Podemos ser optimistas al recordar ejemplos del pasado que revelan nuestros liderazgos como exponentes de esas cualidades humanas de las cuales tanto nos vanagloriamos: receptivos, cordiales, casas abiertas, familiaridad generosa. Una evidencia política y humana de esta proposición surge cuando Rómulo Betancourt le escribe a Rafael Caldera, su tradicional rival en la política venezolana, el 2 de noviembre de 1956 desde el exilio.

“Ustedes, particularmente, porque están dentro del país y porque no han sido ‘técnicamente’ ilegalizados, están llamados a cumplir un papel de primera importancia. Son los que tienen mayores posibilidades para ir, hábilmente, haciendo acto de presencia, tomándole la palabra al régimen en cuanto al proceso electoral que anuncian. Estimulando aquí y allá optimismo con respecto a las elecciones anunciadas; diciendo de oído a oído lo que sinceramente creo; que las elecciones las perderá otra vez el régimen; y que no está hoy su cabeza visible en condiciones de repetir el segundo golpe de cuartel del 2 de diciembre. de 1952”.

Estas palabras descubren no solo una particular característica cultural de los venezolanos, muestran la visión política de un líder que reconoce donde está parado y cuál es su responsabilidad como dirigente del partido más importante de ese momento en el logro de una solución a la crisis del país. Esta misiva es parte de nuestra historia, si la utilizamos como ejemplo o referencia para valorar lo que hoy ocurre quizás podamos levantar la mirada y tomar decisiones distintas.

Esta posibilidad viene al caso dada la oportunidad abierta de evaluar cuáles han sido los beneficios de las rutas emprendidas y entre ellas la reflexión sobre la abstención como una práctica política recurrente. ¿Será verdad que la abstención ha realmente generado beneficios trascendentes, que contribuyó a deslegitimar las instituciones tomadas por el Chavismo en 2005, 2018  y 2020,  que  logró arrebatarle poder al dictador y más aún que se convirtió en un factor de unidad de  la oposición.

Sin duda alguna, la crisis del país se deriva de las políticas destructivas del socialismo y de su afán represivo contra la oposición, una situación producto de la pésima, equivocada y criminal gestión del régimen. La abstención no ha proporcionado fuerzas que debiliten el control total que ejercen las instituciones subordinadas a Maduro sobre la ciudadanía, tampoco ha disminuido el poder de los instrumentos de gobierno aun siendo rechazados por la comunidad nacional e internacional. No ha sido un factor decisivo para evidenciar su culpabilidad en la violación de derechos humanos, crímenes y corrupción. Escenarios en los cuales es imprescindible reconocer, en medio de las dificultades, el impacto de la gestión de la Asamblea Nacional electa en 2015, a pesar de la guerra abierta emprendida por Maduro en su contra y del arrebato ilegal de sus facultades constitucionales.

Cerrarse a cualquier negociación, abstenerse una vez más, mantener la oposición desunida, evidentemente no lleva a ninguna parte. Al contrario, aprendamos de Rómulo e intentemos conciliar dentro de la oposición. Seguro que es lo peor que puede pasarle a Maduro.  Recordemos la generosidad de Betancourt:

“Alguna vez –debes recordarlo– hablé contigo en Miraflores. Estimulé tu candidatura presidencial, asegurándote que la Junta por mí presidida rodearía de garantías la campaña que realizaras. Hoy vuelvo a hablarte de tus posibilidades y de las de tu grupo para ser pioneros en un empeño en el cual no se quedarán solos. Nosotros, ‘disueltos’, perseguidos, acosados, seguimos teniendo nuestros núcleos clandestinos, y seguimos trabajando empeñosamente, con una tenacidad que es bien conocida. Nos hemos trazado una línea de gran amplitud. No creemos en posibles salidas insurreccionales de la situación de encrucijada en que está el país. Mas viable y más realizable es una salida ‘a la peruana’; y dentro de esta manera de apreciar la realidad del país contemplaríamos mañana la posibilidad de apoyar a un candidato extraño a nuestras filas, pero que le garantizara al pueblo venezolano una vida más libre y digna. Pero es necesario que los hombres y los grupos que actúan dentro de Venezuela comiencen a dar señales de vida. De ser posible, hazme llegar noticias tuyas; y recibe saludos y mis votos porque estas apreciaciones coincidan con las que tenías hechas”.

A las dificultades y trabas para definir un camino que derrote la desgarrada situación, llena de incertidumbres que vivimos, puede servir como aliciente el ejemplo del reencuentro en medio de la dispersión como una posibilidad, solo habría que despojarse de conceptos divisionistas y caducos que presumen la mala fe de antemano. Siempre es posible dialogar y negociar con quien adversamos, recordar a los vietnamitas y americanos negociando en París mientras la guerra continuaba. Americanos con 58.000 bajas y vietnamitas con más de 1 millón de caídos. Es una trampa encerrarse, participar no es traición es una posibilidad como nos enseñó Betancourt de hallar una salida con el menor daño posible. Es ineludible encontrar la síntesis, la unidad, si lo que perseguimos es garantizar al pueblo venezolano una vida más libre y digna.

Los dirigentes son para dirigir. Debemos dar una impresionante capacidad para orientar al pueblo en estos momentos, no hacia la retaliación explosiva sino hacia el reclamo de las grandes aspiraciones colectivas”.


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