diálogo México
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Desde que se inició la ronda de reuniones facilitada por el reino de Noruega en México entre el gobierno chavista y la oposición, estuvo claro que, además de buenas intenciones de los organizadores (y se entiende que de algunos asistentes no oficialistas), muy pocas cosas tenían en agenda como para cambiar el rumbo del país.

Pero se encontraron alrededor de una mesa las dos delegaciones y los terceros y aparentemente avanzaron en “algo”, entre esos puntos, las elecciones de autoridades regionales y locales, que perdió la oposición por la manía de no exigir lo obvio, lo que tanto se les señaló. Hay que pensar que es una manía y no que son mansos corderitos que se dejan engañar una y otra vez.

Tuvo que ocurrir la extradición de Alex Saab a Estados Unidos para que el jefe de la delegación del gobierno chavista se quitara la careta frente a todo el mundo y evidentemente pusiera una condición que de una vez echaba por tierra ese “diálogo” que pintaban tan bonito. Sobre todo porque las verdaderas intenciones de los oficialistas para sentarse con la oposición es ganar tiempo y engañar para que al fin les levanten las sanciones. Como en ese plano no se movía nada, metieron al testaferro en la ecuación y consiguieron la excusa perfecta para levantarse y no volver.

¿Cuál será ahora la razón por la cual el gobierno interino y Juan Guaidó están tan interesados en volver a reunirse con los representantes de Nicolás Maduro? ¿Aclararon ya sus objetivos con estos encuentros? ¿Se van a poner a negociar de una vez por todas asuntos que en verdad ayuden al país a salir de la crisis o van a seguir por las ramas? Porque ni siquiera han logrado la liberación de todos los presos políticos, o por lo menos los que están gravemente enfermos.

¿Que Estados Unidos y la Unión Europea van a “suavizar” las sanciones para que regresen a México? ¿Están tan seguros de que pueden conseguir algo tan significativo como un adelanto de elecciones presidenciales? Porque eso sí valdría la pena. Pero prometer reducir las medidas en contra de un gobierno que lo que quiere es seguir metiéndole mano a los fondos de la nación que están represados en estos países amigos es demasiado temerario.

Es cierto que la comunidad internacional tiene pocas herramientas para presionar al gobierno de Maduro. Pero también es cierto que los que deben ejercer esa presión son los venezolanos a través de sus líderes opositores, porque los países amigos les han ofrecido gran apoyo, pero hasta donde pueden.

Entonces, claridad de objetivos y de estrategias. Pónganse de acuerdo, traten de ganar de nuevo la credibilidad de la gente y no pierdan este año que apenas comienza.


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