Alex Saab
Foto EFE

Según la RAE,  decente es un adjetivo contenido en las siguientes cualidades: ser honesto, justo, debido. Sus sinónimos son casto, decoroso, recatado, íntegro, pudoroso, púdico, moral, modesto. Los antónimos serían por supuesto lo contrario: indecente, impúdico, indecoroso.

Viene al caso jurungar estos términos porque pareciera que estamos profundamente implicados en nuestro fuero interno, nuestra conciencia moral, en episodios que nos obligan a buscar su significado. Ser decente en Venezuela, en estos momentos, significa oponerse al proyecto de destrucción de la democracia que ha instalado el socialismo del siglo XXI en Latinoamérica, una tesis que para lograrse adquiere muchos disfraces, progresista, igualitarista, ecologista, feminista, nacionalista y etc.  Como siempre lo más fácil es poner ejemplos, tratar de confrontarnos con hechos reales.

Empecemos por la impresión que produce al conocer la estremecedora crisis que sacude la educación venezolana, las cifras han sido divulgadas, todos sabemos que en las escuelas hay horarios “mosaico”, los niños van un día sí y otro no a la escuela porque su situación económica no les permite un plato de comida tres veces al día y la escuela básica incumple esta obligación. O bien anticipan que el maestro no podrá estar presente, no puede pagar el transporte para ir a la escuela, el salario del maestro es de hambre. Esto lo sabemos todos los que nos preocupamos por el país, por la suerte de las nuevas generaciones.

En pleno contraste con esta realidad vemos a una ministra de Educación que organiza, financia y disfruta una estruendosa fiesta de fin de año con los mejores manjares y bebidas que corren sin límites entre su gente.

Al mismo tiempo, Nicolás Maduro informa al país: “Extraordinario día, ha empezado el año escolar 2023-2024, 28.304 centros educativos del país, entre públicos y privados, 8.824.000 estudiantes, niños, niñas y jóvenes, empiezan (las clases) de manera progresiva”. Mientras, la ministra de Educación, Yelitza Santaella, explica al canal estatal VTV que el gobierno arregló «más de 7.000 planteles educativos» para el inicio de este año escolar, con reparaciones que incluyeron impermeabilización de techos, acondicionamiento de baños, pintura de las paredes e iluminación de áreas”.

Desde la Escuela de Educación de la UCAB, una fuente irrefutable, recibimos información completamente contradictoria a la oficial: “En el terreno de la educación no se puede mentir, Venezuela retrocede, la apertura de los años escolares sucede en cada vez peores condiciones. Una simple ojeada al tratamiento de la educación por el socialismo del siglo XXI basta para culpabilizar al régimen. La educación está en emergencia. Estamos enfrentando el inicio de año escolar en las peores condiciones de las que tenemos referencia. La crisis educativa venezolana ya es endémica. En un lapso de 26 años no se ha encontrado el primer año escolar que hayamos comenzado en paz. Si no es por crítica a diseños curriculares, lo es por problemas salariales (que es algo endémico), por atribuciones del Ministerio de Educación que no le corresponden y otras. Y si bien se pudiera afirmar que cada año es complejo, las condiciones de agravamiento generales del sistema, de la escuela y la dimensión profesional de los educadores son las ‘peores’ que se pueden registrar. En este inicio, estos tres factores están en una alineación casi perfecta para decirle a la sociedad venezolana: ‘No vengas, no me los traigas, aquí no hay nada qué hacer, no hay esperanza, ni futuro”.

Hay que aceptar que la crisis educativa, “la cual conocemos y no podemos ignorar”, es la peor consecuencia de la pérdida política de la condición de país democrático.

Es claro que la guerra contra la democracia comienza por destruir las instituciones decisivas para un régimen autoritario: la propiedad,  el Estado de derecho, la educación y los medios de comunicación. El comunista italiano Antonio Gramsci proponía como una estrategia superior a la guerra y al conflicto un camino ligado a la educación, basada en la imposición de ideas “asalta jueces, escuelas y periódicos lo demás vendrá solo”. Una simple ojeada a la Venezuela 2024 muestra cómo ha sido implacable el proceso destructivo.

