La Conferencia Episcopal Venezolana rechazó rechazó los atropellos que han sufrido los obispos de parte de funcionarios públicos en el estado Mérida.
@leoperiodista

I

Hay situaciones que generan malos recuerdos pero que dejan gran aprendizaje, y vivir un huracán fue para mí una de ellas.

“Irma fue un poderoso y catastrófico ciclón tropical ocurrido en el año 2017, el más fuerte observado en el Atlántico desde el huracán Wilma de la temporada de 2005 en términos de vientos máximos sostenidos. Fue el primer huracán de categoría 5 registrada” que tocó las islas del Caribe y el estado de Florida, en donde yo estaba.

La definición no es mía, la recoge Wikipedia. Se dice muy fácil, pero vivir uno de estos fenómenos naturales es realmente aterrador. Pero cuando hablo de aprendizaje es porque la experiencia significó para mí ser testigo de lo que es una gestión de gobierno local y una nacional. Bueno, cuando existen esas instancias que responden por el bien de la sociedad.

Lo escribí cuando regresé a Venezuela, pero quiero recordarlo esta vez por una simple razón, que en este país sufrimos el doble. No solo los desastres naturales sino los políticos.

II

Desde que Irma era un bebé en el Atlántico y comenzaba a tomar su camino hacia el Caribe, los centros meteorológicos no le perdían paso y a la gente le llegaba información por todos los medios de comunicación y hasta las redes sociales personales.

Cuando ya era inevitable su llegada los preparativos tenían tiempo y los planes de contingencia y evacuación ya se estaban implementando en todo el estado. No solo la gobernación de Florida, sino los poderes locales tenían identificadas las zonas de riesgo e iban alertando a los habitantes.

Claro, cualquiera dirá que en cierto modo era fácil, pues tenían más o menos clara la trayectoria de lo que se iba formando, pero varias veces cambió de rumbo. Tanto, que se suponía que no iba a llegar a la localidad donde yo estaba y al final tuvimos que correr. Quiero insistir, no solo estaban trabajando los gobiernos, los bomberos, los militares, los de protección civil, las ONG, sino que la gente tenía posibilidad de comprar lo necesario para resguardar sus propiedades y prepararse para buscar refugio, que los había públicos y privados.

A las ciudades llegaban en caravana camiones con agua, plantas eléctricas y personal que ayudaba a evacuar. Cuando llegó el huracán, la mayoría estaba resguardada y a salvo. Cuando pasó, la gente revisó sus casas y locales y los que necesitaron ayuda la obtuvieron.

III

Pero ¿qué se puede hacer si los camiones de paramédicos y bomberos no tienen gasolina? ¿Cómo se limpian calles y carreteras si los tractores no tienen gasoil? ¿Cómo se socorre a la gente si no hay fondo para las emergencias? ¿Cómo la solidaridad ciudadana llega a los más necesitados si los militares del régimen se dedican a obstaculizar el transporte de la ayuda?

La tragedia es que hubo 20 muertos en Mérida y Táchira por la crecida de ríos y el deslave. ¿Qué será lo que pretende el jefe del régimen? ¿Qué por obra de magia desaparezcan troncos, basura y rocas de las cañadas y los desagües de los pueblos? ¿Eso no es tarea de los gobiernos locales? Ni siquiera en campaña se aprestan a mantener en buenas condiciones la infraestructura de las regiones. Es lógico entonces que cuando la naturaleza dice “A llover” ocurra este tipo de tragedias para las que el chavismo nunca ha estado preparado ni ha dejado que otros se preparen.

La mezquindad y la maldad de prohibir el paso de los camiones con insumos podría calificarse como insólita si no hubiese ocurrido antes. Las quejas de los obispos y curas de Mérida han dado la vuelta al mundo, pero lastimosamente es una realidad que se diluye y de su denuncia pronto no quedará ni el recuerdo.

Tan fácil que sería para el jefe del régimen fingir algún tipo de eficiencia. Socorrer a los necesitados no es ofrecerles apartamentos de la dichosa Misión Vivienda, que también es una promesa vacía. Son más de 20 años de desidia y la historia con la que se inauguró Chávez en 1999, el deslave de Vargas, vuelve a repetirse. Como si la naturaleza dijera: “A ver si aprendieron”, pero no. Es como si no fueran gobierno.

@anammatute

 


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