Emmanuel Macron, presidente de Francia

La semana que culmina ha originado bastantes comentarios acerca del desempeño de los actores nacionales de lado y lado en las negociaciones que se llevan a cabo en México, como así también ha generado cobertura el comportamiento de Maduro y otros jefes de Estado o de gobierno en la  reunión de la hasta entonces catatónica Celac, apenas resucitada gracias a los nuevos alineamientos que están ocurriendo en el continente.

Sin duda que los cruces entre Maduro, Lacalle Pou, Díaz-Canel , Abdo Benítez y otros han acaparado titulares, como también el sesudo –y frívolo– análisis realizado por  cierto periodismo acerca de la marca del reloj que Nicolás lució en la ocasión como la aparición de una  sortija “verde esmeralda” que debutaba en el meñique izquierdo, significando para algunos su alianza de compromiso con impresentables intereses del submundo del narcotráfico. Durante el discurso grabado para Naciones Unidas ya ese anillo no formaba parte del atuendo presidencial. Cosas de Nicolás o consejo de algún asesor de imagen? Vaya usted a saber.

Sin embargo, poniendo las cosas en el contexto de los acontecimientos mundiales es necesario estar en cuenta de que todo ello, por mucho que nos interese y afecte, son apenas anécdotas en el panorama macro de la geopolítica mundial. Sin embargo, al menos podemos gratificarnos con que Mr. Biden, en su discurso ante la ONU, sí se acordó de nuestra infausta existencia al enumerar los regímenes autoritarios del continente, cosa que no hizo Trump en ninguna de sus apariciones ante ese foro mundial.

En el marco “macro” de la  76ª Asamblea General de la ONU, sí se pudieron calibrar los retos que verdaderamente importan al mundo de hoy y más aún al de las décadas venideras que heredarán nuestros descendientes: cambio climático, CO2, desertificación, pobreza, recursos renovables etc. Seamos realistas: en esos grandes temas que ya acaparan el discurso mundial nuestra patria nada puede decir ni aportar cuando su realidad no le permite siquiera brindar agua, salud, alimentación o seguridad a sus habitantes.

El verdadero eje de la problemática de hoy no radica en la caja CLAP que puede solucionar el problema puntual de una familia o comunidad, sino en los grandes cambios que se están gestando en la geopolítica mundial que tienen el potencial de influir a favor o en contra no solo de un reducido número de protagonistas, sino también del planeta  en conjunto y nosotros, sus habitantes.

Hoy nos enfrentamos a la casi certeza de que Estados Unidos ya ha perdido la posición hegemónica unipolar que tuvo su cenit en 1991 a la hora del colapso de la entonces Unión Soviética. Han aparecido otros actores con peso específico que deben ser tomados en cuenta y como tal generan diferentes alineamientos: China.

La nueva realidad acaba de ponerse en evidencia esta misma semana cuando estalló el escándalo al develarse  una negociación secreta entre Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña, dejando al margen “como novia engañada” a Francia en una alianza político/militar/económica destinada a colocar contención a los ya evidentes planes expansivos de China en la región marítima Asia/Pacífico. Es cierto que la consecuencia más visible y comentada es haber arrebatado a París un jugosísimo contrato para la construcción de submarinos para Australia, pero lo realmente importante es que Estados Unidos tuvo que asumir el principio de “America First” (América Primero) que tanto se criticó a Trump durante su mandato y al hacerlo ello significa de un solo plumazo la revelación para Europa en el sentido de que con nuevos enemigos se requieren nuevos amigos para enfrentarlos.

Europa sigue siendo la aliada de mayor confianza de Estados Unidos y ella debe estar agradecida porque en las dos guerras mundiales (1918 y 1939) la participación norteamericana fue el factor de triunfo frente a los enemigos de entonces. También debe Europa agradecer la reconstrucción financiada con el Plan Marshall y  la existencia de la OTAN que ha permitido hasta ahora contener primero al comunismo y luego el imperialismo de Moscú ya sea en su versión ideológica de antaño o la autoritaria del Putin de hoy.

Pero… hoy Europa tiene intereses que la llevan a mirar también hacia el este y además Trump les puso muy en claro que su defensa no puede ser al costo exclusivo de Washington. Europa sigue siendo el modelo de democracia y de los  valores que atesoramos en Occidente pero… para defenderse del rival de hoy y potencial enemigo de maña (China) las miradas y los recursos deben canalizarse hacia Japón, Corea, la India y el Pacífico. Ello se entiende así sin por ello olvidar la historia de la independencia norteamericana y su guerra de 1812 contra Gran Bretaña, que no hubieran podido gestionar sin la ayuda de la Francia de entonces. Sí… pero eso fue antes… ¡y esto es ahora! Importante tomar en cuenta que el agradecimiento y las alianzas automáticas no son el ingrediente más frecuente en el escenario de la “realpolitk”.

Así, pues, regresando a la reflexión inicial, nosotros, venezolanos, debemos estar claros que no somos el ombligo del mundo, que nuestra condición petrolera –más aun cuanto disminuída  y herida- ya no es carta de negociación como otrora lo fue. Nuestras alianzas son apenas eso, alianzas, no compromisos existenciales y por eso mismo la conclusión no puede ser otra sino que con nuestras propias manos y esfuerzos debemos procurar la reconstrucción aspirando –según sea el escenario– que alguien nos dé una mano, pero sabiendo que esa mano casi siempre tiene un precio. Ya no hay un San Martín ni  un Bolívar que condujeron y regaron con sangre de pueblo todo un continente para después retirarse sin haber colonizado ni explotado a los pueblos que con esa sangre fueron liberados.

@apsalgueiro1

 


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