En las redes sociales ha circulado una foto de Rómulo Betancourt cuando fue visitado por Fidel Castro, para hacer parecer que el primero fue un alcahuete del segundo. Nada más reñido con la verdad histórica. La trayectoria vital del estadista adeco demuestra que Fidel Castro nunca pudo ni engañarlo ni derrotarlo.

La relación entre Rómulo Betancourt y Fidel Castro fue mala desde el principio debido a razones ideológicas y a intereses geopolíticos. Así lo explica con suficientes detalles Robert J. Alexander en su biografía Rómulo Betancourt and the Transformation of Venezuela (Transaction Books, New Brunswick-London, 1982, p. 540).

Betancourt, con la cultura e intuición política que lo caracterizaba, no se dejó alumbrar por la locuacidad y habilidades retóricas del revolucionario cubano. Uno de los episodios que vale la pena recordar fue el encuentro que tuvo lugar en 1959, poco tiempo después de la llegada de ambos al poder, que está recogido en la imagen fotográfica a que me referí antes. Ocurrió cuando Betancourt era presidente electo y Castro le solicitó la entrega de 300.000 barriles de petróleo diarios a Cuba. Ante tal solicitud, el líder adeco le dijo que se lo daría a cambio del pago por adelantado de su precio a valor internacional. Desde luego que esto sorprendió y molestó a Castro.

Posteriormente, el gobierno soviético le pidió a Venezuela ayuda petrolera para Cuba. El presidente Betancourt instruyó a Enrique Tejera París, quien le dice al gobierno de Nikita Kruschev que el petróleo sería entregado si Cuba lo pagaba por adelantado (Alexander, p. 545). Todo esto se debe a la inclinación cubana por la ayuda extranjera para poder paliar el desastre de sus medidas económicas. Tal vez Castro creía que tenía derecho a que su revolución fuese sostenida por otros.

La negativa de Betancourt de financiar la revolución constituyó un acicate para que Castro pensara en derrocar al presidente venezolano. Luego de la señalada visita de Castro a Caracas, Rómulo Betancourt fue percibiendo el riesgo que representaría el dictador cubano para Venezuela y América Latina. Al presidente venezolano le llamó la atención la negativa de Castro de llevar a cabo elecciones, porque la “revolución llegó para quedarse”. El comunismo no cree en elecciones: es una ideología basada en la lucha de clases y en el aniquilamiento del “enemigo”. La revolución cubana era para siempre y las elecciones no iban a impedirlo. (Es lo que ocurrió con las “elecciones” del 16 de abril de 2018, en las que Miguel Díaz Canel ganó con el 99,83 % de los votos, una cifra que resulta inverosímil).

La mano firme de Betancourt se evidenció igualmente en 1959 cuando Raúl Castro y el Che Guevara pretendían visitar el país, pero Rómulo no lo permitió: “Si vienen, se van a regresar en el mismo avión que los trae” (Alexander, p. 543).

Fidel Castro tomó el rumbo comunista luego del arresto de Hubert Matos y con ello el deseo de exportar su revolución a América Latina. El petróleo venezolano siempre estuvo en su mira, pero el estadista venezolano fue un serio obstáculo. En este sentido, Fidel Castro, en el primer aniversario de la invasión de Bahía de Cochinos, anunció que Betancourt sería derrocado en un año (Arthur Schlesinger, A Thousand Days. John F. Kennedy in the White House, Andre Deutsch, Londrés, 1965, p. 669). Y esto no fue un ejercicio retórico en vista de la permanente amenaza del régimen castrista contra la democracia venezolana.

Su injerencia fue permanente para lo cual respaldó con entrenamiento y armas al movimiento guerrillero venezolano. La invasión de Machurucuto, en mayo de 1967, es una de las referencias más poderosas de este permanente esfuerzo por derrocar a los gobiernos venezolanos. Primero a Rómulo Betancourt y luego a Raúl Leoni. Sin embargo, estos intentos se estrellaron por la madurez política del liderazgo de la época. El Pacto de Puntofijo les dio piso político a los gobiernos iniciales de la democracia, lo que permitió resistir las amenazas que se cernían sobre esta.

A ese piso político que significó el Pacto de Puntofijo hay que añadir las alianzas internacionales que ayudaron a Betancourt doblegar los diversos intentos de golpes de Estado. El primero fue el de Castro León, el 20 de abril de 1960 en San Cristóbal; luego, siguieron los golpes de Carúpano y Puerto Cabello, organizados por el Partido Comunista. A esto se suma el atentado lanzado por Trujillo desde República Dominicana, en junio de 1960, poco después del alzamiento de derecha de Castro León. En este contexto se presenta la agresión castrista.

A lo anterior se suma que el papel institucional de las Fuerzas Armadas de la época resultó determinante. El compromiso del poder militar con la Constitución quedó demostrado en esa larga lucha contra la violencia y el terrorismo. De no haber sido así, nuestra democracia habría sucumbido en sus inicios.

Mientras tanto el modelo cubano fue avanzando aceleradamente hacia el fracaso sin detenerse, como se evidencia de la situación actual. La dictadura se sostiene por la cruel represión utilizada para reprimir al pueblo cansado de la miseria. Es sencillamente un sistema parasitario basado, con fanatismo irracional, en un modelo económico que solo garantiza la miseria.

El castrismo pretende justificar su fracaso en el “bloqueo” (rectius: sanciones). La verdadera razón de su pobreza es el dogmatismo y el modelo económico, que no es viable en ninguna parte. Si fuese por las sanciones, cómo se explica que Taiwán, sometida a un severo bloqueo chino, es, sin embargo, una de las mejores economías del mundo. Y ello es así por sus libertades económicas.

Siempre es bueno reseñar lo que ha significado la relación de Cuba con Venezuela y cómo el liderazgo de Rómulo Betancourt permitió identificar el problema y la manera de derrotarlo. Para ello es necesario conocer la historia.

 


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