Nadie se somete -voluntariamente- a un régimen que niega las libertades y viola sistemáticamente los derechos humanos, que ha saqueado material y espiritualmente al país, respondiendo a su naturaleza violenta que no puede obviar. Es parte consustancial de su ser el sometimiento a través de la miseria, que reduce a los ciudadanos a meros objetos. Bofetadas al alma son el miedo, el hambre, la represión (sus pilares básicos), la mentira y la rapiña. La crisis es estructural y no ha resuelto los problemas de agua, electricidad y transporte. Son formas de quebrar el alma. La sociedad ha sido secuestrada; el ecosistema criminal aplica con impudicia técnicas de manejo de la psique colectiva: parte integrante del proceso de ingeniería social. A eso responde el círculo diabólico: “informa-desinforma-confunde”.

Queda en evidencia el sentido oculto de su narrativa que habla del bien común y en la acción no se ve la correspondencia. Los que nos colocaron en bancarrota son incapaces estructuralmente de abonar a la recuperación. Vinieron a apoderarse de la conciencia de las personas, por eso las aplastaron al cogerse los medios de comunicación social. Marchan a contrapelo de la libertad, la democracia y la evolución del mundo. Este modelo no sirve, 25 años de ignominia lo comprueba. Hemos sido saqueados como nación y ciudadanos al infinito.

“La gente sorprende”, esta frase la escuché en boca de dos reputados sociólogos del país, que coinciden en el hallazgo de brotes de institucionalismo enfocados en el rescate de nuestra libertad y nuestra conciencia, para que no nos sigan robando nuestra capacidad de pensar y reflexionar.

Un millón de  trabajadores de la educación, la salud y el sector público, irrumpieron y se han movilizado a lo largo y ancho del país. Han dado ejemplo de la elocuencia de las acciones. Las instituciones están formadas por conceptos, entidades, valores, informaciones no deformadas por la mentira, manera de organizarse y resolver las cosas. Son las premisas culturales a las cuales nos adherimos.

Más allá de las reivindicaciones salariales ha quedado en evidencia la importancia del maestro, en cuanto a su labor educativa, al enfrentar a los agresores con el aserto de que son el alimento cultural de sus hijos. Es la cultura lo que nos va a salvar. De aquí están emergiendo líderes conectados con los problemas reales que transpiran integridad. El nuevo liderazgo está llamado a convertirse en el traductor político de esa voluntad de lucha.

Abandonemos la parálisis y pasemos a la acción. Se requiere entereza e integridad, imaginación e inteligencia colectiva. La llama de la libertad arde en el corazón de los venezolanos.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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