La película Simón me pareció excelente. Un tema tan intenso y violento tratado con gran sobriedad. Simón es uno de entre tantos muchachos que han crecido con este régimen dictatorial.

Pedro Mario Burelli escribió un artículo en el que aludía al miedo como pasión que nos impide movilizarnos. Yo menciono la rabia y la indignación con que uno sale de ver la película. Da rabia el maltrato físico y psicológico de que fueron objeto esos muchachos. Da mucha rabia que no podamos salir de este gobierno que nos tiene esclavizados y mudos. Simón y sus amigos querían marcar la diferencia ayudándonos a todos a salir de esto, pero el rumbo de los acontecimientos los hizo sentir que por más organizados y apasionados que estuvieran, nada iba a cambiar.

La agresividad y cinismo de los militares es una de esas cosas que da rabia. Volcaron sus frustraciones en los muchachos, pues nadie en su sano juicio se plantea vivir una vida tan lúgubre, centrados en hacer daño a quien solo expresa su opinión. El ambiente de la cárcel era un asco; era una pocilga: era un lugar en el que todo ser humano termina sintiéndose un animal, pues entre el maltrato y la suciedad la estadía en la cárcel estaba orientada para generar ese sentimiento.

Hay un dejo de tristeza en la película, pues los esfuerzos de los muchachos no llevaron a nada, salvo a acumular muertos. La sensación de impotencia, de estarse pegando contra un muro que por nada del mundo se va a mover, pone triste y llena de miedo. Uno sale (al menos yo) con desesperanza, con tristeza, con impotencia; el hecho, además, de que el líder del grupo haya pedido asilo político en Miami golpea con fuerza al corazón. Se entiende, pero igual da rabia que este gobierno haya generado la fuga de talentos que nos abruma.

Uno se pregunta por qué el gobierno no ha prohibido esta película. Yo pienso que es porque dejarla en cartelera implica que hay libertad de expresión. El cinismo de quienes nos dirigen los hace decir que aquí todo el mundo es libre de crear lo que sueña, tanto como de criticar a quien le parezca. Ellos se han quitado la careta desde hace mucho tiempo y son tan desvergonzados que ya no les importa nada.

Simón es cada uno de nuestros jóvenes, cada uno de nosotros, cada venezolano deseoso de un cambio. Simón somos todos, con nuestras pasiones y con nuestra desesperanza. No podemos dejarnos abatir, porque los dictadores siempre caen.


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