Es una película venezolana que actualmente está en cartelera nacional e internacional y no sabemos por cuánto tiempo más estará permitida su exhibición en el país. Vale la pena verla antes de que sea retirada de las salas de cine.

Es una película de protesta, fundamentalmente de denuncia, un documental muy bien logrado sobre los métodos represivos, físicos y mentales, aplicados en Venezuela por el régimen chavista-militar-castrista vigente desde hace ya veinticinco años (1999-2023, ambos inclusive), cuando el “comandante eterno” llegó democráticamente al poder el 6 de diciembre de 1998 para desventura del país y de todos los venezolanos, incluidos aquellos que por razones conocidas lo siguen apoyando.

El guion de esta película pudo haber sido escrito por Román Chalbaud (descanse en paz) o por algún otro dramaturgo, guionista o director de cine, teatro o televisión de aquellos que en el pasado, en la democracia de 1958 a 1998, escribieron tantas obras de protesta contra los gobiernos de Acción Democrática y Copei, si hubiesen sido consecuentes con sus ideales de ayer y no con sus intereses de hoy.

En la película Simón se expresan con apego a la realidad las torturas físicas y mentales que el sistema aplicó a los jóvenes que participaron activamente en las protestas populares de 2014 y 2017 y tuvieron la desgracia de caer en manos de los agentes de los cuerpos represivos policiales y militares del régimen. No hay ninguna exageración. Se exponen con exactitud los hechos que han sido denunciados con pruebas y testimonios fidedignos ante la Corte Penal Internacional (CPI) y que este organismo admitió para abrir una averiguación sobre los personeros del régimen que por su posición e intervención puedan ser responsables de crímenes de lesa humanidad.

Simón no es una película de ficción de aquellas que antes de iniciar su temática advierten al espectador que “cualquier similitud con los hechos de la vida real es pura coincidencia”. En este caso, todo parangón con la realidad es fiel reflejo de la misma.

La observación directa de los acontecimientos, sobre todo si se trata de hechos terribles, deja una impresión mucho más viva, impactante y perdurable en la mente del espectador que cualquier narrativa, por más exhaustiva que esta sea, que trate de describirlos.

La verdadera significación de la película Simón es que nos muestra con toda crudeza las técnicas de tortura e interrogación que usaron los esbirros del régimen chavista-madurista para acabar con las movilizaciones populares que se iniciaron en 2002 y que culminaron con los actos de violencia de los años 2014 y 2017. Es como si nos abriera las ventanas de las mazmorras de la dictadura para que podamos observar la actuación de los esbirros del régimen con toda la riqueza de detalles y pormenores que no pueden ser transcritos en ninguna narración.

Toda persona que quiera tener un conocimiento cabal de la verdadera naturaleza del régimen político que se ha apropiado del poder en Venezuela en todo lo que va del siglo XXI debería ver esta película. Ello les permitirá comprender muchas cosas y juzgar con más benevolencia a muchos luchadores valientes e íntegros que supuestamente rindieron su lucha y abandonaron el país para buscar refugio en otras latitudes.


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