Segunda Semana Santa que vivimos bajo los efectos de la pandemia; segunda Semana Mayor que tenemos que vivir en cuarentena. Sin embargo, es ocasión magnifica –a pesar de los pesares– para reflexionar, rezar y evaluar nuestra vida en lo personal y en lo nacional.

Sí, tomemos este tiempo para pedirle a Dios por Venezuela. Para pedirle, principalmente, por la salud de todos los venezolanos, y para rogarle por una solución final a la grave crisis que nos rodea y que nos arropa incesantemente.

Estos días, cuando viviremos nuestra fe en la intimidad de nuestros hogares, cuidándonos del covid-19, debemos analizar nuestro aporte personal en el resguardo y la salud de toda la sociedad y nuestro apoyo a la causa de la libertad de Venezuela, pues aquí luchamos contra dos virus diferentes: el coronavirus y el socialismo.

Con relación al primero, debemos ser conscientes de que es una realidad que nos acompañará por largo tiempo, ya que –en Venezuela– no tenemos la capacidad para detener la cadena de contagio, pues no hay voluntad por parte de los usurpadores de vacunar a la población y, por otro lado, es impensable una cuarentena prolongada en una sociedad que vive del día a día, que no posee ahorros ni flujo de caja para encerrarse por largo tiempo.

Es por ello que, como dice el refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”, tenemos que encomendarnos a Dios, pues los retos frente a nosotros no son para nada fáciles o alentadores, y necesitamos que nuestro Señor nos mire con ojos de piedad.

Tal vez la próxima subida del Dr. José Gregorio Hernández a los altares de la Iglesia Católica sea una oportunidad de oro para que nuestra sociedad reavive la esperanza y su fe; alce su ánimo y sienta sus fuerzas renovadas para continuar hacia adelante.

Y ahora bien, con relación al socialismo, estos días deben de servir para terminar de comprender que la derrota de este sistema de gobierno es totalmente vital para el porvenir del país. Más de 20 años bajo este esquema nos ha enseñado que la izquierda solo deja a su paso destrucción, muerte y hambre, que seguir por esta senda sería la negación de la naturaleza y el final de toda esperanza.

Es por ello que todos los venezolanos que amamos al país y luchamos por su libertad, debemos dejar a un lado la apatía y resignación y salir al frente hacia la construcción de una nación realmente dueña de su propio destino y libre de los nudos del servilismo con el cual nos amarró un modelo arrodillado ante Cuba, China, Rusia, Turquía y regímenes semejantes.

El socialismo ha causado más dolor que el mismo covid-19, pues hace sufrir a todos en vida, se enquista como una enfermedad y, cual parásito, vive de la fuerza vital del cuerpo del cual se apodera. El socialismo es un mal mayor, una crueldad sin límites.

Por eso, como nación, debemos pedirle a Dios que nos dé la fuerza, el empuje y la certeza de vencer a este mal que se oculta detrás de la fachada de un pensamiento político.


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