El general Padrino López, ministro de Defensa del régimen, parece andar “alzado” estos días, para utilizar el término que en Venezuela usualmente designa actitudes rebeldes y levantiscas, propias del amotinamiento. Lo que no queda claro es contra quién, o quiénes, se ha alzado el general Padrino. No tiene demasiado sentido alzarse contra la oposición, que al fin y al cabo no está en el poder. ¿Y entonces?

La intervención del ministro, anunciando de manera pública y notoria que los militares venezolanos no permitirán que la oposición democrática retorne al poder, luce bastante inoportuna. Pero no solo eso: era a decir verdad innecesaria. Todos sabemos que el Alto Mando Militar venezolano, y tal vez muchos más dentro de una institución que experimenta a diario los embates de la corrupción del régimen, el espionaje, la represión y el miedo a las delaciones, forman parte del entramado de poder vigente en el país.

Sabemos de igual modo que al régimen le conviene mantener una cierta fachada, tanto hacia el ámbito externo como interno, que permita, de un lado, un apoyo mínimo pero crucial a sus maniobras “democráticas”, en especial a sus farsas electorales. De otro lado, no le interesa al régimen que su ministro de la Defensa contribuya a despojar a aquellos sectores de la oposición, normalmente preparados para hacer de comparsas si la recompensa es satisfactoria, de la escasa y frágil cobertura que aún resguarda sus indignidades e impudicias. Todo ello sin olvidar a los analistas y comentaristas, casi siempre pertenecientes a las generaciones más jóvenes, que siguen argumentando que la oposición puede y debe ganar las elecciones, las que vengan y las que sean, para así “conquistar espacios” y avanzar hacia la tan ansiada liberación.

En lo que tiene que ver con la fachada hacia afuera, a los europeos, de manera particular, les importa mucho que el régimen les proporcione excusas, aunque en ocasiones sean bastante débiles, para mantener viva la esperanza de un “diálogo” que conduzca a las famosas elecciones libres, justas y transparentes. En tal sentido, debemos recordar que la diplomacia deviene con frecuencia en un ejercicio de acrobacia ante espejos distorsionantes y laberintos inacabables, un ejercicio que haría las delicias, de producirse en el plano literario, del propio Jorge Luis Borges.

Los factores antes mencionados, insistimos, no deben estar contentos o agradecidos hacia el general Padrino López, quien con sus palabras les coloca en un terreno todavía más pantanoso del que ya pisaban.

Cabe por tanto preguntarse: ¿consultó Padrino López a los amos cubanos del régimen, a sus estrategas políticos, sobre lo que pretendía decir? ¿Sometió con la debida anterioridad sus palabras a la consideración de Maduro, entre otros? ¿O fue acaso su intervención producto de la improvisación, la imprudencia o cierta falta de malicia política?

Resulta cuesta arriba contemplar tales conjeturas. Ahora bien, a veces tendemos a atribuir a los que ejercen el poder una visión y capacidad de maniobra que no toman en cuenta el azar, torpezas, incertidumbre y pasos en falso siempre presentes en los asuntos humanos.

Sea como fuere y para proseguir con nuestras especulaciones, lo que creemos realmente relevante es evaluar las consecuencias de las palabras de Padrino López. En primer término, como ya apuntamos, comprometió a fondo y sin ambigüedades al sector castrense en la protección de la dictadura y el aseguramiento de su perdurabilidad en el poder.

En segundo lugar, el jefe militar vació por completo a las elecciones, las que ocurran bajo este régimen, del sentido esencial de los comicios libres en una democracia, es decir, la efectiva posibilidad de que los que están en el poder dejen de estarlo, si el resultado les desfavorece.

En tercer lugar, el general arrinconó al sector cooperante de la oposición, para emplear hacia ellos un calificativo no demasiado infamante.

Surge otra vez la interrogante: ¿actuó Padrino López de modo independiente?, ¿se salió del libreto de sus presuntos jefes políticos, cubanos y venezolanos?, y si así lo hizo, ¿fue ello deliberado o producto de la indiscreción o el descuido?

Este episodio podría ser uno más de los tantos, efímeros y estériles, que colman hasta la saciedad estos tiempos venezolanos. Lo que por los momentos puede afirmarse con cierta seguridad es que el ministro de Defensa de la dictadura puso aún más a la defensiva a los que siguen haciéndose ilusiones sobre la índole del régimen, y en torno a los propósitos irrenunciables de sus cabecillas y aliados externos, comprometidos con una hegemonía que debe ser preservada a toda costa.

Pensándolo mejor, y como observación culminante de estas notas, es posible que las palabras del general Padrino López lo que hicieron fue arrojar una última paletada de tierra sobre la sepultura de aquel lema que rezaba: “Ejército venezolano, forjador de libertades”.


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