Foto El Ucabista

In memoriam Mikel de Viana, sj

Le hemos dicho adiós a Mikel de Viana. Despedir a un amigo no es nada fácil. Ese amigo de toda la vida, ese ser que siempre me acompañó en las buenas y en las malas, a miles de kilómetros de distancia, pero jamás ausente.

De Mikel se destaca con frecuencia su mente brillante, su carisma, incluso sus desplantes. Sin embargo, hay facetas que me gustaría resaltar. Leí en las redes un tuit de alguien que escribió «Paseaba por la UCAB con un perrito. Si una persona tiene un compañero así es porque ellos detectan la bondad y la bonhomía. Condiciones 100% compatibles con la personalidad de Mikel». A ese comentario, yo respondí y quise precisar que ese perro, no perrito, era un chow chow negro, llamado Urko, que Mikel y yo lo llevábamos a la Escuela de Filosofía de la UCAB y se quedaba en la puerta custodiando la entrada, ante el beneplácito de algunos y protestas de otros. Le comprábamos helados en Crema Paraíso y era un terremoto en la residencia de los padres, hasta que un día, “alguien”, cansado de los “saqueos” que Urko hacía en la cocina, sin consultarle a Mikel, lo regaló. Recuerdo los improperios dichos por Mikel y su molestia que no se calmaba con nada y que le duró mucho tiempo.

Conocí el Santuario y la Basílica de Loyola en 1991 junto con Mikel. Se celebraban los 500 años del nacimiento de san Ignacio y como era de esperar, allá fuimos a parar. Son momentos maravillosos, irrepetibles. En ese periplo fuimos a Navarra, nos detuvimos en el Monasterio de Leyre y nos hospedaron una noche; recuerdo que en la madrugada, Mikel nos despertó a Conchita, su hermana, y a mí para que fuésemos a oír los maitines. «¡Ustedes no pueden quedarse durmiendo, si hay la oportunidad de oír en vivo los cantos gregorianos»! Ni cortas, ni perezosas, acudimos a su llamado. Una experiencia inenarrable.

San Salvador de Leyre se considera como uno de monasterios hispánicos donde se cantó desde un inicio el gregoriano. Se cuenta que esa textura musical, rasgo distintivo de la música medieval, como es el caso del canto gregoriano, se pudieron oír en Leyre desde el siglo XI hasta la eliminación del monasterio durante el siglo XIX por «las leyes desamortizadoras». Una vez restaurada la vida monástica en Leyre en 1954, los monjes de este monasterio ―integrantes de la Congregación benedictina de Solesmes― celebran la liturgia conservando el canto gregoriano, por cierto, declarado patrimonio cultural de la humanidad. Pudimos disfrutar de este regalo, en su ámbito legítimo: la ceremonia monacal se celebra en la iglesia de San Salvador (ss. XI-XII), prerrománica, restaurada en estilo románico. ¡Cómo perderse aquella mise-en-scène de los maitines absolutamente inefable!

Seguimos el viaje y visitamos, en plena costa vasca, a San Juan de Gaztelugatxe, que está unido a la costa a través de un puente de piedra y una escalinata de 241 peldaños. Al final de las escaleras, en lo alto, hay una hermosa ermita y, sobre todo, se pueden apreciar unas espectaculares vistas al Cantábrico que ha tallado en la isla, acantilados, túneles y arcos inverosímiles. ¡Si usted, amigo lector, va por esas latitudes, no se pierda esta maravilla de la naturaleza! Cuando yo logré subir, a pesar de un calzado nada apropiado para tal aventura, ¡Mikel lanzó las campanas de la ermita al aire para celebrar que lo había logrado!

Muchos de los que conocieron esos años de Mikel en la UCAB, también recordarán la procesión de las antorchas organizadas por él. Al lado de estas experiencias, también están las visitas a las que lo acompañé a enfermos terminales. Era muy cercano al sufrimiento de estas personas a quienes les daba un fuerte apoyo moral.

Asimismo, acuden a mi mente momentos vinculados con el proceso político. Fueron períodos muy difíciles y ¡un fatídico día nos arrancaron a Mikel y salió al exilio! Ese dolor desgarrador no solo lo acompañó siempre, sino que le quitó la vida. Nos destrozó el alma a sus seres más cercanos.

Hace pocas semanas atrás, estábamos comentando un artículo mío que mandé a una revista española y que se titula «Matteo Ricci sj: un símbolo de armonía y amistad entre Oriente y Occidente», que, a su vez, es la ponencia que envío al Congreso de COMIUCAP en Manila de este año 2022. Mikel estaba entusiasmado con el artículo e intercambiamos varias ideas al respecto. De pronto, no me volvió a contactar y pensé que estaba muy ocupado con un curso que estaba programando sobre Lutero y Erasmo de Rotterdam. Pero, no era el curso. Había sido hospitalizado y en la noche del 4 de agosto, madrugada del 5 en Deusto, Mikel partía a encontrarse con Nuestro Señor.

Haciendo memoria no solo de estas anécdotas, sino otras y que sería muy largo reseñar aquí, comprendí por qué hay que dar gracias por la vida de Mikel. No siempre tenemos la Gracia Divina de contar con una amistad de este calibre. Más que Amistad, fue Hermandad. Mikel, dejaste un vacío inmenso.

@yorisvillasana


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