Qué puede hacer una persona decente frente a este hecho, verlo, molestarse, denunciarlo o desentenderse.  Creo que allí directamente nos confrontamos entre ser decente o indecente. Indecente es creer que no me importa, no tengo nada que ver, ya pasé por eso, allá ellos. Esta confrontación nos hace pensar que ser decente no es una simple opción, es un deber moral, seguir indiferente frente a la indecencia pública que exhibe a esta representante del régimen o esforzarnos en crear conciencia, protestar, al menos buscar honestamente estar enterado de lo que está ocurriendo en nuestras narices. Qué juicio podría formarse cualquier ciudadano sobre la catadura moral de esta “ministra de Educación”. Pasamos la página o lo tratamos de alguna manera de enfrentar, divulgando el hecho, reclamando, denunciando, oponiéndonos y apoyando a la gente que está combatiendo esta situación generalizada de indecencia.

Un hecho que nos obliga a definirnos como personas responsables es haber visto como abiertamente se secuestra a gente que representa a MCM en los distintos estados. Evidentemente es una maniobra terrorista contra la ciudadanía, el mensaje es: si te atreves a luchar por el cambio, si te opones y descubres las verdades, te podemos desaparecer.  Hasta el momento en que escribo no sabemos dónde están los secuestrados, qué trato han recibido. El régimen ignora, no comenta en el Mazo, no se mencionan estos hechos. ¿Qué podemos hacer los que profesamos la decencia?

Otro de los sucesos que nos confrontan implacablemente es el nombramiento de Alex Saab como funcionario con poder para decidir en nuestra economía. Señalan que será el responsable del tráfico de embarcaciones que transporta el petróleo venezolano, pasamos del estupor a creer que es mentira. Saab es considerado un personaje con trayectoria delictiva comprobada, condenado por tribunales extranjeros, lo acusan de haber sido capaz de enriquecerse con los recursos de los alimentos de niños y maestros que hoy están fuera del sistema escolar por hambre. Censurado por haberse enriquecido con un tráfico comercial penalizado. Este personaje de nacionalidad extranjera -deshonor para Colombia- hoy es una autoridad en materia económica, el sector donde precisamente se enriqueció y donde sabe cómo mover los hilos para seguir actuando indecentemente. Me pregunto: ¿qué reflexión, juicio, conclusión puede sacar una persona decente de estos hechos comprobados? Saab fue juzgado y condenado por un tribunal de Estados Unidos, no es una calumnia, era reo de la justicia y aquí es ministro del gobierno de Nicolás Maduro.

Igualmente nos impacta el uso de la justicia, la extinción total del Estado de derecho. Se anuncia un cambio en la presidencia del Tribunal Supremo de Justicia y de seguidas aparece el personaje nombrado dirigiendo un saludo a su partido de pertenencia, un acto ostensiblemente contrario a la responsabilidad de presidir el más importante tribunal del país. El principal mérito que se divulga sobre su actuación profesional es la autoría del decreto que prácticamente ilegalizaba las elecciones primarias. El hecho histórico más trascendente realizado por los venezolanos que se atrevieron a actuar como gente libre, desobedecieron este nefasto decreto de forma imprevista, la gente hizo caso omiso a  las órdenes y amenazas del gobierno. Una sociedad civil que mostró su autonomía frente al que la esclaviza. El personaje elegido para presidir este tribunal es precisamente quien formuló el decreto contra la elección primaria. No es de extrañar que su primer acto público a través de los medios de comunicación sea dirigir un saludo a su partido. Su hoja de vida refiere que tiene rato haciendo política, no es un juez imparcial. En diciembre de 2018 fue electa concejal por el Circuito 3 del municipio Libertador del Distrito Capital que corresponde a las parroquias El Recreo, San Pedro, Santa Rosalía y San Agustín, en representación del Partido Socialista Unido de Venezuela, el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), el Movimiento Político Alianza para el Cambio (MPAPC) y Unidad Popular Venezolana (UPV).

Fue antes presidenta de la Sala Electoral del TSJ quien se pronunció contra las elecciones primarias: El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela ordenó la suspensión de «todos los efectos del proceso electoral conducido por la Comisión Nacional de Primarias».

“La Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) admitió el recurso contencioso electoral y ordena suspender los efectos de las fases del proceso de primaria realizado por un sector de la oposición el domingo 22 de octubre.

El amparo cautelar es contra los actos inconstitucionales e ilegales de la Comisión Nacional de Primaria, que realizó el proceso electoral para elegir la candidata o candidato presidencial unitario para las elecciones presidenciales de 2024.

En consecuencia, el máximo tribunal suspendió los efectos de la fases del proceso de primaria y ordena a esta, con base en el artículo 184 de la Ley Orgánica del TSJ, que remita los antecedentes administrativos del proceso electoral, que constan de 25 fases, desde la convocatoria y constitución de Comisión electoral, registro electoral hasta los lapsos de impugnación y depuración de postulaciones.

