Hace 80 años apareció en el panorama cultural venezolano el Papel Literario de El Nacional. De niño heredé las lecturas de mi mamá, nieta favorita del general Francisco Tosta García, dueño de medía parroquia de San Juan, político y escritor, presidente del Congreso en tiempos de Guzmán Blanco.  Ella recitaba sus oraciones en francés porque estudiaba en el San José de Tarbes y fue una lectora insigne porque leía a Stendahl, a Balzac, a Flaubert, a Zola y en lugar de contarme la historia de Hansel y Gretel y otros cuentos de los Hermanos Grimm o reviviendo bosques petrificados, me contaba las peripecias de los personaje de las novelas que leía. De modo que yo era amigo de Cordelia, la hija del Rey Lear y conocía a Hamlet y a la desventurada Desdémona. Pero  tuve que esperar que el liceo Fermín Toro se acercara a mí y compartiera el aula con Adriano González León, Elisa Lerner y Luis García Morales para navegar y enriquecerme con los tesoros que me ofrecía el Papel Literario de El Nacional cada semana

Mis nuevas amistades fueron un regalo tan espectacular como el propio Papel porque un par de años mas tarde, a finales de los cincuenta del pasado siglo, iba a conocer a Salvador Garmendia, a Guillermo Sucre y con ellos y otros más, Perán Erminy, Palomares, nacería el Grupo Sardio y la revista del mismo nombre, renovadores de la literatura venezolana y lo fue también el propio Papel porque con él veíamos asomar un nuevo trozo de país, una geografía cultural que no ha cesado de avanzar y afirmarse en largos años de sostenido vigor y yo algunos años más viejo, pero siempre amigo de la desdichada Cordelia.

Hubo otro acontecimiento vinculado al Papel Literario que marcó mi vida cultural en el país venezolano. Tres nombres valiosos e irrebatibles que menciono en orden de aparición. Juan Liscano, Guillermo Meneses y Mariano Picón Salas. Los tres creyeron en mí, creyeron en Adriano, en Elisa, en Luis García Morales, en Salvador Garmendia y en Guillermo Sucre y fuimos invitados a escribir en el Papel siendo unos imberbes y también en la Revista Cal que reunió al Guillo Meneses con Nedo. M.F, (Milán, 1926-Caracas,2004).

Si hubiese sido en El Tiempo de Bogotá o en La Nación de Buenos Aires habríamos tenido que esperar que se murieran los escritores de sus respectivos suplementos literarios, pero en Venezuela los jóvenes ocupan rápidamente lugares de privilegio.

Privilegios tuvimos ya que siempre fuimos bien recibidos y si hubo suerte, ella le cayó a García Morales porque en la repartición de las tareas le tocó comentar Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo. Visiblemente conmovido, Luis declaró que se trataba de una obra prodigiosa y nos pasó el libro. De manera que fuimos los primeros venezolanos que en Caracas leímos a Juan Rulfo, gracias al Papel Literario y no contento con eso volvió García Morales a ser premiado porque le tocó comentar el número de la revista Mito, de Bogotá, la famosa revista de Jorge Gaitán Durán (1924-1962) y el crítico literario Hernando Valencia Goelkel (1928-2004 que daba a conocer El coronel no tiene quien le escriba, la novela  de Gabriel García Márquez. Y volvió García Morales a delirar con los valores de aquel texto y de inmediato nos lanzamos ávidos sobre él y fuimos los primeros en leer aquella novela corta que anunciaba al escritor colombiano más leído en el mundo. ¡Y nuevamente agradecimos al Papel Literario! Y en la fecha actual es Nelson Rivera quien nos mantiene atados a las gloriosas páginas de un Papel que busca mantenerse siempre un poco más allá de su propio horizonte.


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