Nuevamente la dictadura de nuestros tormentos hace otra de las suyas: decidió encarcelar a una opositora de reconocido prestigio y conducta impecable que es respetada por tirios y troyanos, esto es, partidarios de opiniones o intereses opuestos. Nos estamos refiriendo a Rocío San Miguel, activista incansable. Como si eso fuera poco, la nomenclatura revolucionaria ha extendido su manto destructor y ha llevado también a cabo acciones en contra de familiares de la activista en cuestión.

Estamos pues frente a algo atípico: la barbaridad en su mayor escala. Es poco común que un amplio grupo familiar se vea afectado por medidas judiciales en su contra. Sin duda, a partir de ahora, la dictadura que hoy comanda el conductor de Miraflores se verá colmada por los honores que le rendirá la dictadura cubana a raíz del alto grado de arbitrariedad en sus actuaciones contra los demócratas venezolanos.

Por si fuera poco la acción represiva antes indicada, el gobierno nacional tomó la absurda decisión de expulsar a la misión de la ONU que operaba acá en Venezuela. Estamos pues frente a acciones que son expresión de la locura en alto grado. No debe entonces descartarse que la detención de nuestra compatriota y la descabellada acción en contra de la ONU sean entonces un paso más hacia la represión generalizada. De ser así, aquí nadie se salvará.

Nos resistimos a pensar que la dinámica del país evolucionará de esa manera. Acá todavía permanecen luchadores incansables. El amplio grupo de compatriotas que  respaldó inequívocamente a María Corina Machado ha demostrado que no damos nuestro brazo a torcer. Más allá del significativo número de años que la dictadura lleva ejerciendo su férreo control sobre el país y su gente, la realidad es una: todo tiene su final. Es obvio que nadie puede darnos una fecha precisa del fin de la dictadura, pero es una realidad que la implosión se producirá tarde o temprano.

Quienes se adentran en el estudio de la humanidad pueden apreciar que los cambios siempre se producen, lo quieran o no los líderes del momento. España es un buen ejemplo de lo que acá decimos. Dicho país sufrió por muchos años las barbaridades que llevó a cabo su dictador, Francisco Franco (1892-1975). Fue entonces enorme el número de españoles que vinieron a Venezuela y que se beneficiaron en grande por la acogida que tuvieron en nuestro país. Además, muchos de ellos vieron nacer a sus hijos en esta tierra fabulosa. Hoy en día muchos de esos muchachos residen en el país de origen de sus abuelos o padres. Esa es la dinámica inevitable de la vida.

Pero hay que tener fe. Los que se han ido regresarán. Como es bien sabido: llueve y escampa.


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