Hace pocos días tuve la oportunidad de ver The Social Dilemma en Netflix, un documental acerca del poder de las redes sociales en nuestras vidas. Mientras lo veía vinieron a mi mente dos historias semejantes. La primera fue la famosísima The Black Mirror. Una serie que nos puso a ver, desde hace ya varios años, el enorme poder que tienen las redes sociales y cómo ellas nos puedan enajenar, convertir, desmejorar o incluso decidir invadir nuestro futuro. Particularmente, esta serie a mí siempre me ha gustado mucho pero, como buen terreno de la ficción, es una amenaza que te toca, te deja con un hilito de desesperanza, pero que nunca pasa más allá porque es del terreno de la fantasía. Por otro lado, me vino a la memoria, una interesante película de Pixar, Inside Out, que con muñequitos muy divertidos, nos ponía a pensar acerca de cómo los hilos de nuestra mente se movían o dejaban de mover.

The Social Dilemma se para en el medio de estas dos ficciones, las redes sociales con The Black Mirror y nuestra mente con Inside Out y nos las pone, esta vez, en “la realidad”. Allí está su gran diferencia con estas referencias. No hay fantasías, ni muñequitos que la “aligeren”, solo una especie de relato de cómo los hijos de una familia promedio americana  son controlados en gustos y miedos a través de los celulares. Gracias a esto, el documental no se convierte en una película devastadora, porque lo podría ser. Es, digamos, que el otro lado bonito de la balanza.

El lado duro de la balanza son los testimonios de Tristan Harris, ex diseñador ético de Google; Tim Kendall, director de monetización de Facebook; Justin Rosenstein, el inventor del botón Me gusta; y Guillaume Chaslot, creador de la infraestructura de videos recomendados para YouTube, entre otros, los cuales se encargan de ponernos la verdad ante los ojos. Todos, en cada una de sus empresas, han puesto la alarma de hacia dónde se ha ido el interés del negocio: “Hackear al humano para manipularlo”, rompiendo así el pensamiento naif de que las redes sociales son una herramienta por el simple hecho de que  te ayudan y pasan a ser un elemento de sometimiento porque tiene como función seducirte para lograr que dures más tiempo en ellas y lograr así una adicción con consecuencias bastantes desleales:  alteraciones de autoestima, polarización de opiniones (la cual es extremadamente eficiente para mantenerte conectado) y hasta la radicalización de posturas.

Todos los elementos de las redes están puestos allí. Todas y cada una de las maneras de manipulación están dispuestas y expuestas. La pregunta es: ¿qué hacemos nosotros como personas de marketing, como empresarios, como comunicadores para que esto se detenga? ¿Vendemos más y a quién le importa las consecuencias? ¿De verdad queremos seguir teniendo grillas de 7 publicaciones en Facebook , 7 en Instagram, 4 stories, 2 reels, 14 tweets semanales? ¿De verdad seguimos creyendo que por eso nos “mantendremos en la mente de nuestros consumidores” y las redes nos aumentarán nuestras ventas? ¿O estamos creando más gente con problemas de autoestima, con radicalización por posesiones de objetos o servicios a targets no indicados, o infundir deseos, porque aceptémoslo, trabajamos para ser deseados, creando gustos en la gente?

Admitámoslo, somos, como generadores de la mayoría del contenido de las redes sociales, parte del problema porque si las empresas no se desataran a comprar publicidad (que “bien costosa se pone”), si no generáramos tanto contenido diario, si no demandáramos atención en cada una de las redes en las cuales participamos, no existiera la necesidad de las redes de crear esta adicción. Somos testigos de un acto vandálico, y como testigos callados, somos también cómplices.

Pero no nos sintamos tan villanos. Al final del documental, en los créditos nos sugieren, desactivar las notificaciones para reducir la adicción, no entrar en el círculo vicioso de las recomendaciones ya que esto colleva a encontrar contenidos que manipulan nuestros comportamientos, el consabido verifica las fuentes (tan importante en nuestro país) y el uso de las redes sociales solo por parte de los adultos para poder formar criterio a los usuarios.

Todo esto es muy válido, pero creo que el llamado es a la creación de contenido valioso (¡realmente valioso!), poner nuestra cuota de Responsabilidad Social Empresarial en lo que hacemos y bajar la frecuencia de las publicaciones. Allí es donde, en principio, podemos ayudar a mejorar nuestras comunicaciones y lograr realmente tener “mejores usuarios” y por ende más fieles compradores.

¿Que no ha visto el documental? Véalo, está en Netflix. No he conseguido a nadie que haya terminado de ver el documental y vea su celular con cierto recelo y no le resuene en la cabeza su más lapidaria frase: “Si no pagas por el producto, entonces tú eres el producto”.

 

Tw: @sibarita100

IG: @EnriquePena


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