El pasado lunes el presidente Petro destituyó a tres ministros, entre ellos el de Educación, Alejandro Gaviria. Este había liderado la crítica en el Consejo de Ministros a la fantasmagórica reforma a la salud de su colega la ministra de Salud, Carolina Corcho. Junto con él elaboraron el documento crítico los ministros de Hacienda, Agricultura y el director nacional de planeación. Estos no fueron destituidos porque les son indispensables a Petro para sacar en el Congreso el Plan Nacional de Desarrollo, supongo una vez hecho este trámite serán botados como Gaviria.

No se le ha dado la suficiente importancia a esta primera crisis ministerial, aunque se sabía de su inevitabilidad, pues el carácter mercurial de Petro y su deseo de imponer un régimen socialista radical en Colombia, la hacían una apuesta segura de que sucedería, el mismo Gaviria había descrito premonitoriamente lo que sucedió.  En un video en campaña Gaviria señaló que Petro haría inicialmente un gabinete de unidad, pero que no lograría cohesionarlo, pasados seis u ocho meses, “se le desbarata el gobierno y Petro empieza a tuitear como loco y básicamente ese es el conflicto que crea de manera permanente”. (https://www.semana.com/politica/articulo/el-dia-que-alejandro-gaviria-predijo-lo-que-podria-pasar-con-petro-se-le-desbarata-el-gobierno-y-empieza-a-twittear-como-loco/202329/).

Lo increíble de la falta de personalidad de este exministro es que sabiendo lo que iba a suceder se haya prestado para esa pantomima de unidad nacional. Gaviria es un reputado académico, pero adolece de esa falencia generalizada en los políticos del centro: falta de carácter y coherencia. Sabiendo Gaviria que Petro iba a hacer una maroma de unidad, para no poder cohesionarla y en pocos meses ese plan caer en el fracaso ¿cómo es posible que haya colaborado para esto aceptando ser ministro? Supongamos quiso hacer una buena labor persuadiendo a Petro desde adentro de su fracasada intención, entonces ¿por qué no tuvo la fortaleza para defender sus ideas con valentía?

“Que el presidente decidiera relevar al ministro más crítico de esa propuesta, Alejandro Gaviria, y que lo hiciera justo en este momento, marca el derrotero de una reforma que probablemente defina el futuro del gobierno”. (https://elpais.com/america-colombia/2023-02-28/asi-se-gesto-la-salida-de-alejandro-gaviria-del-gobierno-de-gustavo-petro.html). Con nitidez Juan Esteban Lewis resume la situación: sin ambages Petro señala el camino que seguirá a partir de ahora: la radicalización socialista del gobierno, la supresión de cualquier disidencia interna y externa y en consecuencia la implantación de la dictadura del socialismo del siglo XXI en Colombia.

Desde el mismo 7 de agosto Petro fue claro respecto a sus ideas sobre la salud con el nombramiento de Corcho, ratifica su disposición a seguir el camino de la estatización del sistema propuesta en el programa de gobierno y designa como encargada de eso a la más ardiente activista de izquierda dentro del gremio médico ¿a quién se le ocurría pensar que no iba a ser imponer su proyecto socialista de salud la meta de Petro?

Luego de mucho tejemaneje, pretendiendo que se consultaba a los actores del sistema, cuando en realidad solamente se hacía un diálogo de yo con yo entre la ministra y su paladín y portavoz Santana, personaje timador al engañar con sus títulos universitarios y acosador sexual, según comunicado de su propia ONG, ¡vaya que representación del sector salud quería presentar la ministra Corcho! Finalmente, la ministra Corcho presentó el borrador del proyecto a sus colegas, el jueves 9 de febrero. Eliminaba las EPS y creaba un sistema en el que el Estado administra todos los recursos, asegura la salud de los colombianos y audita y revisa las facturas que le envían los prestadores de salud, las clínicas y profesionales.

Punto final al sainete de la reforma, Petro va con todo a la estatización, no hay crítica posible a sus imperiales pretensiones, el que ose criticarlo dentro de su sector sale sin piedad, por los momentos se acepta la crítica de los opositores, mientras se consolida el régimen, pero igual no tiene ninguna importancia pues el gobierno no oye sino a los allegados de la primera dama.

No queda sino los actos protocolares de una supuesta discusión parlamentaria en la cual sucederá lo mismo que con la reforma tributaria: los partidos de gobierno fijarán líneas inamovibles a no pasar en la ley, pero al final las reformas serán cosméticas, el fondo socialista del gobierno se aprueba con algún contentillo para los partidos, que a cambio de mermelada sellan su propia destrucción por el régimen. Esta vez se reformulará una que otra cosa, pero el proyecto de ley en su esencia será aprobado, pero aún, cualquier cosa que se apruebe no tendrá ningún valor, pues los mercenarios conservadores, liberales y de la U le aprobarán los poderes extraordinarios a Petro, con lo cual el hará lo que le da la gana, incluyendo la profundización de un modelo político y económico estatista y prejuiciado contra la iniciativa privada.

La crisis ministerial de esta semana es mucho más que la remoción de unos ministros (de paso la destitución de las ministras de Deporte y Cultura sin siquiera ser avisadas por el presidente y enteradas por la TV, muestra una misoginia jamás vista en Colombia y ante la cual las feministas de pacotilla de la izquierda permanecen mudas) es una crisis ministerial de gran calado con un doble significado: 1) la radicalización del régimen dentro de la óptica del socialismo del siglo XXI; 2) la estatización profunda del país, con la venia cobarde de conservadores y liberales. En poco tiempo veremos los efectos negativos de Petro y Corcho reflejados en un estado miserable de la salud, como el que se vive en Venezuela, presentadas en unas fotografías que el malévolo Petro quiso hacer ver engañosamente que eran de un hospital colombiano, cuando son de hospitales venezolanos, es que precisamente llegar en Colombia a ese estado deplorable de la salud es el objetivo de Petro y ese es el significado fundamental de esta crisis ministerial: la reafirmación del modelo del socialismo del siglo XXI como eje de la acción gubernamental de Petro, con el objetivo de la pauperización de la población para hacerla dependiente de la hegemonía socialista.


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