Asimismo, en esta sentencia el Supremo solicita la remisión de las actas de mesas electorales, cuadernos de votación, papeletas, actas de escrutinio, actas de totalización regional y definitiva del evento realizado el 22 de octubre, así como las actas de adjudicación y proclamación, indicando a su vez el mecanismo empleado para el resguardo del material electoral y el lugar destinado a tal efecto”.

La pregunta directa sería: ¿Es presidenta del TSJ de Venezuela o sólo de sus partidarios? Los ciudadanos decentes ¿qué pueden hacer frente a este hecho contrario a los principios democráticos, a la extinción del Estado de derecho?

Ser decente para los venezolanos tiene profundas implicaciones, el principio es atrevernos a reconocer cómo vivimos. Según Rafael Quiñones sería aceptar “por los indicadores tanto de libertades civiles como electorales, podemos decir que el régimen que sostiene actualmente a Nicolás Maduro es un autoritarismo hegemónico (luego de años de ser él y su predecesor, Hugo Chávez, definidos como autoritarismos electorales). Hay una constante represión policial y penal contra la oposición política; se dan procesos electorales llenos de irregularidades y muchas veces cuando el candidato opositor logra imponerse a pesar de las mismas, su elección es invalidada; se les anulan las atribuciones a los puestos de gobierno ganados por la disidencia política; los medios de comunicación o están estatizados o comprados por empresarios afines del gobierno actual; y el sistema judicial claramente no es independiente”.

Frente a estos angustiosos panoramas y en medio de un año electoral los retos para ser decentes se convierten en Himalayas insuperables para mucha gente. Una posibilidad de que el gobierno reciba nuevos recursos, hablan casi de 10% más de ingresos, recursos que podrán ser utilizados para comprar votos, importar comida y repartir pan a las masas hambrientas, dilapidar en medidas populistas sin freno, es el gran peligro que afrontamos; de allí que ante una percepción de imposibilidad Rafael habla de una “capitulación de los decentes”, quizás por impotencia o no sabemos por qué, pero sí estamos obligados a reconocer una situación que está suspendida sobre nuestras cabezas. Dice Rafael refiriéndose a los decentes: “Están rotos. Han perdido la esperanza en un cambio democrático en el país. Han perdido la esperanza de que los venezolanos dejen de vivir en una tiranía que los hambrea y mata. Han perdido la fe en un futuro mejor, en democracia y en libertad. Están rotos, mutilados. Desesperanzados de forma absoluta pero aún conservando (en apariencia) la mayor parte de sus valores morales, abogan que las sanciones internacionales no vuelvan a ser implementadas sin recibir nada a cambio, para que de una manera u otra llene las arcas del Estado y reactive la economía del país y de esa forma, aunque sea aliviar una pizca de la pobreza que ocupa más de 90% de los hogares venezolanos. Todo eso obviando (a propósito) que, en casi dos décadas de precios petroleros exorbitantes en el mercado, el gobierno nunca invirtió en el país, pero sí en la fidelidad de la coalición de facciones que los mantienen en el poder. Omitiendo el hecho de que, incluso levantando las sanciones, la infraestructura física e institucional destruida del país hace imposible cualquier mejora de la economía venezolana. Porque sin cambio político no habrá reconstrucción institucional de Venezuela y, por lo tanto, despegue político y económico. Estos sujetos blindados con su superioridad moral juegan a sacrificar la libertad de todos para que al menos un puñado de venezolanos tenga una mínima probabilidad de mejor vida”

Ser decentes es el reto, cómo involucrarse en cada escenario de injusticia, pero sobre todo, creo lo más importante, repetir la hazaña del 22 de octubre y del 3 de diciembre. Repetir hasta el cansancio que la gente actuó decentemente contra todo pronóstico, incluso quienes consideraron que era conveniente por el bien general actuar como trataba de imponer Maduro, lo hicieron con reticencia, hasta con culpa. Demostramos que es posible que el camino hacia la decencia sea silencioso, impredecible pero sólido, sin fisuras, incuestionable. Estamos en el tiempo de ser decentes, es posible, ya abrimos las puertas ahora debemos entrar, aunque estemos ante un ataque feroz del régimen para impedir un proceso electoral limpio. No hay forma de que se recuperen y mucho menos dando bandazos con la furia bolivariana, atacando a los militares honestos condenándolos sin juicio, al modo Stalin. Ser decentes sin ser débiles es el desafío.

 


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