Llegó la hora ciudadana, el colapso de la nación convoca a una acción determinante para acabar con la corporación criminal que llevó al país al despeñadero; sin remilgos hay que asumir el divorcio con separación de cuerpos. No se puede negociar con quienes nos malograron.

Ha llegado el momento de conformar un movimiento definitivo de ruptura, articulado eficazmente para producir el cese de la usurpación. Con sentido de realidad y coraje, desplegado a la acción final, cuando nada hay que esperar de un ecosistema embadurnado de corrupción, mentira y narcotráfico.

El país merece otra cosa. Ha fracasado el modelo mental de los politicastros motivados por intereses particulares, que la conchupancia con criminales los asemeja, aunque se escuden en el discurso baboso y falso de la lucha por “la libertad y rescate de la democracia”.

Aspiramos a una ruptura protagonizada con gente comprometida con los valores de la integridad, decencia, grandeza y desprendimiento. Enfocados en alcanzar el objetivo de la ruptura y desterrando, al propio tiempo, la posibilidad de reconstituir a viejas cúpulas disfrazadas de nuevas.

El ecosistema de relaciones criminales no cesó con la muerte del galáctico sino que continuó vivito y coleando con la usurpación, y ciertamente gozando del apoyo de politicastros que conviven dentro de un saco de gatos, buscando intereses crematísticos y carentes de la grandeza que demanda la hora actual. Es sabido que el ecosistema del mal determina, por su naturaleza criminal, la violación sistemática de los derechos humanos.

La decisión de unos pocos malhechores nos trajo hasta aquí, sostenidos por la fuerza dura de quienes ultrajaron y acabaron con las Fuerzas Armadas democráticas, y pretenden reducirlas a un cuerpo que sostiene a una dictadura por la complicidad de los altos mandos.

La corporación criminal condujo a una emergencia humanitaria compleja que venimos arrastrando antes del covid-19, con una economía que decreció hace 7 años a la mitad. Venezuela está en desventaja con respecto a otros países, para recibir las mismas medidas con miras a paliar los efectos de la pandemia. Insistimos, veníamos ya en franco deterioro expresado en letales servicios de salud, agua, electricidad, gas doméstico e Internet y ahora sin combustibles.

Y no digamos de la fundamental educación pública, básica y de bachillerato, destartalada, destruida por el régimen y que se limita solo al otorgamiento de títulos sin valor porque no reflejan que sus portadores hayan alcanzado los conocimientos para superarse y ganarse la vida.

Vivimos las consecuencias de un modelo político y de vida criminal, de puertos y bodegones. “Si tú produces me apagas el país porque no hay electricidad, agua ni combustibles”. Un modelo pernicioso importador bueno para los robos de los capitostes y no para el bienestar de la gente, basado en que es más barato importar que producir. Causante de hambre, miseria y muerte. Se calcula que 43% de las empresas cierren ese año.

La decisión correcta es trabajar por la ruptura, apegados a la verdad y conformar un gobierno de emergencia con gente honesta a carta cabal y con coraje.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!


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