La Constitución actualmente vigente en Venezuela fue publicada en Gaceta Oficial de fecha 30 de diciembre de 1999. Como era de esperarse, el apuro revolucionario de entonces dio lugar a errores de gramática, sintaxis y estilo, los cuales fueron subsanados semanas más tarde, que finalmente condujeron a una nueva publicación que se llevó a cabo el 2 de febrero de 2000.

En el artículo 57 del importante texto normativo, que es parte del Título III y en el cual se regula lo relativo a los derechos humanos y garantías, se dispuso que toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas y opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. A lo anterior se agregó que quien hiciera uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado.

Como siempre ocurre con los gobiernos que se arrogan poderes políticos extraordinarios y luego los ejercen sin limitación alguna, la importante norma constitucional ha terminado por producir flato (acumulaciones molestas de gases en el tubo digestivo de la nomenclatura revolucionaria) que inevitablemente ha abierto la puerta a revisiones y cambios sustanciales en el importante corpus regulatorio.

La suerte adversa que desde hace años ha sufrido El Nacional, entre muchos otros medios de comunicación, es de suyo la mejor evidencia de la práctica que siempre y sin penalidad alguna lleva a cabo la revolución bonita. Esa es la mejor demostración del accionar diabólico que se concreta con el conocido y arbitrario “se acata, pero no se cumple”.

Para desgracia de los venezolanos de bien, ahí no se detiene el mal proceder del gobierno revolucionario. Sus ataques a nuestros periodistas se producen por todas las vías y formas posibles: detenciones arbitrarias, amenazas, destrucción de lo grabado y hasta robo de equipos de trabajo de los que ejercen transparentemente su función periodística. Toda esa mala praxis ha sido debidamente documentada, pero eso le importa un bledo al alto nivel de la revolución porque, nos guste o no, así es como ellos gobiernan.

Años atrás, dos grandes patriarcas de nuestra democracia (Rómulo Betancourt y Raúl Leoni) marcaron con gran claridad el rumbo que los venezolanos debíamos seguir. Aunque iniciaron sus quehaceres políticos bajo el amplio paraguas revolucionario que estructuró Lenin en Rusia, ellos fueron capaces de madurar sus posturas para inclinar la balanza a favor de la revolución democrática. Eso empezó a ponerse de manifiesto en la carta que Leoni envió desde Barranquilla a J. T. Jiménez Arráiz, el 23 de noviembre de 1931.

En la mencionada correspondencia, Leoni señala: “…nos declaramos ya como el germen de un partido de izquierda, aparentemente divorciado de los objetivos políticos finales del Partido Comunista, el cual es la destrucción del orden capitalista actual, la toma del poder por las clases trabajadoras, el establecimiento de la dictadura del proletariado, o mejor aún, de la dictadura obrera y campesina (…) No creemos (…) que nuestra actual posición sea una cosa definitiva (…) Es algo de carácter temporal que necesariamente tendrá que modificarse (…) de acuerdo, naturalmente, con los reclamos de la realidad venezolana”.

Importante es señalar que, en carta dirigida a Betancourt, el 1º de octubre de 1931, Leoni le destaca a su correligionario lo siguiente: “El capitalismo es progreso y de hecho la industria del petróleo en Venezuela lo está demostrando”. Sin duda, el conductor de Miraflores y sus adláteres tienen mucho que aprender de eso.

Sobre la relevancia política de Leoni, recomiendo ampliamente la lectura de Raúl Leoni. Democracia en la tormenta, un libro publicado recientemente y que marca la distancia existente entre el período democrático que se inició con el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y concluyó con la segunda presidencia de Rafael Caldera. Lo que vino después fue una revolución que ha destrozado al país y su economía.

No le faltó razón a Ludwig von Mises cuando escribió: “Con el socialismo, el hombre más pobre resultaría perjudicado”. De eso los venezolanos tenemos ahora mucho que contar, pero los países latinoamericanos donde siguen votando por la izquierda decimonónica no nos quieren oír. Pareciera que todos desean experimentar con fruición masoquista la ingrata experiencia para después, arrepentidos, contar el descalabro.

@EddyReyesT


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