En el anterior artículo (https://www.elnacional.com/opinion/revolucion-molecular-disipada-i/) introducimos las bases teóricas de la revolución molecular disipada expresadas por su autor Félix Guattari. En este artículo nos proponemos responder a la cuestión que él plantea sobre cómo  “imaginar, entonces, máquinas de guerra revolucionaria de nuevo tipo que logren injertarse, al mismo tiempo, en las contradicciones sociales manifiestas y en esta revolución molecular”, es decir, cómo realizar en la práctica ese nuevo tipo de revolución comunista que él pretende que sea la vía para eliminar la democracia liberal occidental, que él llama “capitalismo mundial integrado”. Es mi postulado que ese nuevo tipo de revolución es el socialismo de siglo XXi, del Foro de Sao Paulo, ahora recogido por el Grupo de Puebla.

Guattari plantea que “cualquier emergencia de singularidad provoca dos tipos de respuesta micropolítica: la respuesta normalizadora o, por el contrario, la respuesta que busca encaminar la singularidad hacia la construcción de un proceso que pueda cambiar la situación” (Micropolítica, cartografía del deseo, 2006, p 66), luego la revolución molecular disipada será el método para la construcción de tal proceso.

Este método tendrá como finalidad: “Es obvio que si queremos derrumbar este régimen reaccionario y estúpido —que tiene la pretensión de gestionar una sociedad, un orden social, según un conocimiento de las leyes que rigen la economía y la política» (op.cit, p 175). Para llegar a ese nuevo orden social, él plantea una revolución policéntrica, encarnada en grupos violentos que diseminen (como un rizoma) acciones tendientes a la alteración de la normalidad social, a la que aludíamos en el artículo anterior.

“Estaremos obligados -agrega- a inventar una nueva lógica, una nueva pragmática que permita a las verdaderas energías de cambio, de transformación procesual, crear dispositivos que puedan vulnerar esa suerte de barbarie y de estupidez que gestiona nuestras sociedades. Para mí, esos son los mayores problemas de la actualidad”. (ibid.)

Vemos, pues, que el propio Guattari confirma la aserción de Uribe de la “revolución molecular disipada: impide normalidad, escala, copa“. La barbarie que estamos viviendo con el terrorismo urbano de los grupos radicales que destruyen sistemas de transporte público, edificios públicos y privados, asesinan niños recién nacidos impidiéndoles transportarse en ambulancias a los hospitales y matan por incineración al funcionario del peaje de una autopista, al igual que intentan quemar policías vivos y asesinaron a los policías en Soacha y Cali, siguen al pie de la letra lo dicho por Guattari en el párrafo de arriba. Esa nueva pragmática que “sature al ciudadano común por la falta de servicios públicos, bajo el principio de seguir la ley de no obedecer la ley (http://23neomarxismo.blogspot.com/2011/04/64-felix-guattari.html ).

Para Guattari es indispensable la transformación de la mentalidad del individuo revolucionario: “No creo que exista una transformación revolucionaria, sea cual sea el régimen, si no hay también una revolución cultural, una suerte de mutación de las personas. El conjunto de las posibilidades prácticas específicas de cambio del modo de vida, con su potencial creador, es lo que constituye lo que llamo revolución molecular, condición para cualquier transformación social. Y eso no tiene nada de utópico, ni de idealista” (Micropolítica, p 212). Es ese “lavado de cerebro” lo que está realizando el socialismo del siglo XXI, manifestada en la hilarante frase “Con hambre o sin hambre, con Chávez me resteo”.

Guattari vio la ascensión de nuevos movimientos sociales revolucionarios: “Hay que estimar que lo esencial de esa crisis mundial (que es, al mismo tiempo, una especie de guerra social mundial) es la expresión de la gigantesca ascensión, por toda la superficie del planeta, de toda una serie de sectores marginados. Centenas de millares de personas viven con hambre, y no solo eso, sino también centenas de millares de personas no pueden reconocerse en los cuadros sociales que les son propuestos. Esa crisis de los modelos de vida, de los modelos de sensibilidad, de los modelos de relaciones sociales, no existe solo en los países «subdesarrollados» más pobres. Existe también en amplias corrientes de masas de los países «desarrollados» (ibid. 217).

Esa crisis de modelos de vida es lo que el marxismo cultural ahora moviliza, LGBT, feministas, ambientalistas, animalistas, junto con un lumpen drogado, se unen en unas “protestas pacíficas” convocadas por las centrales sindicales y Fecode y coordinadas con terroristas urbanos de las FARC, el ELN y los carteles de la droga, hasta que se logra esa “saturación del ciudadano por la falta de servicios públicos”.

Hay que recalcar que ese terrorismo urbano concatenado en diversos países (Chile, Perú, Ecuador, Colombia) no es coincidencia, pues Guattari lo vaticinó: “Crisis que podríamos llamar también de guerra —una guerra mundial— con la diferencia de que no se trata de una guerra atómica (a pesar de que esta posibilidad no está excluida), sino una sucesión de guerras locales siempre en torno a ese eje Norte-Sur. (idem, 220).

Queda pues clarísimo que el castrocomunismo que quiere implantar en Colombia el socialismo del siglo XXI es el que está incitando en todo el continente esa ola de terrorismo urbano aparentemente espontáneo pero que no es así, en Colombia el farcsantismo está implementando la guerra molecular disipada, que Duque gobierne con él, los partidos democráticos no lo enfrenten y la sociedad civil se arrodille ante Petro y Fajardo, serán actitudes y comportamientos culpables de la casi irreversible destrucción de la democracia colombiana, o se constituye ya un frente antinarcoterrorismo comunista que se proponga la reconstrucción nacional o Colombia caerá en un régimen del socialismo del siglo XXI. ¡Ojo con el 2022!


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