No son palabras huecas «serenidad» y «firmeza» en la circunstancia política que vive el país. Han transcurrido 50 días desde el anuncio del cronograma electoral y aún quedan un poco más de 90 días para los comicios del 28 de julio y, visto lo visto, serán muy necesarias la serenidad y la firmeza, palabras robadas a María Corina Machado, que ha hecho de ellas el estandarte de su conducta política, en condiciones de adversidad pero con la convicción de que es la única manera de disputar la victoria política y electoral.

Cuando el gobierno por intermedio del Consejo Nacional Electoral presentó el pasado 5 de marzo el cronograma electoral se estaba apartando de lo suscrito en el Acuerdo de Barbados del 17 de octubre del año pasado. Significaba el abandono de la negociación con las fuerzas que lo adversan para, en su lugar, imponer lo pactado con un grupo de organizaciones políticas, algunas de ellas secuestradas a sus dirigencias verdaderas, que le son afines.

Lo pactado fue ese cronograma de lapsos exiguos para la presentación de candidaturas, para el registro de nuevos votantes y la modificación de sus lugares de votación dentro y fuera del país y para la propia campaña electoral y el acompañamiento de observación electoral independiente y calificada. Se trataba de poner a correr a los opositores dentro de unos tiempos establecidos por el gobierno en fondo y forma, mientras el propio gobierno los podía alterar a su conveniencia y por la fuerza de los hechos.

Pero, aun así, ese cronograma electoral entubado ha sido insuficiente para que el gobierno acorrale, paralice y domine a la oposición democrática. Eso resultó muy evidente con el bloqueo que el CNE dispuso para impedir la candidatura de Corina Yoris y que luego intentó para retrasar la postulación de Edmundo González Urrutia, el candidato presidencial electo por unanimidad en el seno de las fuerzas democráticas opositoras.

La decisión de pelear cada round de este combate ha sido clave. Porque ha descolocado al gobierno, ha dejado sin aliento a quienes usaban el peligro de la abstención para que se aceptara sin chistar la imposición oficialista y ha fortalecido al bloque opositor que decidió en su ámbito y sin interferencias quién encarna su candidatura presidencial.

El balance de estos primeros 50 días es alentador. Pero siempre con los pies en la tierra, sin euforias desatadas ni victorias adelantadas. Hay un liderazgo reconocido,  comprometido y probado en la figura de María Corina Machado; se ha derrotado la idea de la fractura en el seno de las organizaciones opositoras que siguen impulsadas por el ventarrón de las primarias del 22 de octubre y, no menos importante, se ha concitado un apoyo internacional para la realización de elecciones competitivas en Venezuela, en el entendido de que esa es la única manera de superar el conflicto político y dar inicio al rescate económico, social, cultural y político del país.

Aún quedan 95 días por delante hasta los comicios presidenciales. Tiempo para la organización electoral, para la construcción de la alianza política transformadora, para difundir en todos los rincones el mensaje del cambio político, que ahora se consolida en la candidatura de González Urrutia, como el umbral de un tiempo de progreso y libertad y, siempre, con la disposición de ánimo para enfrentar con calma y confianza los embates que vendrán.


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