Hace un par de días hablé con mi hermano, lo cual lo hacemos casi a diario, a pesar de la distancia que nos separa. Gracias al Whatsapp podemos realizar videollamadas, para así poder vernos la cara e intercambiar en primera persona los últimos acontecimientos acaecidos en Venezuela. Entre una cosa y otra, recorrimos varios temas, que van desde la muerte reciente de nuestra madre, las andanzas esotéricas de nuestra hermana, pasando por los Juegos Olímpicos, la Eurocopa y la Copa América, terminando en un asunto ineludible, como es tratar de entender la realidad de nuestra patria.

Le dimos vueltas, giros y más vueltas y de verdad que es difícil de encontrar un argumento de lo estúpido, inútil y contraproducente de la revolución bolivariana. Ya que nuestra nación ha navegado en estos 21 años en aventuras riesgosas, ruidosas e inútiles.

Es harto conocido que tanto Hugo Rafael (R.I.P.) como su sucesor, Nicolás, a través del socialismo del siglo XXI que se han esmerado en implantar a trocha y mocha no han sido capaces de cambiar la realidad, sino más bien empeorarla, además, no ha tenido el vigor de mantener un sueño, convirtiendo todos los acontecimiento, a partir de 1998, en una eterna pesadilla, que no hemos aún despertado. Conclusión: los delirios socialistas han creado un estado de ánimo nacional, caracterizado por el incremento exponencial de expectativas negativas.

En estos años aciagos, la única forma de seguir sosteniendo su proyecto bolivariano, fue a través de la violencia, porque fue la forma que pudieron glorificar su revolución, ya que si escudriñamos en sus entrañas, llegamos a la conclusión que este proceso narcisista y megalómano carece de cualquier sentido ético que no sea el del poder por el poder y para el poder.

Los venezolanos que se dejaron hipnotizar con los cantos de sirena de Hugo Rafael estaban esperanzados en que podían construir un país distinto, porque en su momento Chávez representó, para muchos venezolanos, ese anhelo de cambio que necesitaba la patria de forma urgente, pero, nunca falta un pero, luego de dos décadas hemos llegado a la conclusión de que queremos volver a tener la nación que teníamos antes de 1998.

Naturalmente, los próceres revolucionarios se han dado cuenta de que su cháchara socialista del siglo XXI no da para más, por eso endilgan las culpas a otros, para justificar su incompetencia y su falta de probidad. Y lo que es peor aún es que la gente le cree a los bolivarianos. Qué pueblo tan ignorante. Tenemos que estar claros, como sociedad, que no hay democracia si hay ignorancia.

En su proceder, es más que evidente que no les importa el país en general ni el venezolano en particular, el propósito del régimen es uno solo, que no es otro que permanecer en el poder y controlar el Estado. Pueden hacer concesiones para lograr ese propósito, pero cesiones que no pongan en riesgo ese objetivo central, que lo desaloje de Miraflores.

Por eso se han esmerado en fomentar la ignorancia, adoctrinando, por un lado, con ideas alocadas, pero del otro lado, sosteniendo un garrote para apalear a todos aquellos que osen protestar, ya que en la Venezuela del siglo XXI pensar es un delito, comparar es un delito, elegir algo diferente es un delito.

Solo quieren vender la idea de que allí está Maduro y no hay nada que hacer, fomentando el pensamiento de la derrota, que es la idea que ronda en los actuales momentos en la cabeza de muchos venezolanos. Razón por la cual han evitado educar al ciudadano en la igualdad real, en el respeto y en la tolerancia, en pocas palabras, que desaparezca de nuestra psique el concepto de libertad.

Por lo tanto, la sociedad ha optado por convertirse en cómplice del régimen, a través de su silencio, susurrando sus protestas, murmurando sus temores, musitando su dolor. A causa de que este gobierno está conformado por un grupo de personas carentes de preparación, nombradas por otro carente de disposición, para hacer algo carente de utilidad. Y entonces vemos a revolucionarios, en cadena de radio y televisión, tratando de destacar ideas sin sentido, acompañados de una fuente inagotable de arbitrariedades, acosando, acusando, persiguiendo a todo aquello que represente libertad, en todos los sentidos.

No hay que olvidarse de que los chavistas se han pasado al lado oscuro de la realidad, debido a que su descomposición viene reflejada por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado todo el movimiento, porque en vez de representar una alternativa progresista para gobernar, el intergaláctico lo que hizo fue fundarse de nuevo un uniforme, para convertirse en un dictador del tercer mundo, en el cual la agresión, la intolerancia, la violencia, la discriminación, la persecución, el terror y la muerte son los principios de su democracia participativa y protagónica.

Se le suma, además, que el país vive sumido en la peor crisis humanitaria de su historia, con una diáspora de compatriotas que casi llega a los 7 millones, sumado a la paralización de todo el aparato productivo, batiendo récord mundial en hiperinflación, con grupos armados que se han adueñado de Caracas y otras ciudades y sin embargo, hay idiotas que están hablando de comunas como nuevo modelo democrático, por un lado y por el otro, la seudooposición hablando de participar en procesos electorales que desde ya no tienen credibilidad alguna. Porque suponiendo, se imponga una mayoría opositora en cualquier elección, los devotos de la izquierda están acostumbrados a cometer trampas, alterando los resultados legítimos, pero cuando son descubiertos, argumentan que las denuncias de fraude solo son porque la oposición no acepta la derrota. Por lo tanto, no hay sufragio que valga si va en contra de desalojarlos del poder. De verdad uno ya perdió la capacidad de asombro.

Es lamentable decirlo, pero Venezuela desde hace años ha visto erosionada las columnas que sostienen todo el entramado democrático, ya que la verdad, la tolerancia, la libertad y la paz han desaparecido del diario vivir de la nación. Ahora nos queda esperar y ver si los partidos políticos y otras organizaciones sociales, son capaces de convencer al pueblo, para que unidos podamos reconstruir el país y superar de una vez por todas la destrucción, el odio y la división que existe en la sociedad venezolana.

Debemos aprender a ser ciudadanos de nuevo, ser responsables con nuestros deberes y luchar por nuestros derechos. Entender de una vez por todas que solo nuestro accionar podrá producir los cambios que necesita el país, porque solo nosotros estamos en la capacidad de ser los creadores de la nueva realidad que necesita nuestra patria y canalizar así nuestras vidas, para evitar el azar de la sobrevivencia, confrontando el miedo para encarar el futuro y desechar de una vez por todas el pasado para evitar construir un presente incierto.

 


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