Los partidarios de los procesos revolucionarios son afectos a lo que en el argot popular se conoce como “caída y mesa limpia”, práctica que siempre termina arrasando al país dispuesto a llevar adelante tal tipo de experimentación. Los casos de Cuba y Venezuela son ejemplos concretos de lo acá señalado. Sus fracasos sociales y económicos son justificados por los líderes sediciosos con argumentaciones simples: las políticas y acciones puestas en práctica por sus enemigos (mayormente los gobiernos de USA) son, según ellos, las responsables de sus mediocres desempeños. Es obvio que eso último es contrario a la verdad.

El caso venezolano es ejemplo concreto de un país que, teniendo un alto potencial de crecimiento y desarrollo, termina siendo sometido a una ominosa pobreza cuyo propósito último es el ejercicio eterno del poder. Eso explica que la revolución bonita de Hugo Chávez y Nicolás Maduro haya tomado la ruta de pervertir al máximo nuestro sistema electoral y retorcer el sistema democrático de gobierno, a fin de evitar que los malos resultados de sus gestiones fuesen sancionados por la población en eventos eleccionarios transparentes y equilibrados.

Un repaso por la historia de Venezuela pone de manifiesto que, pese a sus falencias, la época de oro de nuestra democracia quedó marcada por el período que se inició con el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y culminó al final de la segunda gestión presidencial de Rafael Caldera. Lo que vino después fue la destrucción a cámara lenta de un país cuya emigración, que ha incluido importantes figuras y talentos nacionales, se ha asentado en países donde hay libertades que acá se violan permanentemente y de modo flagrante.

Ni siquiera los tiempos de la conquista y la colonización fueron tan terribles como la revolución bonita. A los hechos nos atenemos:

Con la espada vino la cruz, con el cañón el arado y con el caballo la simiente de otros cultivos. También vino el negro africano, una nueva vertiente cultural emergente del sudor y la sangre. Las plantas que crecían en estas tierras -cacao, algodón, tabaco, maíz, papa, entre otras- sirvieron de base para la agricultura colonial, mezclados los procedimientos de cultivo autóctono con los incorporados por los colonizadores. Al mestizaje étnico correspondió el económico y el cultural (…) La conciencia nacional, sin embargo, se fraguaría después, en el proceso de la independencia.

El párrafo anterior lo he tomado de un texto de Domingo Maza Zavala que está incluido en el libro titulado Historia Mínima de la Economía Venezolana, publicado en diciembre de 1997, el cual contiene también escritos de Mario Sanoja Obediente, Iraida Vargas, Arístides Medina Rubio, Irene Rodríguez Gallad, Manuel Rodríguez Campos, Héctor Malavé Mata y Héctor Silva Michelena.

No podemos dejar pasar la oportunidad que nos da el último de los escritores mencionados, quien en su texto para la ya indicada obra, señala lo siguiente: “…la época del veinte hasta la del sesenta son los del dominio pleno de la economía petrolera, que con su riqueza estimula la formación de un nuevo país”. Lo anterior lleva al autor a admitir que: “La renta petrolera  en los años señalados resuelve la secular deuda exterior de Venezuela, genera una reordenación de su geoeconomía y penetra en sectores tan importantes para la formación del capital humano como son la educación, la salud y la cultura”. En pocas palabras, no se detuvo el rápido crecimiento del país en todos los órdenes.

La caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue en realidad determinada por el irregular manejo que se hizo de los fondos públicos, los cuales se dirigieron hacia la corrupción administrativa. Nada nuevo en aquellos tiempos, ni en los de la revolución bonita. En efecto, durante su gestión, Chávez hizo un uso arbitrario y dispendioso de los enormes recursos que administró; los regalos con cargo a los fondos públicos llegaron incluso hasta los pobres de USA, cuando el número de desamparados en Venezuela era muy superior. Como dice el refranero popular, el hijo pródigo de Sabaneta puso en práctica aquello de “oscuridad para la casa y claridad para la calle”.

Las revoluciones de Cuba y Venezuela son utopías que han empobrecido a ambos países. Así lo evidencia el desamparo que se vive aquí y allá.

@EddyReyesT

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!