Hoy en día muchos sostienen la tesis de que la supremacía económica china está experimentando dificultades de una gravedad tal que su fortaleza ya no tiene el sustento de hace algunos años y que el país asiste a un debilitamiento sensible de su dinámica y de sus variables. Estos argumentan que los virajes emprendidos por sus gobernantes y los incesantes cambios en la geopolítica mundial son los responsables,  pero también le endosan al régimen totalitario y controlista de Pekín buena parte de las causas.

Quienes se encuentran a favor de los Estados Unidos dentro de la gran diatriba de poder que se ha generado entre ambas potencias son quienes mas sostienen la tesis de que el modelo expansivo chino está llegando a su fin y que no está en capacidad de disputarle la primacía al gigante americano.

En esta columna y en la próxima entrega, dentro de una semana, trataremos de demostrar que los gobiernos chinos sí han sido exitosos en emprender ajustes cada vez que los modelos han comenzado a mostrar signos de agotamiento y trataremos de ver objetivamente el momento actual a la luz de la realidad geopolítica internacional de hoy.

Den Xiaoping y Xi Jinping, dos reconocidos jefes de Estado y titanes de la política china, estuvieron a la cabeza de transformaciones muy profundas en la manera de administrar el país y su economía y de concebir el gobierno.

La realidad es que el modelo de una economía aperturista centrada en las exportaciones implantado desde 1978 por Den provocó, durante tres décadas, un crecimiento desmesurado. Ella estaba acompañada de una enorme dotación de trabajo al interior del país con salarios muy bajos, una extraordinaria tasa de ahorro y la afluencia de capitales en forma de inversión extranjera directa. Mientras el país se iba transformando en “la gran fábrica del mundo”, todas las previsiones de crecimiento fueron superadas. Durante 28 años el PIB nacional creció a una media de 9,7%. A la vez, la productividad del trabajo que en 1980 equivalía al 5% de la norteamericana, treinta años más tarde la superaba en un 15%.

Un impulso grande al crecimiento económico y a la productividad lo habían aportado las ingentes cantidades de inversiones que se hicieron presentes, apuntalando la expansión. Para inicio del nuevo siglo, el país ocupaba el primer lugar del mundo en el índice de confiabilidad para las inversiones extranjeras directas y durante la primera década de los 2000 el destino de estos capitales ya estaba migrando desde la manufactura hacia los servicios y las altas tecnologías.

Ya para el inicio del mandato de Hu Jintao en 2007 la desaceleración se comenzó a  hacer presente y ello dio lugar a los primeros ajustes gubernamentales para corregir las falencias del modelo y, sobre todo, para disminuir la dependencia de las exportaciones.  Solo que esa gran dependencia del exterior hizo que la economía china también flaqueara cuando sus principales socios comerciales conocieron momentos de inestabilidad o contracción con la crisis financiera mundial de 2008. China no estaba inmune a la debacle de los mercados.

Pero es solo a la llegada de Xi que el derrotero gubernamental en materia económica deja de ser lo externo y el consumo interno se volvió el rey.

Les contaremos los cambios que el actual mandatario introdujo en esta misma columna, la semana que viene.

 


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