Somos marionetas de un tiempo impúdico. La pandemia fue sólo un pretexto de la naturaleza para ratificarnos el bíblico mensaje: «Polvo eres y en polvo te convertirás». Los seres humanos y los animales de las más variadas especies concentran sus esfuerzos en vivir tranquilamente y no enfrentar peligros de ninguna especie, pero ese es un vano desiderátum. Las amenazas a nuestro alrededor, las enfermedades, los desencantos, la pobreza, las situaciones estresantes y cientos de monsergas más terminan envolviendo al cuerpo,  dificultando hasta la respiración.

Nadie muere feliz, es lo que piensan muchos. Verdad o no, lo realmente cierto en el plano humano es que el último soplo de la vida se hace presente ignorándose realmente a dónde se dirigirá el aura de nuestro ser, esa cosa sin explicación científica que cesa de ser humana en el instante que ya no es realidad. En tal tipo de situación, el creyente fiel podría tener ventaja sobre el incrédulo, pero es algo que tampoco tiene evidencia científica. Lo que se nos presenta es vaporoso e insondable, como el universo mismo. Queramos o no, la realidad está en el aquí y el ahora. A ella pues tenemos que someternos. De nada sirve buscar cinco patas al gato.

Hoy día, lo real o lo verdadero para nosotros se manifiesta en el desquiciador sube y baja político que nos absorbe y golpea sin piedad alguna. De una u otra forma, todo gira a su alrededor. Si hay bajos salarios e ínfimas pensiones la culpa es de Chávez y Maduro. Si las lluvias han afectado al país más allá de lo normal o razonable, la responsabilidad se asienta por los lados de Miraflores. Si los niveles de pobreza son escandalosos e inaguantables, los liderazgos revolucionarios deben responder. Si el servicio hospitalario del sector público es en extremo deficiente, ello es producto de su escaso equipamiento o la deficiente preparación de buena parte de su personal médico y asistencial. Si el número de presos políticos maltratados arbitrariamente por sus custodios es aberrante, todo se debe a la “vista gorda” de los respectivos jefes que se han limitado a vender sus almas al mismísimo Diablo.

Así pues, si no hay inocentes entre los presos políticos, entonces nosotros, los opositores demócratas, también somos culpables. Sí, todos somos lo mismo: simples victimarios de una depredación constante que, aunque parezca que no tiene fin, está cada vez más cerca del objetivo que queremos alcanzar. Lo real, lo verdadero es que todo tiene su final, aunque ellos crean lo contrario. Entonces, no puede haber espacio para la duda.

Mas debo dejar algo en claro: no pretendo que mis lectores aplaudan a rabiar. A ellos sólo les pido que esperen ese momento mágico que tendrá que llegar: el instante en que la nave colmada de luchadores aguerridos realice su giro en “U”, dando así inicio al retorno de ese maravilloso colectivo venezolano que hasta ahora sólo tiene escindibles raíces en el ancho mundo. Acá, que no les quepa duda, disfrutarán las maravillas del propio paraíso, ese edén que siglos atrás descubrió un navegante llamado Cristóbal Colón.

Para la historia quedará la infausta alegoría de Hugo Chávez en el Foro Social Mundial que se llevó a cabo en Porto Alegre, en enero de 2005, donde dijo aquella gran falacia: “La solución es el camino socialista”. Se trató de una aberración que hoy, 12 de noviembre de 2022, está evidenciada con una dictadura que se sostiene en el apoyo militar y que ha conducido al país al más alto grado de pobreza que cabe imaginar.

Simples marionetas o no, estamos a la espera del ajuste de tuercas que necesariamente vendrá, sin caer en extremismos. Como en su momento lo indicó el sacerdote Juan Casiano (nacido en Dobruja -Rumanía- entre 360 y 365), autor de Las Instituciones, “debemos pasar a través del fuego de los vicios que quema nuestras mentes e inmediatamente ser capaces de pasar también a través de las aguas de la virtud que lo extingue”.

@EddyReyesT


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