El mundo que conocemos será distinto por el coronavirus; caímos en cuenta de sopetón, los que habitamos el planeta en esta hora, sobre lo frágil que somos. Nos volteó la mirada de la vida. Ojalá cambiemos para bien.

Un dato: una de las mejores prácticas de las corporaciones de primer nivel consiste en elaborar planes de contingencia anuales con sus correspondientes ejercicios. Recuerdo los de la otrora Petróleos de Venezuela -empresa de primer mundo en un país de tercer mundo- que fuera acabada por la bota de Atila calzada por el galáctico y luego secundado y mejorado en lo malo por el heredero usurpador.

La empresa insignia cumplía a cabalidad con esa práctica y tuvimos oportunidad de participar en la contingencia de un supuesto derrame y todos actuamos en tiempo real para tratar de remediarlo. Y luego venía una rigurosa evaluación de la actuación en el siniestro, para realizar correctivos en los protocolos.

Me imagino ahora, como consecuencia de la pandemia que nos rodea, la necesidad de acometer planes de contingencia de orden mundial, para estar mejor preparados ante los avatares que se presentan.

En el siglo XXI estábamos llevando una vida sin pausas, impulsada por el solo afán de lucro y el deseo de vivir el momento y los placeres mundanos, como si la vida se nos fuera a acabar el día siguiente. Grande equivocación, el mundo se nos paró y seguimos viviendo, ahora en vilo, por las consecuencias de una pandemia aterradora.

Aspiramos a que con esta terrible experiencia aprendamos que la vida exige al mundo hacer altos en el camino, y la humanidad deberá volver a la práctica de los valores que les son inherentes. Para que sepamos distinguir que la vida no es un vuelco alocado hacia lo material y el enfermizo consumismo 24 por 24, sino que también tiene su veta espiritual; y la necesidad de volvernos a Dios, de quien estábamos tan alejados.

A los venezolanos nos sorprendió la emergencia en un momento que la república se encuentra secuestrada y ha sido suprimida la soberanía popular. Nos agarró en medio del colapso de los servicios públicos y con una población empobrecida, causados por un régimen nada transparente, que esconde cifras y datos: hace tiempo dejó de publicar el boletín epidemiológico.

Sin libertades el panorama siempre es oscuro y prevalece las mentiras del régimen, que coloca por encima de la vida de los venezolanos el control social, a los fines de su permanencia en el poder.

Nos toca seguir presionando para el cese de la usurpación, tutelada por Cuba y Rusia; nuestro país sin gasolina y se siguen enviando tanqueros a Cuba: una barbaridad. Mientras los productores del campo pierden sus cosechas al quebrarse la logística para la distribución de sus productos alimenticios por falta de gasolina.

Asistimos a la operación antidrogas más grande de Occidente, en la que participan activamente 22 naciones, lo cual calificamos como un signo esperanzador para ponerle coto a una actividad criminal que está matando a la juventud emergente de este nuestro mundo.

No son días fáciles los que corren, pero corresponde intensificar la presión, para salir de una corporación criminal, que el porvenir juzgará de manera terrible, asemejándose en significación histórica a Boves. Rescataremos la democracia.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados! 


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