Nos viene a la mente la conocida frase del célebre filósofo y matemático francés René Descartes (1596-1650): “Pienso, luego existo”. Considerado entre los padres del racionalismo, Descartes aportó que mediante la reflexión lógica debía darse revalorización a lo que la inteligencia humana podía ser capaz de deducir y entender, sobre el mundo y la sociedad que lo habita. “El sentido común” sobre las cosas podría ser el producto de esa capacidad de reflexionar del hombre, de pensar e identificar la asignación de conceptos para la comprensión de las cosas. A Descartes se le reconoce, gracias a su invención del Sistema de Coordenadas Cartesiano, el haber construido el enlace entre la geometría descriptiva y el cálculo matemático, con lo cual se desarrolló el cálculo infinitesimal.

Entre tanto, y avanzando los años, surgían en Inglaterra otros filósofos que ubicaban más bien en las experiencias vividas, y transmitidas de generación a generación, la mayor capacidad de comprender los procesos, los fenómenos de las cosas del entorno y la sociedad. Qué el filósofo inglés John Locke (1632-1704) explicó mayormente mediante el estudio de los fenómenos, con base a lo empírico, del aprendizaje humano y la identificación del “sentido común”. Lo que significa que si de niño probaste la sal “sabes a que sabe”. Si tocaste el hielo, sabes como enfría tus manos, y cuando aprendes que existe el calor y  que si metes la mano en la candela te quemas. Luego pasas a explicarte el por qué. Con su Leviathan, publicado en 1651, e influencias de sus antecesores como Hobbes, Locke aportó la formulación de la teoría del “contrato social”.

Lo curioso es que más de un siglo antes, en Italia, un hombre prodigioso llamado Leonardo Da Vinci (1452-1519) conjugaba ambos aspectos claves del aprendizaje y del desarrollo del conocimiento entre experiencia y reflexión deductiva. Yo suelo comentar un postulado suyo que me ha acompañado a lo largo de mi vida profesional y reflexiva. Después de haber pasado como estudiante de Ingeniería por el Laboratorio de Hidráulica de la Universidad Central de Venezuela, donde se leía en una pared de la entrada: “Si vas a tratar con el agua consulta primero la experiencia y luego la razón, solo nuestro juicio se equivoca al adelantar resultados que luego la experiencia no confirma” (Da Vinci).

Venezuela está sumida en una tragedia de la que no es posible salir con solo hacer deducciones lógicas. Reflexiones como las que acaba de exponer en una entrevista difundida en las redes sociales la doctora Blanca Rosa Mármol de Léon. A la que, por cierto, sin conocerla personalmente, guardo simpatía y respeto por su trayectoria profesional en el derecho y como exmagistrada venezolana.

No soy de los que voy a engrosar las filas de los que se dedican a hacer oposición a la llamada “oposición venezolana”. Esa que debió sentirse gobierno en resistencia, y asumir otras lineas más consistentes desde que designó a un presidente encargado. Pero si del deber ser se trata, siento mi deber alertar que mientras se reflexione desde el campo de la lógica lo que debería suceder, por ejemplo de repetirse una consulta del tipo 16 de julio de 2017, sin atender prioritariamente la organización del pueblo para la resistencia, y la protesta bien preparada para fatigar al sistema tiránico, atendiendo por supuesto a cuáles son realmente las realidades que se imponen en este mundo de poder y de política de sistemas estructuralmente criminales. No comparto que se nos quiera pedir dedicar esfuerzos bajo la creencia de una participación mayor y multitudinaria del pueblo que la ocurrida el 16 de julio de 2017, en medio de una pandemia mundial, y con el agotamiento y el hambre de un pueblo más bien conducido hacia la migración por desespero. Un pueblo sometido a una división por ineficacia política de dirección al que se le vuelve a preguntar lo preguntado. Eso más bien ayuda a desinflar la moral, y las protestas, justo cuando deberían ser dirigidas a ir  “in crescendo», y al “pie del cañón” para que en diciembre 6 el pueblo abrumadoramente rechace a la tiranía, paralizando el país vía protestas.

La apuesta a una “rectificación” frente al genocidio al que se somete a toda la nación, respecto de supuestos ejemplos de “rectificación” como el de ahora anunciar el pase a juicio, desmontando la absolución de dos militares torturadores y asesinos del capitán de corbeta Rafael Ramón Acosta Arévalo, como para hacer ver mediante una más de sus maniobras, preparando terreno del fraude electoral, que aceptará cambiar hacia un mejor comportamiento en derechos humanos, cuando les aseguro que no tendrá contemplaciones con quienes realmente les exijan cesar la usurpación, es decir, dejar el poder; sea desde la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que preside la doctora Bachelet, la OEA, el Grupo de Lima u otra vez que interceda el mismísimo Papa.

Más de sesenta años desde La Habana ratifican, parafraseando a Da Vinci, que si vas a tratar con las tiranías, como las castristas, consulta primero la experiencia y después la razón, solo nuestro juicio se equivoca al adelantar resultados que luego la experiencia no confirma. ¡Eso sí es  sentido común!

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