Los servicios occidentales de inteligencia y seguridad, tanto en Europa como en Estados Unidos, detectaron una importante presencia de agentes rusos en los intentos separatistas catalanes, tanto en Junts como en ERC, para agitar las reivindicaciones nacionalistas en los tiempos que precedieron y siguieron al ilegal referéndum y a la aberrante declaración de independencia del 2017. Esos mismos servicios siguen alertando sobre la continuada presencia de los moscovitas en las mismas intentonas. Que, como es bien sabido, forman parte de las acciones políticas, nunca mejor llamadas subversivas, ordenadas y diseñadas por Vladimir Putin para debilitar a la Unión Europea en general y a sus miembros más frágiles en particular. Con la evidente y bien conocida finalidad de crear en el continente una masa amorfa sin otra voluntad que la de no estorbar demasiado a lo que en sus tiempos fue la URSS y hoy, de acuerdo con los parámetros de entonces, se conoce como el Putinato. Ello tiene una evidente y turbadora realidad: en verdad Sánchez no está negociando con Puigdemont, al que los castizos ya conocen como «El Puchi», sino con Putin, verdadero y ultimo promotor colaboracionista de lo que los separatistas catalanes persiguen: la desaparición de España.

Algo parecido y desgraciadamente similar, y no sería extraño que en ello también participaran activamente los sempiternos agentes de Moscú y hoy de Putin, sucede con las negociaciones entre Sánchez y el terrorista convicto y confeso que nació llamándose Otegui y hoy se ha «euskaldinizado» para llamarse Otegi. Ese maestro de repetidos secuestros y violencias varias tiene a honra haber pertenecido a una entidad que, sin exageración, puede y debe llamarse genocida, autora directa de centenares de asesinatos, muchos de ellos todavía sin esclarecer dado el silencio que Otegui y sus compinches practican al respecto, de millares de heridas físicas y psicológicas y de centenares de miles de exilios –dicen los números que más de 200.000– de ciudadanos vascos que prefirieron buscar otros aires antes de sufrir el exterminio a que Otegui y sus muchachos les tenían condenados. Putin, el Puchi y Otegui tienen la misma finalidad: procurar la desaparición de España. Y también con Otegui, con o sin ella, están negociando Sánchez y el PSOE del que Sánchez es ahora máximo responsable.

Es de presumir que el sanchismo sea consciente de la pésima calidad de las compañías de las que se está rodeando para conseguir, como él bien dice, y a cualquier precio, la continuidad en la Moncloa. Seguramente por ello ha procurado revestir la indigna y vergonzosa negociación con el argumento de que sólo está en juego una mera cuestión jurídico formal. Y en ello los juristas a sueldo del sanchismo se desmelenan para explicar que la amnistía no solo existe en el sistema jurídico español, sino que, además, es un regalo celestial. Como vomitiva prueba de ello puede uno leer, seguramente tapándose la nariz, la «información» de un veterano periodista catalán aparecida el pasado jueves en el diario El País. Voluntariamente olvidando lo evidente: la amnistía no sólo contradice gravemente el ordenamiento constitucional español, sino que, además, y sobre todo, no puede ser tratada de otra manera de lo que Sánchez y sus socios esconden: la voluntad expresa de hacer desaparecer la España que en 1978 se dotó de la libertad, la igualdad y la prosperidad de las que había carecido en décadas, y prácticamente en siglos. El Puchi, Otegui. Putin, Sánchez: vaya cuarteto.

Editorial publicado en el diario El Debate de España


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