Nunca nos imaginamos que íbamos a ser víctimas de una  enfermedad altamente contagiosa, que ha afectado a más de 200 países en el mundo y que quizás sobrepasó las expectativas con relación a las consecuencias derivadas por la  falta de ofertas de servicios y una adecuada atención. La pandemia por COVID-19 se ha comportado de manera dinámica, cambiante y diferente a como se han caracterizado otras que hemos conocido a través de la historia reciente. No obstante, a nuestro parecer, como esta ninguna. Tanto  los médicos como el resto del personal de salud, también ciudadanos comunes y con familia, no habíamos vivido una crisis de salud pública de tal magnitud. Sin embargo, nos tocó presenciarla y además ejercer la responsabilidad que implica atender a los pacientes afectados por esta enfermedad, como aquellos que tienen otra no relacionada y que están también en su derecho de ser atendidos. Bajo estas dos condiciones, el personal de salud tiene un alto riesgo dadas las características de esta afección, la cual inclusive puede estar presente en una persona sin ningún tipo de síntomas y no por eso pierde su capacidad  de contagiar a otra.

La pandemia llegó a Venezuela, sumida entre los más altos niveles de pobreza, inseguridad alimentaria, desnutrición infantil y por supuesto en medio de la mayor crisis de salud en toda su historia republicana. Durante estos últimos cinco años el deterioro de la salud pública en nuestro país ha sido de tal gravedad, que la atención oportuna y de calidad que deben tener los pacientes era y es actualmente imposible ofrecerla, a pesar de las múltiples denuncias difundidas por los médicos y el resto del personal de salud. El resultado no ha sido darle respuesta y solución a los terribles problemas denunciados. La respuesta ha sido la represión y la amenaza. Incluso, en los presentes momentos, los cuales son de mayor incertidumbre y de opacidad informativa sobre la pandemia, la cual se encuentra en plena fase exponencial. La última información oficial reporta que se han confirmado más de 20.000 casos, con la relevancia de que el número de casos reportados diariamente es cada vez mayor, además de que predominan los contagios comunitarios. Una situación difícil y alarmante a la que se suma el inminente colapso de los centros públicos de salud y también los privados.

Sin embargo, más alarma está causando las condiciones de trabajo del médico venezolano  y del resto del personal de salud. Ellos están expuestos a un riesgo  altamente peligroso que ya ha reflejado la triste consecuencia de un número importante de fallecidos, en su mayoría médicos. Es notoria la falta de equipos de protección personal con las requeridas condiciones de bioseguridad para atender a pacientes con COVID-19 en los hospitales centinelas Los médicos que atienden en la primera línea de atención están expuestos  no solo por la alta carga viral de los pacientes que atienden, sobre todo aquellos que tienen complicaciones importantes, sino  también están las condiciones hospitalarias bajo las cuales laboran, relacionadas con la falta de insumos  y el gran deterioro de la infraestructura, aunada con la falla de servicios básicos como es el suministro del agua y la luz. Hospitales sin condiciones de aislamiento, con un gran déficit de camas operativas y de unidades de terapia intensiva, con un número insuficiente de ventiladores mecánicos para soporte respiratorio.

Según datos extraoficiales difundidos por la organización Médicos Unidos Venezuela, se han contabilizado, hasta el 31 de julio, 38 fallecidos por COVID-19 que pertenecían al sector salud. De este total 29 eran médicos, 17 en el estado Zulia, que sigue siendo el más castigado por la grave crisis que atraviesa el país. El resto corresponde a personal de enfermería y técnico, los cuales igualmente fueron un personal muy valioso. Para los epidemiólogos y organizaciones relacionadas con la salud no es difícil el acceso a esta información, debido a la comunicación constante entre los centros de salud. Los voceros del oficialismo no han mencionado ni hecho alusión alguna al número de compañeros caídos en el cumplimiento de su deber.

Ser médico en tiempos de esta pandemia en Venezuela se ha convertido en una tragedia, estamos viendo cómo se nos van compañeros con una gran formación académica, quienes estaban haciendo honor al juramento hipocrático. Quién sabe cuántos más caerán. La tristeza embarga al gremio de la salud, pero también  la impotencia y la rabia ante la irresponsabilidad de las autoridades pertinentes. Estas hicieron caso omiso a las advertencias y denuncias con relación a la crisis humanitaria, la cual ya estaba presente mucho antes y que se ha sumado a esta dramática situación sanitaria

@mariayanesh

 


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