«He jurado ante el altar de Dios, hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre», aunque el agotamiento nos consume y la resiliencia, a veces, no es tan fuerte. La situación nos aplasta porque nos consume internamente y los sentimientos se encuentran de frente haciendo cortocircuito. Por ligereza de tiempo llegamos a olvidar que somos seres que sentimos y padecemos, ya que nuestra piel no está hecha de acero, ni nuestros huesos son de titanio. Aunque duela, debemos seguir porque para muchos, es la única alternativa.

Estamos en guerra. Vivimos en guerra y es esa guerra contra la tiranía y el atraso la que ha consumido paulatinamente nuestra juventud. Nos ha tocado seguir y no cansarnos para no perder, nos ha tocado tomar otra ruta, ya que rendirse no es una opción; nos ha tocado luchar, sangrar, llorar y despedir. Nos ha tocado respirar el gas inclemente de las bombas y escuchar el ligero silbido de las balas. Nos ha tocado aferrarnos firmemente al brioso caballo de nuestros sueños, porque el pedestal del triunfo, cada día, está más cuesta arriba. Nos ha tocado imaginar otra realidad porque la experiencia no nos lo permite. Nos ha tocado renunciar de momento a nuestras metas y empezar a buscar la manera de subsistir. Nos ha tocado muy fuerte y aún así, seguimos de pie.

Nos han tocado los tiempos más perversos. Nos han tocado los tiempos de tiranía en donde, el liderazgo no se construye detrás de un escritorio, ni con esporádicos recorridos para tener una foto de vez en cuando, ni con la bendición de padrinos oligarcas ni con actividades mediáticas para generar sensación; pues, el verdadero liderazgo se forja bajo la constancia diurna y nocturna, en el roce cotidiano con la gente, en el acompañamiento de la desgracia y el desasosiego, en el compartir de la incertidumbre del porvenir, siempre bajo desmesurados ataques, ante la inclemencia de la persecución, la intermitente cita carcelaria, el desgarrante exilio y a merced de la acechante e imperdonable mirada de la muerte.

Entre lágrimas frustradas y una rabia inconsolable nos preguntamos mil veces ¿por qué, por qué, por qué?, ¿qué no hicimos?, ¿en qué fallamos? ¿Esta situación está huérfana de solución? y sus respuestas, en su mayoría, fueron contestadas por las fronteras y el Darién. Desgarrante, desmotivante, pero son variables sumadas en la fórmula para seguir. Para aquellos que tomaron el turbulento camino político, para los que asumieron a todo su esplendor la rebelión laboral y los que siguen formándose académicamente en está adversidad, entendieron que, sin sacrificio no hay victoria. Hemos decidido luchar en playas o montañas, de oriente a occidente, de norte a sur, en contra de los autores de la crisis para colocarlos en el sitio que la historia les tiene preparado: el olvido.

Nos ha tocado, y la lucha en esta guerra ha valido la pena porque pronto, un nuevo amanecer vendrá. Estamos del lado correcto de la historia, porque detrás de la paz de cada país existe una historia de guerra. Detrás del mural de la misericordia, yace una leyenda sangrienta, pues el camino hacia el éxito como nación está pavimentado por los ladrillos de la lucha, la disciplina y el sacrificio.

Hoy más que nunca debemos seguir reorganizando nuestras fuerzas, sumando a todo aquel que aunque no piense como nosotros, si­ sufre como nosotros y merece lo mismo que nosotros, debemos quitarnos la idea de que esto es una condena y verlo como una lección del destino para mejorar y transformar. No hay que perder la fe ni la esperanza porque un buen amigo siempre dice: «Mientras haya vida, que la esperanza no muera».

@JorgeFSambrano

#RendirseNoEsUnaOpcion


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