No hay que ser un gran vidente. En realidad no sé si Nostradamus predijo lo de las movilizaciones humanas por guerras o desastres naturales. Guerra hay en Ucrania, aunque simulada tras una invasión generosa de rusos perseguidores de neonazis. También la vemos en Siria. La guerra del mayor desplazamiento actual del planeta, el de nuestros compatriotas venezolanos, resulta de otro género, bastante original. De un régimen macabro contra una población indefensa, pero que mantiene la lucha cada día por su liberación de quienes tienen secuestrado el poder.

Ahora la guerra es económica en Venezuela, sí, y psicológica también según dicen las cifras de suicidio jamás antes vista entre nuestros coterráneos. Por no hablar de la cifra del hambre o la desnutrición. Empleos no. Empleos hay por doquier. Lo que no existe ya más es el trabajo. A mi parecer todo el juego con la vida humana de millones de centra en la necesidad del régimen del terror de hacerse de unos buenos millones de dólares al que no le dan acceso por las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen que de mantiene al margen de la democracia y las libertades. Y las sanciones que bien pesan las impusieron, las continuarán profundizando porque el régimen que ofrece apertura para unas próximas elecciones libres no cumple, el régimen cuyos miembros en su mayoría están señalados por la Corte Penal  Internacional como criminales de lesa humanidad, no cede en su vulneración permanente de los derechos humanos para continuar asido al poder.

Ante las sanciones, que tuvieron el año pasado una especial abertura que ha permitido que este inicio de un nuevo periodo anual haya salido el primer cargamento petrolero para una empresa americana, en atención a algunos acuerdos logrados en México, el fulano régimen que ha resultado un desastre mayor para la humanidad, enfrenta al ciudadano común, al trabajador público, al profesor, al maestro, al jubilado, al pensionado, al policía regular, al bombero, al personal de salud; médicos, enfermeras, y más. Les quita los sueldos. Elimina el valor del trabajo. Elimina la dignidad de quien trabaja en función de mostrar al mundo que supuestamente no tiene cómo pagar un aumento que permita escalar más allá de seis dólares mensuales el valor del trabajo en su salario mínimo.

Ese mismo régimen al que le hemos detectado regalar petróleo a Cuba permanentemente, o perdonar la deuda de algunas otras islas o países del Caribe. El mismo que tiene en el arco minero una productividad desmedida que ha acabado con el ecosistema en estados como Bolívar y Amazonas, denunciado recientemente hasta por un afamado actor de Hollywood. Ese que ha situado a Venezuela en el primer lugar de los países que esparcen refugiados por el mundo, es el mismo que la ha situado en el cuarto lugar de corrupción del planeta. Se dice fácil todo esto. Las afectadas son las personas que se preguntan que van a hacer con seis dólares al mes si ese monto no llega a cubrir la comida por un día o los pasajes para acudir a laborar o alguna medicina para un resfriado. Esto en un país que hace años, mucho antes de las sanciones, viene sometiendo al trabajador a sueldos apegados a la pobreza extrema. A una desprotección social absoluta. En el que no hay hospitales públicos funcionales, donde las clínicas se hacen inalcanzables porque el seguro social no las cubre y los otros centros de salud no sociales se hacen imposibles de pagar para la inmensa mayoría.

La situación de venezolanos huyendo se va a incrementar necesariamente. El ciudadano de aquí seguirá escapando por su vida. Por la respuesta emitida para ellos y para quienes luchamos en protesta permanente para que se se atiendan estas necesidades. La respuesta la emitió en la que ellos llaman Asamblea Nacional, la suya, porque desconocen separación alguna de poderes y se inventan instituciones de serviles a su servicio: aguanten, resistan el hambre, la calamidad de la necesidad permanente, mientras se busca partir el brazo de quienes sancionan por una apertura democrática. O mantienen detenido a un «diplomático» que junto a los sobrinos liberados cuesta defenderlos buena parte del sustento de nuestras necesidades como población.

Las sanciones le han dado duro, en la madre, como decimos aquí. Su escudo miserable, cobarde, es la pobreza y las carencias de toda una nación. Tal vez el propósito sea llevarnos al primer lugar del mundo en corrupción. Ya el de desplazados lo ostentamos. Porque si liberan las sanciones sin la posibilidad de liberar el país, la precariedad del trabajo seguirá, mientras ellos lucen en cuentas bancarias, en bienes y servicios los actos de su tenencia del poder secuestrado.


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