Cuando cambian los gobiernos sucede lo que es normal en las democracias, comienza una transición ordenada, donde quien pierde cede el poder y quien gana lo asume. La suerte de los ex gobernantes es generalmente la misma, la mayoría se retira de la vida pública para encontrar refugio en las aulas de clase o en el mundo empresarial. Todos, sin excepción, conservan su estatus de hombres y mujeres de Estado. De hecho, en algunos países estos ex mandatarios integran órganos consultivos que son convocados frente a grandes temas nacionales que exigen el mayor de los consensos. Por eso hemos visto ex presidentes y presidentes en ejercicio de partidos diferentes reunidos en el marco de Consejos de Estado cuando algunas naciones se enfrentan a temas de gran relevancia.

En las mafias la situación es diferente. La caída en desgracia de una mafia está siempre precedida por delaciones y traiciones. Recordemos las leyes de los mafiosos: una vez que se entra es imposible salir. En las mafias se muere dentro y en honor de la verdad no hay muchas formas de salvarse. Si usted ha pertenecido a una mafia durante años lo más seguro es que su hoja de vida esté bastante manchada y eso implica deudas con la justicia. Es supremamente difícil conseguir perdón o una pena menos severa, al menos que se tenga algo a cambio que ofrecer. Por eso cuando un mafioso dice estar “arrepentido” lo primero que hace es entregar información o entregar a los suyos. Un sálvense quien pueda donde el tiempo es su peor enemigo: si no entrego a nadie quizás terminen entregándome a mí.

La suerte del chavismo es la suerte de una mafia que se resiste a desaparecer pero que todos, incluso sus mismos integrantes, saben que viven los últimos días. Los cabecillas de la organización criminal están identificados y difícilmente obtengan salvoconducto hagan lo que hagan, pero abajo en la cadena criminal, aunque también están embarrados, hay quienes todavía tienen posibilidades de negociar. Ellos saben que, aunque esta posibilidad se les ofrezca, no es infinita, por eso deben moverse o perderán cualquier chance de escapar y terminarán hundiéndose todos. De allí que comiencen las conversaciones y el todos contra todos donde no gana precisamente el más astuto, sino el más rápido.

De verdad que lo menos que quisiera en esta vida es estar en lugar del dictador venezolano. Todos negocian su cabeza y a sus espaldas. La mafia chavista quiere no solamente conservar su libertad, sino también salvar sus fortunas. Quizás un exilio dorado sea el sueño de muchos de ellos que hoy, producto de las sanciones individuales de Estados Unidos no pueden utilizar sus tarjetas de créditos ni para pagar sus cuentas en Netflix. Somos testigos del final de una de las más sanguinarias mafias de la historia regional, pero ser testigos exige más que pasividad, exige que estemos movilizados porque, aunque la libertad de Venezuela está por encima de todo, no habrá libertad duradera sin justicia verdadera.

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@Brianfincheltub


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