«Given the choice between the experience of pain and nothing I would choose pain» [1] (William Faulkner)

No es normal que uno pase de la alegría a la tristeza sin apenas darse cuenta en un instante. A mí me pasa. El otro día perdía la vida en Madrid a causa de una neumonía un personaje popular. Yo no lo conocía personalmente, y sin embargo, sentí mucha pena cuando supe que se había ido. Era actor de cine. Si me preguntase un amigo qué me pasa, a qué viene esa pena. Se entiende la empatía por la falta de otro ser humano; es natural el dolor por la negación de la vida que supone la muerte. Nadie quiere morirse.

Es que a mí el actor madrileño me caía bien. Parecía buena gente. Lo veía vulnerable. Cada vez que hablaba en una tertulia me daban ganas de hacerme amigo suyo.

Pablo Motos habló de Enrique San Francisco en El Hormiguero (Pablo Motos recuerda emocionado a Enrique San Francisco – YouTube) Dijo cosas que a uno le gustaría que dijesen de uno mismo. Él era un tipo peculiar, único.

El programa de ese día fue un homenaje a San Francisco que no pude ver. Al día siguiente me contaban en casa las anécdotas que relataron en el programa sobre él, como aquella en la que su compañero de reparto en una función teatral se disculpaba ante el público por la ausencia de un compañero de reparto (Enrique) -que no solía ser puntual-, verlo aparecer de repente, tarde y mal, querer abroncarle colérico y pararte para oírle decir «¿qué has aprendido hoy?«.

Nadie se salva hoy de permanecer en el mismo lugar mucho tiempo seguido. Twitter es un ejemplo de esto, y la vida también. Hay demasiadas emociones en todas partes, demasiadas noticias, demasiada información. El río fluye frenético en el siglo XXI. Uno lee que se muere alguien y siente pena, luego otro tuit es un meme y se dibuja una sonrisa que se transforma en otra de esperanza al saber de nuevas vacunas para vencer al coronavirus. Otra noticia en forma de verso o tuit informa de los disturbios en Cataluña supuestamente motivados por la falta de libertad de expresión y pasas a la decepción y el enfado. Demasiadas emociones dispares en muy poco tiempo sobre el reducido espacio de un individuo.

 

[1] «Entre la nada y la pena elijo la pena» (William Faulkner)

 


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