Algunos van a pegar el grito al cielo y van a decir que es “tarea global”, lo cual no deja de ser verdad, pero principalmente es tarea de los Estados de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam, que comparten la Amazonía y que con lo que se denomina Pacto de Leticia –recientemente suscrito– pretenden coordinar las acciones para “detener la devastación” de esa área geográfica y evitar, principalmente, los incendios que afectaron millones de hectáreas ante la profunda impericia de los gobiernos.

En dicho acuerdo olvidaron o quizá no le dieron la importancia del caso al aspecto siguiente: la necesidad de ir construyendo un marco regulatorio para la gestión privada de ciertas áreas del Amazonas. Algún otro va a pegar grito al cielo: “¡Cómo es posible que se privatice el Amazonas!”. La idea no es “privatizar”, sino entregar en concesión ciertas áreas para su gestión por parte de organismos privados, empresas, universidades, institutos que –a cambio de recibir descuentos tributarios en sus países de origen– conserven y promuevan esas zonas del Amazonas, garantizadas en su preservación como “pulmón global”. El mecanismo puede debatirse pero básicamente es la idea: conserven cierta cantidad de hectáreas a cambio de reducciones tributarias importantes.

Volviendo al acto de Leticia, las principales claves del acuerdo son: crear una red de cooperación ante desastres naturales, para atender de forma más efectiva las emergencias de impacto regional, como los incendios que actualmente destruyen parte de la Amazonía de Brasil y Bolivia. Necesariamente se necesitan fondos, una pequeña agencia y burocracia mínima que articule esto y la participación del sector privado en las tareas descritas. Los privados pueden ejercer las labores del Estado con mayor eficiencia y mejores resultados, esa es una verdad por antonomasia que aún no fue rebatida.

Como parte del acuerdo los Estados manifestaron intención de “restaurar, rehabilitar y reforestar aceleradamente los lugares degradados por incendios forestales y actividades ilegales, así como recuperar los ecosistemas y las especies que se han visto afectadas”. Quizá una regulación compartida entre los Estados miembro de este bloque amazónico se pueda establecer para que organismos internacionales o compañías privadas puedan gestionar este tipo de acciones. Conservar parte del Amazona contra la reducción de impuestos y cargas tributarias en sus países de origen.

Lo que en definitiva hace falta es una cruzada de campañas de información y reeducación. Las nuevas generaciones deben ser empoderadas llevando el mensaje central: sobre el rol matricial del Amazonas en el desarrollo humano. Urge que los Estados en conjunto con universidades estatales y privadas tengan una cátedra permanente sobre el Amazonas. Construir nuevas generaciones de biólogos, ambientalistas, expertos en regulación y expertos en gestión del Amazonas

El pacto de Leticia –por la ciudad colombiana- es que los Estados trabajen “en conjunto para conseguir recursos, tanto públicos como privados, para fortalecer las iniciativas que permitan la protección del pulmón planetario”. Vale decir que sí apelan a buscar fondos, pero no se animan a dar el siguiente paso: que los privados gestionen –aunque sea partes- del Amazonas con la condición de mantenerlos, preservarlos y restaurarlos. 

Habrán compañías, de seguro, interesadas en reducir emisiones de carbono vía preservación del Amazonas y de paso recibir tratamientos tributarios preferenciales. La idea de una participación más proactiva de los privados no es nueva ni dejará de causar rechazo, pero está claro que los Estados fueron, hasta el momento, incapaces de poder evitar y menos detener catástrofes en porciones del Amazonas, habría que apelar el concurso del sector privado. Toda idea es sujeta de análisis. 

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