Ecopetrol PDVSA
EFE/ Miguel Gutiérrez

Día estadounidense de dar las gracias y me tomo la libertad de usar este privilegiado, milagroso espacio en la web -asediado por la dictadura castrochavista- para divagar fantasías muy personales y cursis en una página seria que incluye el duro humorismo crítico, cuya función es opinar con criterio científico, lo más objetivo posible, respetando a cada opinante, sobre temas que interesan, importan o conciernen al extenso colectivo venezolano –por igual en secuestro y diáspora- quizás también a otros lectores, en todo lugar donde todavía impere la sagrada libertad de expresión.

Es obvio que cualquier opositor argentino capaz de ganar la presidencia es mejor que prolongar el corrupto populismo kirchnerista de cuarenta años, versión moderna del dueto Perón-Evita, fascismo conservado por demasiados adictos. Este recién ganado voto mayoritario del país modelo de civilidad tiempo atrás tendrá la difícil tarea de enderezar y minimizar las cargas de esa lacra latente casi estructural llamada peronismo convertido en culto, tal como lo narró en su novela más que vigente Santa Evita (1995) el periodista-escritor Tormás Eloy Martínez. Y seguir alertas contra un poder judicial manchado de crímenes impunes, exigiendo por ejemplo aclarar con pruebas el asesinato del fiscal Alberto Nisman.

Parece que los problemas económicos y políticos de la Colombia presidida por el raro y contradictorio Gustavo Petro se agudizan al punto que de nuevo visita Miraflores como Pedro por su casa, esta vez anuncia pactos con su homólogo, quizá paisano Nicolás Maduro, acuerdos comerciales de apariencia petrolera o de cualquier otra índole, no se sabe. Pudiera evitar tantos viajes continuos que retardan su  empeño pacifista con sus eternos camaradas, si se toma un reposo para leer con cuidado Cien años de soledad, premio venezolano Rómulo Gallegos 1972 y Nobel 1982, cuyo autor Gabriel García Márquez allí contó mágicamente las hazañas del coronel Aureliano Buendía y familia de 7 generaciones anteriores que abarcaron un siglo por sus fracasados intentos de imponer múltiples revoluciones en aquella Colombia pueblerina que el autor bautizó con el ya consagrado nombre Macondo. Será que don Petro durante su larga  juventud militante guerrillera ya sufría esos lapsos de ausencia o no tuvo pausas para leer un texto tan revelador. Ya es hora.

Sobre el actual, supuesto presidente venezolano inmaduro, ilegítimo, iletrado, incapaz de pronunciar una frase veraz, coherente, bien articulada, promoviendo así chistes a granel sobre el rol de su gendarme necesaria, la cruel doña Cilia Flores, madre física de un poderoso narcoclan. De nada valen sugerencias que alivien con lecturas literarias criollas los graves síntomas de su analfabetismo incrustado con clichés revolucionarios, porque sus varias, muy distintas partidas de nacimiento y su trayectoria politiquera están a la vista sin necesidad de anteojos, innecesarios por demás, pues aunque la tercera parte de los crímenes allí cometidos los hace el Estado terrorista, tiene el aval de un  empresariado que sella sin reservas las decisiones emitidas por la Rusia de Putin vía La Habana, a la vez retransmitidas por este pésimo  locutor. Si acaso le conviene repasar el abecedario y las tablas de restar y dividir. O se divierta identificado con relatos televisivos sobre Pinocho combinados con la adaptación infantil de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Que esta pareja lea Las mil y una noches, donde aparece el relato original, es pedirle peras al olmo. Si acaso leen algo son sus cuentas narcobancarias. De repente, su partido único los cambia por otro par menos vergonzante o decide colocar en su lugar al doctor Jorge Rodríguez Gómez, psiquiatra de la escuela cínica Edmundo Chirinos, quien se supone caletreó las teorías de Carl Gustavo Jung y Sigmund Freud sobre la diferencia entre neurosis y psicopatía, pero junto a su hermana seleccionó la segunda por venganza familiar convicta y confesa y se trata de una condición hereditaria, de allí que ordena el secuestro constante de gringos residentes para usarlos como mercancía de canje y lograr poquito a poco la liberación de sus compinches buscados por la DEA, policía internacional expulsada por Hugo Chávez.

La Cuba castrista tiene un extenso prontuario delictivo en testimonios de perfección artística prestigiados por la prosa del escritor musicólogo y cinéfilo Guillermo Cabrera Infante, refugiado de por vida en Londres, premio Cervantes 1997. Sigo enamorada de Tres tristes tigres, su declaración amorosa para la nocturnidad creativa de la eterna vieja Habana, símbolo de la cubanía indestructible. Nada ni nadie puede borrar para siempre los sacrificios libertarios de José Martí que entre líneas contiene la vasta obra de este autor.

El actual mañanero presidente mexicano declaró que respeta la decisión electoral argentina, pero le disgusta la derecha de ese país, claro, porque le fascinan las izquierdas cubanovenezolanas. Sería prudente que su Secretaría de la Cultura le prepare un resumen del quehacer nacional en esa materia durante el siglo XX y pueda enterarse de que existió el poeta Octavio Paz, quien escribió un análisis detallado de cómo destruye a la nación entera todo Estado totalitario al que llama El ogro filantrópico (1979) y que no por casualidad durante su propia gestión “amloísta” se burocratiza la nación a ritmos de corrupción nunca antes alcanzados.

Bolivia es un hermoso nombre de país, hoy bajo la presidencia de Luis Arce, quien por ser graduado universitario segurito conoce La Carta de Jamaica (1815), en la que Simón Bolívar expone su ideología anticolonialista sustentada en las Revoluciones francesa y estadounidense. Pero este gobernante culto encerró y mantiene presa a la legítima expresidenta socialdemócrata Jeanine Áñez y para broche de oro pacta con la autocracia iraní en términos ocultos. Sus pecados no provienen pues de la ignorancia y su conducta deshonra el apellido del Libertador. Le toca dictaminar el nuevo nombre de ese territorio. Es Irania.

Sentir, disentir y solicitar castigo hemisférico inmediato para la bestialidad sanguinaria del binomio nicaragüense Murillo-Ortega y sus militares, fusión de santería histérica y criminalidad, remite a sanguinarias acciones entre las dispuestas por el emperador Nerón hasta su imitación caribeña en el antro de torturas que es hoy la cuna del poeta Rubén Darío, patria de Sergio Ramírez y Gioconda Belli, entre otros. Vale que algún clandestino les envíe a estos asesinos que la OEA no se atreve a tocar, la descripción de cómo fueron ejecutados por el pueblo enardecido el Duce Mussolini junto a su amante Clara Petacci, una biografía que los asemeja.

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