Piedad Córdoba y Alex Saab representan la mayor evidencia de la inmundicia socialista de ambos lados de la frontera colombo-venezolana; encarnan esa conchupancia entre régimen venezolano, guerrilla colombiana y la figura del tristemente célebre Gustavo Petro (representante de la izquierda neogranadina).

Del nativo de Barranquilla, Alex Saab, quien se encuentra encarcelado en Estados Unidos, aseguran que es el testaferro de Maduro y así lo han reseñado más de un medio de comunicación internacional.

Actualmente, el colombiano con nacionalidad venezolana y de Antigua, se encuentra tras las rejas, mientras sus compinches de Miraflores siguen como viudas llorando por el sujeto y pidiendo a garganta batiente su liberación.

La otra, Piedad Córdoba, o también conocida en sus días de colaboradora de la guerrilla colombiana como alias Teodora, es el puente entre los socialistas venezolanos, los grupos insurrectos colombianos y eso que mientan la Colombia Humana que no es otra cosa que una entelequia para engatusar a los neogranadinos con los cuentos de “igualdad, justicia y revolución”.

A Piedad la acaban de detener en un aeropuerto en Honduras con 68.000 dólares en efectivo. Ustedes saben, una pequeñez para pagar los caprichos de su viaje; y, además, se presume que había enviado una cantidad aún mayor por carga aérea.

Lo que sí luce transparente, es que Teodora no pierde el tiempo para hacerse de una platica mientras sigue operando las relaciones entre el Estado venezolano y la izquierda del hermano país. Es decir, todo una red de corrupción y desfachatez.

Sin embargo, a decir de Alex y Piedad, a los colombianos no les ha ido tan mal en el negocio de la usurpación venezolana. Tal vez por aquello de ser paisanos de Maduro y de una especie de solidaridad automática. Lo cierto es que ambos han salido con los bolsillos bien llenos de dólares.

Alex y Piedad son dos colombianos que han gozado, disfrutado, comido y bebido a costilla de los venezolanos. Y son la prueba viva de que Colombia está a las puertas de empezar a vivir lo que nosotros llevamos más de dos décadas padeciendo, de esto no hay ni la más remota duda.

Gustavo Petro –la mampara de la izquierda colombiana– ha pretedido varias veces conducir a Colombia al despeñadero.

En la primera vuelta de las presidenciales en la hermana República sacó 40% de los votos. Mucho menos de lo estimado y si sucede lo que predicen las encuestas, entonces los neogranadinos están más cerca de  salvar a su país votando el 19 de junio por el Donald Trump colombiano, Rodolfo Hernández, un millonario hijo de obreros que se hizo rico con la construcción de viviendas.

Si por desgracia Petro sale favorecido para convertirse en el nuevo inquilino del Palacio de Nariño, entonces a llorar al valle, como se decía cuando era pequeño. Pues, con él, Alex y Piedad se empoderarán aún más, y también se cierra una cadena de inmoralidad e impunidad que no tiene igual en la historia de la humanidad.

Como diría el expresidente venezolano Luis Herrera Campins, si eso sucediera, ni Dios lo quiera, compren alpargatas que lo que viene es joropo… para los colombianos.

Y sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.


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