El Consejo de la Unión Europea sabe que el régimen en ningún momento ha dejado de hacer lo que mejor sabe hacer: violar los derechos humanos de los venezolanos, irrespetar el Estado de Derecho y atacar la democracia. Por esta razón decidieron extender las sanciones hasta 2021.

La Unión Europea no ha perdido de vista que los rojitos insisten en tener sometidos a los venezolanos con la peor de las crisis económica y humanitaria que se haya vivido en el país. No es algo que puedan ocultar, porque esta opresión ha tenido consecuencias palpables y angustiantes en todo el continente y hasta en países más lejanos. Son más de 5 millones que han huido de la tragedia.

El jefe del régimen cree que para la Unión Europea va a pasar inadvertido el hecho de que el presupuesto para la compra de armas es mucho mayor que el destinado para la educación. Pero no podrán gastar esos cobres en los países del bloque. Tampoco podrán abastecerse de sus equipos favoritos, los de represión. Van a tener que seguir endeudándose con los chinos, los iraníes y los rusos si quieren seguir coartando la necesidad del venezolano de expresar su rabia contra los que los están matando de hambre.

Y los 36 rojitos que figuran en la lista negra van a tener que dejar de soñar con París, Barcelona, Roma o Venecia por otro año más, pues ni pueden entrar ni pueden gastar el dinero producto de su corrupción en Europa. Es sabido que no les importa ser señalados de atacar la democracia y de los peores crímenes posibles, pero el bolsillo les debe doler.

Y el mandante que se vaya bajando de la nube si piensa que con las elecciones del 6 de diciembre va a ganar alguna credibilidad. Él sigue siendo considerado el responsable de todos los males y además, por si fuera poco, ilegítimo. Y no es que le importa mucho, pues el jefe del régimen insiste en castigar a los venezolanos con una economía que se los come vivos.

Estas noticias, aparte de la reafirmación de que el bloque europeo desconocerá todo lo que resulte de los comicios de diciembre, no los debe tener muy contentos.

Los venezolanos agradecen este intento de presión que, si no ayuda de inmediato a salir de la crisis, por lo menos saben que la comunidad internacional está preocupada por su destino.


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