Venezuela está en un momento decisivo, padece una crisis socioeconómica sin precedentes, colmada de tensiones y divisiones. Escenario complejo de dos fuerzas en juego. Los que se empeñan en robarse la elección y aquellos que pretenden asaltar la transición. ¡El destino está en peligro!

El socialismo castrista bolivariano del siglo XXI y la oposición protocolar han sido objeto de críticas por prácticas electorales irregulares, falta de transparencia, denuncias de fraude y corrupción compartida, que ha erosionado la confianza ciudadana. La convocatoria a la elección presidencial del 28 de julio de 2024 no escapa a la diatriba.

Es evidente la disposición a usar cualquier medio -lícito o no- para perpetuarse en el poder. Desde el atropello abusivo a la integridad electoral hasta la arbitraria persecución, desplegando tácticas prohibidas que obstaculizan el cambio legítimo. Quebrantando principios y valores democráticos, prolongando el sufrimiento de una crisis humanitaria.

Los cleptómanos de la elección recurren a la manipulación del padrón electoral, intimidación a los electores, compra de votos y control de los medios de comunicación para certificar su “victoria”. La falta de garantías democráticas y la ausencia de un árbitro imparcial para velar por la integridad del proceso, perpetúan un ciclo vicioso de ilegitimidad y conflicto.

Los forajidos que pretenden apoderarse de la transición, se resisten y quieren conservar la dirección sin aportar nada más que no sea la rutina del fracaso; procuran incluirse forzosos en lo ajeno para someterlo a su apetito voraz de figuración, menospreciando y desconociendo el merecido reconocimiento cosechado, fijando sentires y estableciendo pareceres, lo que genera antipatía y propicia la desunión. Y más grave, la represión e influencia de interesados en mantener el statu quo, boicoteando cualquier intento saludable de transición. Además del aprieto económico y social que agudiza la tirantez y dificulta la búsqueda de soluciones consensuadas. Esa visión encontrada lleva al estancamiento, favoreciendo a los buscadores, de lado y lado, en mantener el control a cualquier costo. No les importa el pueblo, solo sus privilegios.

Sin embargo, a pesar de los estorbos y trabas, es imposible ocultar, desconocer la convicción de alternabilidad e ignorar la existencia de una resistencia que continúa luchando por una transición hacia la democracia. La sociedad demuestra un sentimiento imparable y una valentía sinigual al resistir el autoritarismo, trabajando incansable por un cambio real y efectivo.

La diplomacia internacional desempeña un papel confuso, timorato y de formalidad hierática. Cierto que condena violaciones de los derechos humanos y la insuficiencia democrática, respaldando esfuerzos para encontrar solución pacífica y negociada. No obstante, se deben redoblar esfuerzos con acciones concretas que ayuden a allanar el camino hacia la reconciliación y reconstrucción.

El mañana de Venezuela está intrínsecamente ligado a su capacidad para superar la polarización y edificar beneplácito en torno a un proyecto de país inclusivo y democrático. Garantizando justicia para las víctimas de abusos e infracciones; sin olvidar que la impunidad perpetuará el lapso de terror, violencia y represión que ha prevalecido durante demasiado tiempo. Obligándose a la participación plena y equitativa de todos los sectores de la sociedad en la edificación de una mejor calidad de vida, y un futuro de libertad y oportunidades.

Venezuela libra una lucha sin cuartel entre quienes escudriñan robarse la elección, y los que siempre deliran en asaltar la transición democrática. Superar esta encrucijada requiere voluntad política y un liderazgo comprometido, dejando de lado el interés particular y partidista.

Los venezolanos merecemos un país donde la democracia sea más que una ilusión; de elecciones libres, en la cual, la voluntad de la población sea respetada. Es responsabilidad de los actores políticos y de la sociedad en su conjunto, ocuparse para hacer realidad este anhelo compartido. La historia de Venezuela está aún por escribirse, y es imperativo que sea de libertad, esperanza y renovación.

@ArmandoMartini


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