Por Equipo Editorial

La crisis política, económica y social que generó el régimen de Nicolás Maduro desde hace una década ha dejado una gran destrucción nacional y, sobre todo, ha originado una profunda anomia que se ha materializado en la desaparición de la educación como factor clave de desarrollo de cualquier nación.

En efecto, la emigración como primera respuesta de un pueblo ante erradas políticas públicas se llevó inicialmente al más selecto grupo de jóvenes y profesionales universitarios formados en instituciones nacionales -UCV, USB, UC, UDO, ULA, LUZ, UNA, UPEL, UNET- e incluso en las otroras escuelas militares de un alto grado de reconocimiento internacional. Llegaron a aportar a otros países nuestros médicos, bioanalistas, enfermeras, ingenieros, arquitectos, geólogos, matemáticos, físicos, químicos, investigadores, profesores, entre otros, lo que resultó en una terrible deficiencia para nuestro entorno societario, y por ende, el país. Era ver cómo lo más preciado del cuerpo orgánico en su tejido social abandonaba la nación, máxime después de que esta había invertido ingentes recursos humanos y financieros en la formación de nuestros egresados universitarios.

Posteriormente, ante el avance de la crisis, el resto de la población, en su mayoría aún no formada -e incluso en formación- también se vio obligada a emigrar -proceso que todavía sigue su marcha- como forma de sobrevivencia ante un «Estado» que de manera perversa y premeditada encontró en tal hecho la mejor manera de deshacerse de millones de opositores ante sus políticas neototalitarias, pero también de acabar con la crítica interna y además liquidar la carrera docente como principal fuente empleadora del país, y de alcance a nivel nacional, para dar paso a la creación de sus improntas milicias sobre los sectores más pobres y mas dóciles en sus evidentes rasgos de consolidar la perpetuidad en el poder.

Hoy, la matrícula universitaria si apenas representa 20% de lo que fue en 2012 y con un tercio menos de la población, sin obviar que antes de la llegada de Nicolás Maduro a Miraflores miles de docentes formados hasta con maestrías y doctorados han sido sustituidos por degradados programas de seudoeducadores, bajo el remoquete de «chamba juvenil» luego de recibir cuatro semanas de inducción revolucionaria, es decir, culto al régimen neototalitario.

Así tenemos, que ademas de tener casi el 100% de la infraestructura educativa destruida en todos sus niveles: inicial, primaria, bachillerato y universitaria, nuestros docentes y jubilados apenas si devengan en promedio y como máximo unos 20 dólares mensuales, lo que ha dejado la educación sin educadores capacitados, y aquellos que aún resisten, solo asisten uno o días a los planteles y universidades, ante las depauperadas condiciones que hemos mencionado en los diversos contextos sociales.

Urge presentar un plan para recuperar la educación venezolana en un lustro ante una década de ignominiosa destrucción. Hacerlo requiere muchos recursos financieros, pero, lo más importante será el recurso humano que pueda integrarse ante semejante complejidad, que es obvio, comenzará cuando el actual régimen y asesino intelectual y material de la educación abandone el poder.

El país se levanta en una sola protesta por mejores condiciones salariales y sociales, y la educación es el centro y la periferia de tanto daño causado a Venezuela. Estamos en la calle por alcanzar un objetivo, y estaremos en una actividad constante que nos permita obtener un cambio político para nuestra nación. O logramos el cambio o Venezuela será la primera nación neoanalfabeta del continente y la más atrasada de toda América Latina. La tarea es de los educadores que aún sienten que no todo está perdido, y que todavía luchamos para cambiar tanta tristeza y desolación.


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