Hoy día, tras 25 años de ignominia del chavismo, un proyecto criminal y de latrocinio, que configuró con intención dolosa un país completamente distinto al que éramos comenzando 1999.

Hoy vivimos en un país distópico, apocalíptico, con la mayoría cargando el botellón de agua y la bombita de gas, corriendo permanentemente tras una cola de gasolina. Los ciudadanos asfixiados, en medio de tantas limitaciones, no les da tiempo para la política, porque emplea las 24 horas a luchar por sobrevivir.

El panorama de una sociedad arrastrada por el hambre no llama precisamente a movilizarse políticamente. En medio de este cuadro se plantea la primaria de la oposición y la líder del coraje sorprende a todos inscribiéndose en un proceso organizado por el funesto G4. Logra calar en el pueblo sobre la necesidad de la elección de un nuevo liderazgo, de contarse transparentemente, papelito por papelito, que conduzca la lucha para la recuperación de la democracia.

Ella logró pasar el umbral y se convierte en un fenómeno político, innegable en Venezuela y percibido, igualmente, por la comunidad internacional.

Por su coherencia de vida y actuación pública afincadas en valores morales y republicanos concita la esperanza contra toda esperanza. Es una líder que realmente guía y encarna una nueva manera de dirigir a la oposición, que viene largamente chapoteando de fracaso en fracaso. Esa voluntad de lucha está provocando cosas. Ella ha caracterizado como está hoy el venezolano y creado conciencia, paso tras paso, de ello. Muchos perdieron su proyecto de vida, sueños, carreras, posibilidades de creación, troncados por este conflicto.

Ella ha sido dogmática en lo que hay que ser dogmático: proponer con ideas claras el reencuentro de la familia que fracturó en mil pedazos este régimen impresentable. Un tercio de la población, por distintas razones, decidió irse a la diáspora.

Los truhanes de la “opolaboración” proyectaron mediante una suerte de insólita sucesión, a causa de un acto de inhabilitación a todas luces írrita, que el usurpador escogiera el candidato y líder de la oposición. Hoy los comanditarios están desenmascarados y desprestigiados.

Estas son unas elecciones primarias con fecha cierta y cercana, el 22 de octubre, y no tenemos que caer en la trampa caza bobos del CNE sobrevenido, brazo de la corporación criminal. Espanta los votos y ahuyenta la participación. No hay rebeldía si vas con el CNE.

No estamos de acuerdo con el cambio de fecha. A estas alturas del juego no podemos cambiar las reglas de un proceso totalmente ciudadano.

Queremos la recuperación de la democracia. Qué nos dejen escoger. Momento de cambio y ruptura. Romper con el “loop” de repeticiones de errores que consumaron la desesperanza. Queremos alternabilidad y cambiar a la gente del poder usurpado.

Estamos hartos de esta guerra civil de baja intensidad auspiciada por el régimen forajido, ya muy larga en el tiempo. Queremos ponerle punto final a la separación de la familia decretada por el chavismo que produce el desplazamiento de la población.

Una palabra sobre el Esequibo. Nada ocurre de repente. Se produjeron una sumatoria de errores por el difunto y sucesores. No nos queda sino armar un trabuco jurídico con los mejores, para defender un territorio que nos pertenece. Defender la salida al Atlántico.

¡Libertad para Javier Tarazona, Emilio Negrín y John Álvarez! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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