La miniserie Secretos de un matrimonio, protagonizada por Oscar Isaac y Jessica Chastain, es mucho más que un tributo a una obra clásica. Es una deslumbrante visión sobre los dolores domésticos, el amor moderno y, en especial, el desencanto. Con su aire naturalista, sus largas conversaciones y un ojo cinematográfico que lo abarca todo, la nueva miniserie de HBO es una mirada a las emociones. Pero también al reverso oscuro del miedo a la soledad, el desarraigo y la angustia existencial. 

La miniserie de HBO Secretos de un matrimonio tiene un complicado compromiso. No solo se trata de la nueva versión del clásico de culto dirigido por Ingmar Bergman. También, de la cualidad de documento vivencial que, por enésima vez, trata de explorar de forma realista las relaciones de pareja.

Entre ambas cosas la producción, protagonizada por Oscar Isaac y Jessica Chastain, debe encontrar su propia identidad. Hacerlo además a través de la complejidad de los pequeños dolores invisibles y la constante percepción sobre el desencanto en el amor.

La serie logra todo lo anterior y además se toma el atrevimiento de innovar sobre un argumento considerado fundacional en el género dramático. Bajo la dirección de Hagai Levi, conocido por la extraordinaria serie En terapia, la miniserie es un tributo a una idea profunda sobre las emociones.

Desde el prólogo (un elegante plano secuencia que introduce al espectador en el mundo de los personajes), Secretos de un matrimonio relata la intimidad. La prodigiosa capacidad de Levi para profundizar en la psiquis de sus personajes, se hace imprescindible en la producción. La serie está mucho más interesada en los momentos indefinibles (conversaciones de alcoba, pequeñas riñas agridulces) que en algo más amplio. Y es ese sentido de lo diminuto lo que hace que Secretos de un matrimonio evada los lugares comunes.

El inteligente subtexto sobre lo moral, lo doloroso y lo descarnado de la vida en común está presente como una idea latente. Pero la serie evita con habilidad que sea lo único sobre lo que se sostenga el argumento. En los dos primeros capítulos queda claro que el diálogo que comienza por pequeñas confesiones simples es el abreboca de algo más. El recuerdo, que Levi utiliza con elegancia y firmeza, brinda a la serie una sensación de constante evolución.

Nada es idéntico en la colección de momentos comunes, cotidianos y desgarradores que Secretos del matrimonio muestra. Y esa sucesión de pequeñas pero significativas percepciones sobre la identidad compartida, el miedo y el dolor, son de una belleza radiante. Levi logra que la cámara (y el público) sea un testigo más de una circunstancia con la que cualquiera puede identificarse. Una mirada de poderosa dulzura y a la vez, conmovedora amargura sobre la vida en común de tantas parejas modernas.

Secretos de un matrimonio… a puertas cerradas 

En 1973, la miniserie sueca Secretos de un matrimonio revolucionaba el mundo de la televisión. Protagonizada por Los actores Liv Ullmann y Erlend Josephson como Marianne y Johann, la producción fue un experimento de origen. El largo y angustioso relato de la vida en común de una abogada y un profesor de psicología conmocionó por su honestidad. Bergman, además, le imprimió una profunda condición de elemento inclasificable, con su toques de drama, análisis psicológico e, incluso, un refinado humor.

Al final, el resultado fue tan exitoso que la serie se editó como un largometraje. Fue de esta manera que se estrenó en Norteamérica y se convirtió de inmediato en una sensación y en especial, una reinvención del lenguaje dramático. Ganadora del Globo de Oro a Mejor película Extranjera, la historia terminó por convertirse en fundacional para comprender el sentido de la intimidad cinematográfica. Más allá de eso, es un recorrido elaborado y sutil por el amor, las emociones y el desencanto de la convivencia.

Levi utiliza la misma fórmula de Bergman de mostrar la erosión lenta pero sostenida de un matrimonio. No hay un motivo claro por el que la relación de Mira (Jessica Chastain) y Jonathan (Oscar Isaac) esté condenada al fracaso. Pero lo está. La serie no intenta mostrar respuestas sencillas. En sus primeros capítulos se limita a contemplar con atención el amor y la preocupación mutua que aún comparten los personajes. Pero el amor parece haberse desvanecido en la presión de lo cotidiano, en una toma de conciencia sobre la identidad y el miedo a la soledad.

Levi, todo un maestro del primer plano, utiliza la cámara como un observador que a medida que los capítulos avanzan se hace más incómodo. Para el director, es de considerable importancia mostrar por qué una relación de una década se desploma. Pero no utiliza los habituales recursos de discusiones o la tensión insistente para mostrar el dolor. Chastain hace gala de su capacidad para crear y sostener personajes con profundos mundos interiores. Isaac crea, quizás, el rostro más doloroso de la separación: una letanía profunda de inquietud.

Para cuando Secretos de un matrimonio alcanza su punto más dramático, el silencio lo llena todo. Y esa es quizás la manera más angustiosa de entender el final de una profunda, honesta y dolorosa ruptura que se avizora desde la primera escena. La ausencia de motivos y los dolores fragmentados que la vida en pareja oculta con frecuencia.

 

 


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