Mucha gente importante y con experiencia declara que no saben si es posible salir de la catástrofe en la que está sumida Venezuela. Seguramente que esa percepción está muy extendida. Motivos no faltan sino sobran. No los juzgo, pero no estoy de acuerdo.

La profundidad y extensión de la catástrofe es inmensa. No hay educación, no hay salud, no hay petróleo, no hay ni Estado ni Derecho, no hay economía productiva, no hay nada de lo que hace falta para fundamentar una República y una democracia.

Lo más grave no es que no lo haya, sino que lo existente ha sido derruido por la hegemonía despótica, depredadora y corrupta, que ha degradado a Venezuela. No es que hayamos retrocedido. No. Es que hemos caído por un despeñadero, que parece no tener fin.

¿No tiene fin? Gran parte del país así lo considera. Unos se van y otros se conforman. Y otros buscan beneficios con la hegemonía. Y los consiguen.

Sergio Ramírez es un nicaragüense de gran valía política. Un sandinista desencantado, que ha dedicado su vida a promover la democracia en su país. Destruida por Daniel Ortega y sus secuaces. En estos días planteó la necesidad de una insurrección desarmada.

Un planteamiento valedero. En Venezuela el derecho y el deber de la rebelión democrática está consagrado y exigido en la Constitución.

Necesitamos a muchos Sergio Ramírez que, con su autoridad, propongan acá lo que él con mucha valentía plantea en su país.

¿No se puede salir de la catástrofe? Sí se puede. Con disposición, coraje y lucha efectiva.


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