Los argentinos sienten en la piel la inminencia de una gran crisis. Es una sensación casi imperceptible, un malestar que recorre todo el cuerpo e insinúa que algo no anda bien tras la calma de un día cualquiera. El malestar crece poco a poco hasta que se transforma en preocupación y luego en angustia. La realidad, finalmente, termina dándoles la razón. Esta vez llevan tiempo con la piel erizada, atentos a una nueva debacle. En las calles de Buenos Aires se respira crisis.

Las Bolsas europeas vivieron en días pasados una jornada negra. Las Bolsas estadounidenses han vivido una tarde todavía más pesada, con una caída que rondó el 3% en el Dow Jones y otra de 2,9% en el S&P. Mientras que en Europa tenían puesta la mirada en los malos datos económicos que presentó Alemania (su PIB baja 0,1% en el segundo semestre), en Estados Unidos todos los analistas hablaban de un fenómeno mucho más técnico y que ha hecho que cunda el nerviosismo entre los inversores: cuando en el mercado se pagan más intereses por la deuda a corto plazo que a largo plazo, los nervios se desatan.

La economía mundial podría colapsar en cualquier momento, literal, ¡en cualquier momento! México, Brasil, China y un sinfín de naciones, si no todas, se suman a este riesgo financiero, unas en mayor medida que otras, pero todas las economías mundiales están en riesgo, ¿por qué?, porque simplemente son economías humanas imperfectas y sustentadas en el obtener y en cosas físicas que no perduran.

Este tema nos interesa a todos, y cuando digo a todos ¡es a todos!, ustedes me dirán si es esto cierto o no.

Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, así como la amenaza del brexit, comienzan a pasar sus primeras facturas a una economía mundial endeble. Desde luego, en las economías más dependientes de las exportaciones este hecho está mucho más marcado. El caso de Alemania es el más obvio. En el segundo trimestre de este año, como mencioné líneas arriba, su PIB se ha contraído 0,1%. Desde mediados del año pasado han surgido elementos que dan señales de un riesgo inminente y, a pesar de una política monetaria laxa y una evolución del tipo de cambio del euro favorecedora de las ventas al exterior, las economías europeas siguen acusando el repliegue del comercio internacional. Alemania, la verdadera locomotora de Europa, acabará arrastrando al resto de economías europeas (y del mundo). Los indicadores de crecimiento para el conjunto de la UE en ese mismo segundo trimestre dejan pocas dudas de la desaceleración. ¡Ya está la desaceleración!

Los temores a una recesión están siendo apoyados por los indicadores y por unos mercados financieros inquietos por esa conformación de la curva de tipos de interés que demanda más rendimiento por prestar a dos años que por hacerlo a diez. En diversas ocasiones en las que esa inversión de la curva ha tenido lugar, ha sido una señal válida que anticipaba la recesión. Europa y Estados Unidos ya están brindando registros de menor crecimiento de sus economías.

Estamos ante un escenario mundial donde el riesgo por perderlo todo económicamente es real, sin embargo, algo que la mayoría de la población mundial no aprende nunca, o demasiado tarde, es el manejo de sus finanzas. Nadie nos enseña a manejar nuestro dinero, es decir, obvio que sabemos perfecto cómo administrarnos, ¿no? Seamos sinceros.

La cosa es que cuando al fin llegamos a la edad en que nos podemos independizar económicamente de nuestros padres, no tenemos ni la menor idea de lo que nos espera. Una vez independizados, casi todos vivimos en una lucha constante por equilibrar nuestros gastos con nuestros ingresos.

Una constante que vivimos y a la que nos enfrentamos es la generalización del uso de las tarjetas de crédito, de las divisas plásticas, y que por falta de carácter, las mal utilizamos o simplemente las consideramos una extensión de nuestros ingresos, y esto no debe ser así, si bien las economías del mundo están en riesgo y no podemos hacer gran cosa por esa situación a nivel macroeconómico, sí podemos generar grandes cambios a nivel personal y familiar que impacten de manera positiva en nuestra economía, y prepararnos adecuadamente para las recesiones que están a la vuelta de la esquina.

Antes de que se endeuden al tope, o por si acaso ya están en deudas serias, aquí les comparto algunos consejos para que comiencen a sanear sus bolsillos:

  • Hagan un presupuesto. ¿Cuánto ganan vs cuánto gastan? Puede ser semanal o quincenal. No se los recomiendo mensual, porque si no están acostumbrados a llevar a cabo la planeación de sus finanzas, va a ser de lo más pesado.
  • Ahora que saben cuánto ganan y cuánto gastan, reduzcan los gastos excesivos, es decir, eviten comprar aquello que no necesitan. La pregunta del millón es: ¿pueden vivir sin eso? Entonces, no lo compren.
  • Primero lo primero: aparten, por porcentajes, el dinero necesario para pagar lo más indispensable: la comida; luego la renta o hipoteca y los servicios; finalmente, no se olviden de la ropa, accesorios y hasta el entretenimiento. Todo gasto debe ser planeado. Al principio es complicado o pesado, pero será divertido y luego será un hábito.
  • Ahorren. No solo se puede ahorrar dinero. Piensen: ¿y si dejara de pagar tanto de lavandería, luz agua o gas? Si son más cuidadosos con lo que se desperdicia, a final de mes pueden llevarse gratas sorpresas.
  • La tarjeta de crédito no es un regalo. Si no cuentan con el dinero en efectivo para adquirir zapatos, ropa o una pantalla, lo peor que pueden hacer es “dar el tarjetazo”. Terminarán pagando más del doble de lo que cuesta el producto que adquirieron, siempre será mejor esperar un poco más para comprar sin endeudarse.

El tema de las finanzas es muy extenso, por lo que siempre debemos ser receptivos, aprender en todo momento, nunca sabemos qué, cómo o quién nos va a proporcionar un gran aprendizaje en otros puntos que nos ayuden a mejorar la administración de nuestros recursos económicos.


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