación electoral cumplida este fin de semana para hacerse, de forma inmoral e inconstitucional del Parlamento, y los actos de fuerza que le van a suceder, en nada van a conferirle gobernabilidad a  Maduro y su camarilla. La tragedia que vivimos no se ha producido por falta de herramientas políticas y económicas con las cuales atender la compleja problemática de nuestra sociedad, ella es fruto precisamente de la instalación de una dictadura criminal. Es la derivación totalitaria la que ha generado la ingobernabilidad.

El saqueo de nuestras riquezas, la violación masiva de los derechos humanos, la ruptura del orden constitucional es la verdadera causa del caos.  De modo que tener ahora este grupo de personas  haciendo el papel de Parlamento no va a ofrecerle ninguna herramienta nueva a Maduro. Por el contrario, ahora no tendrá la excusa de una asamblea que le impide gobernar.

Ya inventarán otro culpable de la profundización de nuestra tragedia. La lista de culpables es bien larga: los escuálidos, la oligarquía, el imperio, la guerra económica, el sabotaje, Colombia, Uribe, Obama, Trump, etc, etc.

La impúdica simulación electoral cumplida no va entonces a representar un cambio o mejoría de la situación de nuestro pueblo. Va a profundizar la tragedia. Por lo tanto, será un nuevo elemento que hará inviable a este régimen inmoral e inepto.

El tiempo nos mostrará la contribución que este asalto al Parlamento tendrá en el final de su presencia en la vida nacional. Venezuela es inviable con este sistema totalitario, convertido en corporación criminal que afecta de forma directa la vida de todos quienes aquí vivimos, con un efecto demoledor en toda  la región.

Más allá de esa vulgar simulación, la sociedad democrática venezolana está en el deber de perseverar en la lucha revisando su organización, su estrategia y su táctica. Haciendo una reflexión sobre las luchas libradas, sus aciertos y errores. Comienza una nueva etapa en la lucha política de la sociedad venezolana.

 


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