El impresentable gobernador del estado Zulia volvió a pedir el fin de las sanciones al régimen venezolano. Debo ser muy sincero y decir lo que he expresado en muchas oportunidades, hasta en mis caricaturas. No comulgo totalmente con el tema de las sanciones porque siento que es un tema el cual no es muy sencillo de entender.

Ciertamente es una realidad que las sanciones a un régimen dictatorial sin “algo más”, terminan por ser formalidades y palabras estériles. La idea de sancionar nace como medida de presión para intentar obligar a un grupo de criminales que usurpan el poder de un país a verse en la necesidad de negociar un cambio o una salida pacífica, teóricamente. Pero las sanciones deberían ser un primer paso, una estrategia, la cual convendría estar acompañada de algo más (sin hablar de fulanas invasiones y otras teorías conspirativas) para que no se convierta en una constante excusa de victimización del mismo régimen que, como sucede con los de Cuba y Venezuela, continúan campantes en el poder, pese a dichas sanciones. Finalmente, estas parecieran solamente una manera ilógica de los gobiernos de auto engañarse para decir que trabajan por un cambio con respecto a las barbaridades que cometen estos autócratas, aunque lleguemos al absurdo de lo sucedido entre Estados Unidos y Cuba.

El embargo estadounidense al régimen cubano, nudo de leyes y regulaciones que prohíben las relaciones económicas de Estados Unidos con la isla caribeña, ha terminado siendo acciones casi oníricas, pues en la realidad, para los criminales, todo sigue igual. Esta tortuosa historia comenzó durante el gobierno de Dwight D. Eisenhower en 1958 y desde entonces ha durado décadas evolucionando hasta 1992, año en que el embargo adquirió el carácter de ley con el propósito de mantener las sanciones contra el régimen cubano.

La pregunta pertinente es: ¿En qué ha ayudado las sanciones al fin de la dictadura? La respuesta es clara: Durante sesenta y cinco años el régimen ha estado embargado y la única realidad es que Fidel vivió y murió, Raúl ascendió al poder, se retiró y dejó su títere, el singao, Díaz-Canel el cual continúa pisando al pueblo cubano, sin despeinarse mucho. ¡En definitiva falta algo más! El embargo de Estados Unidos en nada ha cambiado la realidad de un pueblo cubano que espera la quimera de unas elecciones libres y democráticas estando en dictadura, de un pueblo que agoniza, no por el embargo sino porque desde hace más de sesenta años un régimen dictatorial los gobierna con mano férrea. Y acá hago un inciso, porque siempre es pertinente aclarar que dichas sanciones son únicamente con Estados Unidos y nada tiene que ver con las relaciones comerciales de Cuba con otros países, por lo que cualquier argumentación de que las sanciones sean culpables del desastre ocasionado por la revolución cubana es una inmensa mentira.

Lo mismo sucede con Venezuela. Querer argumentar que la causa del desastre revolucionario iniciado por el difunto de Sabaneta y continuado con éxito por el actual inquilino de Miraflores, es responsabilidad de las sanciones impuestas por Donald Trump desde 2016, es una absoluta y vulgar mentira. Y es que este régimen ha llegado a la desfachatez de hasta culpar de la escasez de medicamentos a las sanciones, siendo que la crisis se remonta a 2012 y una simple búsqueda en Google logra derribar dicha tesis.

El cuento del “bloqueo” que esgrime y repite una y otra vez el régimen venezolano, se ha convertido en su única argumentación, junto a la ya cansina “guerra económica”, para lavarse las manos de un caos estructural que tiene una sola explicación: revolución roja rojita. Ciertamente es una realidad que las sanciones han entorpecido ciertos temas ligados a la economía y la adquisición, teóricamente, de materias primas de Estados Unidos necesarias para rubros específicos, pero como sucede con Cuba, Venezuela mantiene relaciones con el resto del mundo.

Ahora bien, una cosa es concordar que es una realidad el hecho de que las sanciones pueden ser inertes por sí solas y no llegan a cumplir su propósito; pero escuchar a Manuel Rosales, alacrán desvergonzado, exigiendo sean suspendidas las sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro porque a su comprado juicio «asfixian a los ciudadanos» y «terminan arruinando la industria», es realmente vomitivo. Acá los únicos que arruinan la industria y asfixian a los ciudadanos son un grupo de descarados que usurpan el poder y se enriquecen a costa del sufrimiento del pueblo.  Y repito, no es que no entendamos que las sanciones no han servido para su cometido, pero lo que debería exigir el señor Rosales, es el fin de la tiranía, de los presos políticos, de las inhabilitaciones a políticos de manera de coaccionar su participación en procesos electorales libres. Rosales debería es exigir con la misma vehemencia e insistencia, el derecho del pueblo venezolano a poder elegir libremente un gobierno de su preferencia con la veeduría de todos los gobiernos del mundo y no limitar el acceso a representantes de la Unión Europea, como manera de chantajear para eliminar las sanciones al régimen que principalmente están dirigidas a sus jerarcas y por consiguiente autores del desfalco sistemático a la economía nacional.

Mientras exista el colaboracionismo descarado de figuras oscuras, corruptas y sin sentido de pertenencia como Manuel Rosales, el régimen continuará paseándose a sus anchas manteniéndose en el poder, con o sin sanciones, con o sin elecciones. Mientras las conciencias de nuestros dirigentes estén tan devaluadas y tengan precio, el mal seguirá reinando en Venezuela.

Tw y IG @fmpinilla


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