El arma de la democracia para provocar el cambio político es el voto. El liderazgo político debe convocar es al voto. No hay abstención buena ni mala, solo hay abstención sin ningún tipo de adjetivo calificativo. La abstención es un ejercicio unilateral del ciudadano sin que sea inducido por el liderazgo o por el partido político y si lo hacen, se están haciendo un harakiri. Se arrancan las entrañas a la manera japonesa. Abstenerse es una decisión individual. Como el suicidio.

El régimen ha convocado a una pelea con el referéndum consultivo y la oposición debería de asistir a medirse con el voto asumiendo una línea sin tenerle miedo a los resultados ni a lo que vaya a hacer el régimen con ellos. Hay que asistir a votar con un plan viable en la mano. Ese mismo CNE que va a hacer el referéndum consultivo es el mismo que va a hacer las elecciones presidenciales en el año 2024. A la hora y fecha no hay línea. Y los seguidores se preguntan ¿qué hacer?

El régimen está solo en la cancha. Se está movilizando libremente nacional e internacionalmente para el evento del 3 de diciembre sin que del lado opositor haya surgido alguna señal. En un momento de posiciones y de asumir responsabilidades por los líderes ante un tema de soberanía y de territorialidad como lo es la reclamación del Esequibo, de plantarse por la calle del medio y dictar la línea de votar o no, se le ha dejado al ciudadano común esa papa caliente en la mano en una manera de evadir las responsabilidades.

Un grupo de partidos políticos organizados en la denominada Plataforma Unitaria (AD, UNT, PJ, entre otros) ha dado libertad a sus militantes para que ejerzan en libertad de conciencia, el libre albedrio y le colocan en el aturdido comunicado “para que analicen y decidan libremente sobre las preguntas que plantea este referéndum” en una manera de escurrir el bulto y no mojarse frente a la jugada del régimen. En la misma ola de la subestimación del enemigo y sobrestimarse en la asfixiante ola de triunfalismo y del optimismo derivado de los resultados de las elecciones primarias del 22 de octubre de 2023 se ha dejado que la revolución se suba sola al ring y desde allí mantenga la iniciativa de convocar, de difundir, de decidir sin ningún tipo de eco en el otro bando, y para que ejerza libremente la libertad de maniobrar políticamente ante la ausencia de oponente y las ambigüedades declarativas del liderazgo opositor.

Los partidos políticos y las organizaciones militares son estructuras verticales que siguen la línea trazada desde arriba hacia abajo. Los cuadros militantes de uno y los cuadros uniformados de otro se atienen en seguirla hacia los fines y objetivos políticos y militares de la coyuntura bajo convocatoria, indicación y disposiciones de los lideres o comandantes. En combate se llaman decisiones. Para aquellos cuando hay elecciones y para estos otros cuando hay guerra. Las banderas del libre albedrio, de la libertad de conciencia y del hagan lo que ustedes consideren conveniente en una organización política o en una unidad militar frente a un momento de chiquiticas deja muy mal al liderazgo frente a un enemigo que si sigue una línea, tiene un plan, esta organizado, tiene apoyos nacionales e internacionales y al que eso le ha rendido durante los 25 años de revolución bolivariana. Y eso es lo que están haciendo con el referéndum consultivo sobre la reclamación del territorio del Esequibo y las cinco preguntas que sirven de llamado.

Luego esta el tema: la reclamación que históricamente ya va arrastrando 124 años desde el Laudo Arbitral de París en 1899. Los 159.542 kilómetros cuadrados de ese territorio en litigio con Guyana cubren dos temas que atienden directamente al alto interés nacional de Venezuela y que deben de enfrentarse frontalmente y sin gambetas con un criterio de estado que va más allá del actual régimen usurpador entronizado desde el palacio de Miraflores. Y con esa óptica debe enfocarlo el liderazgo de la oposición dejando de lado el cálculo político, la miopía de la subestimación al enemigo y colocándose en el bolsillo la lupa personal de la sobreestimación de sus propias capacidades. Hay otra tipo de cosas en juego, distintas a las que una visión estrecha y sectaria arropada en el fanatismo y la pasión encuevan para dejar de tomar las decisiones viables que exige el momento y la posición de estado que se proyecta. No es momento de declaraciones para que los seguidores hagan libre interpretación y dibujo libre dejando a salvo la responsabilidad histórica del líder. Como si en 1940, Churchill quien se debatía entre ir a la guerra contra Hitler o hacer un acuerdo de paz; hubiera tomado el metro de Londres y entre estación y estación se pone a consultar a la gente común para pulsar sus opiniones y desde allí sale directo a dictarle a su secretaria el texto del discurso ante la cámara de los comunes ¡Si! Ese donde decide que hay que ir a la guerra contra el nazismo, contra el III Reich y contra Adolfo Hitler. Bueno pero ese era Winston Churchill, un hombre de estado que cuando les dijo a los súbditos de Su Majestad en los micrófonos de la BBC que su oferta era de sangre, de trabajo, de sudor y de lágrimas, estaba pensando en el futuro, en las siguientes generaciones de ingleses y no en el cálculo político inmediato y en el cazagüirismo criollo y vernáculo a la venezolana.

El tema del Esequibo es de estado, de alto interés nacional y va a trascender mas allá de la revolución bolivariana, de esta generación de lideres de la oposición que han tratado de hacerle contrapeso inútilmente al régimen  arrastrando una ristra de pifias y de errores que con cada episodio político del país se reeditan, se pulen y se ofrecen como sepulcros blanqueados a los seguidores con los mismos márgenes de deslices, igual montón de traspiés, y últimamente con algunos mantos de vacilación y ambigüedades en momentos en los que se requiere a la manera del  Florentino Coronado de la novela Cantaclaro de Rómulo Gallegos, de cambiar el menudo por la morocota. Como ahora con el Esequibo.

¿Qué hacer? ¿Se va a votar? ¿No? ¿Si? En cualesquiera de esos casos el liderazgo debe pararse frente a un micrófono y una cámara de televisión, y sin ningún tipo de quirigüiqui retorico asumir la postura histórica de un estadista. Como lo requiere el momento. ¿Cuál va a ser el llamado? El liderazgo tiene en sus manos dos opciones de pasar a la historia para barajarlas en sus decisiones ante el referéndum. Hacer como el abogado norteamericano representante de la defensa venezolana Severo Mallet-Prevost, quien a sabiendas de todas las irregularidades que desembocaron en la injusta decisión del tribunal arbitral que dicta el Laudo de París en 1899 solo se arrima a elaborar un expediente para pasar agachao temporalmente y para difundir después de su muerte, casi 50 años después, donde lo que se sospecha en cualquier lector, más allá del colonialismo y del criterio de imperio en aquellos magistrados, es la venalidad; o simplemente vestirse con el ropaje de estadista de sir Winston Churchill en 1940, que son palabras mayores.

Esas son las encrucijadas a las que a veces se enfrenta un líder para una decisión. Mientras tanto, frente al referéndum del Esequibo, el liderazgo de la oposición sigue severamente perdiendo por no presentarse al terreno de juego. Está muy ocupado suicidándose.


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